¿Hacia dónde van Argelia y el Polisario?

Ramón Moreno Castilla

Pie de foto: Imagen del presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika.

En un Magreb convulso donde el conflicto libio y el avance del yihadismo están amenazando seriamente la paz y la seguridad en toda la zona, y donde la Unión Magrebí Árabe (UMA) no acaba de consolidarse por este y otros motivos; a los analistas internacionales les preocupa mucho lo que pasa en Argelia y, por extensión en el Polisario. Un invento argelino para mediante la constitución de la fantasmagórica República Árabe Saharaui Democrática (RASD) posibilitarse una salida al Atlántico a sus producciones de hidrocarburos. Y esa es la realidad que subyace en el artificial conflicto del Sahara. Pero ese es otro tema, que ya hemos abordado con anterioridad.

Ahora, lo que interesa destacar es la caótica situación argelina y, por extensión en el Polisario. De ahí la pregunta que, por otra parte se hace la mayoría del pueblo argelino preocupado por la deriva de su país, y la ausencia de un presidente enfermo incapaz de ejercer sus funciones, y en medio de un turbulento entorno regional y una realidad económica al borde de una severa crisis debido a la bajada de los precios del petróleo en los mercados internacionales, pese a las declaraciones de los dirigentes de que Argelia resistiría aunque el precio del crudo siga bajando.

Cuando el ex primer ministro Mokdad Sifi declara, que Argelia está expuesta a un shock mucho más fuerte que el que se produjo en octubre de 1988 (guerra civil); este hombre que a mediados de los años noventa presidiera el Ejecutivo argelino, es consciente de lo que dice porque tiene conocimiento de causa y parte de los enormes desafíos que se presentan: en lo político, lo económico, lo social y, sobre todo, en materia de seguridad. En palabras de los muchos expertos sobre la situación en Argelia, no hay precisamente motivos de satisfacción y optimismo. Todos advierten de que los argelinos están abocados a entrar en un largo y oscuro túnel, donde no se ve la luz; y alertan de que es posible que si la necesidad lo urge, Argelia tenga graves dificultades en caso de acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI) u otros organismos crediticios.

Argelia está hoy en día en una peligrosa encrucijada. Ni las Autoridades son capaces de revertir el panorama actual, a causa de la nefasta gestión administrativa y ausencia de buena gobernanza; ni la oposición es fuerte ni está cohesionada, ni tiene un proyecto político viable y alternativo que ofrecer al desorientado y perplejo pueblo argelino. La población tampoco está preparada para una política de restricciones, donde haya que “apretarse el cinturón”; y pudiera suceder que la austeridad la empuje a salir a la calle para expresar su descontento, lo que no es deseable por las repercusiones de todo tipo que ello comportaría.

Todo indica que para Argelia, pieza fundamental en la construcción de la UMA, se avecinan años de recesión, lo que puede acarrar infinitos problemas. El Gobierno de trece años de mandato de Abdelaziz Buteflikka, se ha caracterizado por la ausencia de prospectiva y la planificación necesaria para aprovechar los excedentes financieros que había para haber creado una economía productiva no dependiente de las rentas del petróleo. Este ha sido el principal problema que ha agotado los recursos del país y sometió a la economía argelina a una incesante sangría propiciada por la corrupción generalizada . ¿Dónde han ido a parar los 800 mil millones de dólares que se han gastado durante los últimos 15 años? ¿Acaso no era posible la construcción de infraestructuras y equipamiento para las ciudades y conseguir stándares internacionales de desarrollo? ¿No había grandes oportunidades para diversificar la economía y reducir su dependencia absoluta de los ingresos de los hidrocarburos?

Lo que más preocupa a los argelinos es que la aguda crisis causada por el colapso de los precios del petróleo, se produjo en medio de un gran vacío en la cúspide de la pirámide del poder. El decrépito presidente ya no es capaz y está muy limitado por su precario estado de salud para llevar a cabo sus tareas de jefe de Estado, y seguir el ritmo de las actuaciones inherentes al cargo, y mucho menos para mantener bajo un estricto control a los defraudadores. Argelia tiene una aguda crisis de gobernabilidad y todos los argelinos, desde el pequeño al más grande, saben que el presidente Abdelaziz Buteflika, no está en sus plenas facultades, y que su hermano y asesor especial, Said, es el poder en la sombra y quien teje y ejecuta detrás del telón todos los asuntos del país, y es él quien decide los nombramientos y destituciones de ministros y altos funcionarios del Estado argelino.

El cataclismo que hoy amenaza a Argelia, no se limita solo a los riesgos de seguridad, debido a las amenazas terroristas, sino también al conflicto y pugna interna que se libra entre las diversas facciones del poder. La lucha por el poder es de tal magnitud, que estas fricciones internas van por un camino muy peligroso, después de que el general Hassan haya sido entregado a la Justicia Militar, según algunos medios de comunicación argelinos. Recuérdese que el propio Buteflika destituyó al jefe del todopoderoso DRS (inteligencia militar), Taoufik, para colocar a un a migo suyo. Pero lo realmente preocupante es que estas pugnas internas generalmente tiene su reflejo en la calle, y es el ciudadano común quién termina pagando el precio de esa situación; y prueba de ello son los recientes choques y manifestaciones vividos en la ciudad de Ghardaia en el sur de Argelia. Unos sangrientos sucesos que pudieran haber arrasado con todo, si no hubiera sido por la intervención de los notables y la sociedad civil.

En un artículo reciente del periodista argelino Sami Kasmi, recordaba cómo había aconsejado a los países árabes a tomar nota y beneficiarse de la experiencia argelina, durante los años noventa; pidiendo ahora a los gobernantes argelinos que tomen buena nota y se beneficien de lo que ha pasado y está pasando con la “Primavera árabe”, y evitar así nefastas consecuencias para su país. Instándoles a valerse y dotarse de talentos capacitados que conduzcan a Argelia a una reforma real y traspasar el poder a una nueva generación.

Desde luego que no se puede negar la aportación que ha hecho el presidente Buteflika a Argelia, que trajo la paz al país a través de la Ley de Reconciliación Nacional, y ha contribuido a la consolidación de proyectos sociales y a la construcción de viviendas para la población. Pero su prolongada estancia en el poder ha generado un clima idóneo para los empresarios corruptos, y ha contribuido a la emigración de toda una generación de talentos debido a la marginación y escasas oportunidades. Incluso las tasas de desempleo aumentaron casi en un 20 %, sumado al aumento de las restricciones de las libertades, el desmoronamiento del sueño democrático a través de la fragmentación de los partidos políticos, y la flagrante violación de la Constitución, permitiendo a Buteflika presentarse a un tercer mandato presidencial.

Nadie puede predecir lo que sucederá en Argelia; pero lo que es evidente, es que la crisis argelina arrastra al Frente Polisario. A nadie se le oculta que el sistema argelino y Polisario son los únicos regímenes totalitarios que quedan en África; y donde el no menos decrépito Mohamed Abdelaziz, presidente de la pretendida RASD, aspira a perpetuarse en el cargo a partir del XIV Congreso del Frente Polisario previsto para finales de año. Un congreso, que es pura fachada y otra maniobra más para seguir engañando al pueblo saharaui; y en el cual, a tenor de lo que ya ha pasado en congresos anteriores, todo está atado y bien atado, con decisiones cocinadas en los despachos de Argel.

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