Opinión

‘Ménage à trois’ en el golfo Pérsico

photo_camera Actividad portuaria

La diplomacia hostil de Trump respecto a China e Irán tiene visos de ofuscar aún más si cabe las ya de por sí complejas relaciones entre los países del subcontinente y sus vecinos. Así, en fechas recientes Javad Zarif, ministro de Exteriores iraní, llevó a cabo su tercera visita oficial a Pakistán desde la llegada al poder de Imran Khan.

En la agenda, las negociaciones para vincular el puerto iraní de Chabahar, situado en la provincia de Sistán, y Baluchistán, localizado al sudeste de Irán y fronterizo con Pakistán y Afganistán, con el puerto pakistaní de Gwadar. Es difícil subestimar el calado de estas conversaciones, teniendo en cuenta que Chabahar es crucial en las relaciones entre Irán e India, para quien el puerto iraní es una pieza clave en su estrategia asiática, y que hasta ahora había estado exenta de sanciones norteamericanas. Esto puede cambiar súbitamente, dado que entre los planes de Irán destaca la conexión con el Corredor Económico China-Pakistán, por lo que Gwadar juega un papel crítico para al menos tres países.

Desde el punto de vista geopolítico, la visita del canciller iraní a Islamabad, que se produce después de que Modi interrumpiese las importaciones de crudo iraní, en reluctante cumplimiento de las sanciones norteamericanas, puede leerse en clave de señalar un alineamiento de Irán y China frente a Trump, que puede reforzar la importancia del puerto de Chabahar como ruta primordial a Afganistán, país sin salida al mar, disminuyendo así el peso regional de Nueva Delhi a ojos de Teherán.

Por consiguiente, Chabahar es crucial para los intereses afganos, ya que permitirá el comercio tanto con los países del área EMEA (Europa, Oriente Medio y África), posibilitando la entrada de importaciones vitales para Afganistán, suponiendo en la práctica un notable impulso en el desarrollo económico de un país devastado por décadas de conflictivo bélico.

No obstante, Irán está llevando a cabo un encaje de bolillos para no desairar a Modi, evitando la predominancia absoluta del proyecto de Chabahar sobre el de Gwadar, primado fórmulas de conexión entre ambas iniciativas basadas en una cooperación multilateral que no ponga en riesgo sus relaciones con Pakistán, en un momento caracterizado por el ruido de fondo de sables en Washington y la animadversión de Arabia Saudí.

Uno de los incentivos de Irán para promover esta triangulación es sentar las bases para capitalizar sus inversiones en el gaseoducto que transcurre desde el yacimiento de gas natural de South Pars-North Dome, ubicado en el Golfo Pérsico, hasta Pakistán, un proyecto que ahora está en vía muerta a causa del incumplimiento por parte de Kabul de sus compromisos con Teherán. Esto podría insuflar nuevas esperanzas de reducir pérdidas e incluso obtener beneficios económicos canalizando las exportaciones de crudo iraní a las refinerías de Gwadar y a su terminal de gas natural licuado mediante su conexión con Chabahar.  

Pie de foto: Gráfico en la ruta terrestre China-Pakistán, en el puerto pakistaní de Gwadar. AFP/AFP

Precisamente, la clave para todos los actores implicados es facilitar una conectividad que permita el desarrollo y explotación de nuevas macro rutas comerciales para la expansión del comercio terrestre y marítimo, con el fin último de crear redes de interdependencia que propicien el progreso y la prosperidad regional, y que, en última instancia, adormezcan los conflictos latentes en la zona. 

El acuerdo alcanzado por Irán, Afganistán e India para desarrollar el puerto iraní de Chabahar como una importante terminal de comercio y tránsito, que implica la apertura de las aguas del Océano Índico, va precisamente en esa dirección, de la misma manera que la construcción de la Carretera Karakorum que conecta la provincia oriental china de Xinjiang con el puerto marítimo paquistaní de Gwadar en la costa de Makran.

Como parte de estos desarrollos, Pakistán otorgó la concesión para la construcción del puerto marítimo de Gwadar a China. La perspectiva de la inversión masiva de China en el desarrollo de infraestructura en la estratégica región norte de Pakistán de la conectividad de la autopista Karakorum, lo que sobre el papel permite a China albergar la aspiración plausible de consolidar su establecimiento estratégico en la zona de Gilgit, fronteriza con la antigua república soviética de Tayikistán.

Por su parte, y como muestra de la importancia de estos proyectos, Irán dispone ya de la capacidad necesaria para desplegar su Armada al objeto de proteger y vigilar el tránsito de buques petroleros militares en torno al golfo de Omán. A su vez, y a través del puerto de Gwadar, próximo al Estrecho de Hormuz, China accede al Océano Índico, gracias a la autopista Karakorum que une Xinjiang y Gwadar. 

Esta conexión podría permitir a Irán influir en las intenciones de Arabia Saudí de tener presencia en el puerto mediante inversiones multimillonarias en infraestructuras refinadoras, que forman parte de los planes de Riad para tener un papel decisivo en la frontera este de Irán. Si estas potenciales ganancias no fuesen de por sí suficientemente motivación para Irán, encontramos otra derivada positiva para los jerarcas de Teherán, convirtiendo de hecho la conexión descrita anteriormente en un corredor clave inserto en el megaproyecto chino ‘Una Franja, Una Ruta’, lo que convertiría a Irán en un socio preferente, como ha venido buscando Beijing desde hace tiempo.

Todo esto supone un verdadero quebradero de cabeza para Modi, que ve como parte de sus planes para contrarrestar la presencia China en su patio trasero, creando una ruta estratégica entre Afganistán y Asia Central alrededor de Chabahar, pierden valor geopolítico. Y es también motivo de preocupación para Trump, en cuyos planes para la región Gwadar tiene un significante peso específico.