300 días al pairo

F. Javier Blasco

La expresión comúnmente usada "Me la trae al pairo" se emplea coloquialmente para indicar que algo o alguien nos resulta completamente indiferente, que el resultado de una situación nos da igual o que nos mantenemos inmutables pase lo que pase en nuestro entorno. Su origen proviene del código náutico donde "poner al pairo" o "pairar" supone ejecutar la maniobra precisa para mantener la embarcación estática con respecto al fondo en su vertical sin llegar a estar anclado.

Pues bien, nuestros políticos llevan 300 días maniobrando para mantenerse en dicha postura. No les importa nada salvo mantener su status personal dentro de sus respectivos partidos. El resto aceptamos que, tras las primeras fallidas elecciones del pasado mes de diciembre y poder apreciar las diferentes posturas, tendencias y reales intenciones de los cuatro principales partidos políticos y sus dirigentes, nuestros próceres nos llevaran a unos nuevos comicios con la esperanza personal y colectiva de que los españoles tendrían una mayor y mejor capacidad de opinión y elección para ajustar aún más el sentido de su voto en aras del bien común y de poder resolver lo que España y los españoles necesitábamos. Pero tras dicha nueva oportunidad, casi todo se mantiene igual aunque con ligeros matices.

La tambaleante situación económica en un momento del comienzo de la salida de una importante crisis mundial y nacional, las amenazas y expectativas de una Europa disgustada con nosotros por los malos resultados económicos del año anterior; los problemas derivados de una campaña generalizada de actos terroristas en suelo europeo; las reverdecidas amenazas expansivas de una Rusia cada vez más amenazante sobre Europa y su vecinos; el importante giro de política en un país como Turquía que, aspirando a ser miembro de la UE, se mueve a pasos agigantados hacia la islamización y la dictadura totalitaria manteniendo en sus manos la apertura del grifo de las corrientes migratorias masivas hacia nuestro continente; la necesidad de liderazgo y unidad de acción para llevar a cabo los imprescindibles cambios de política de la UE en todos sus aspectos fundamentales; el pendiente e irresoluto problema de los refugiados; las poco halagüeñas expectativas políticas y económicas tras el Brexit; la extrema necesidad de poder contar con unos presupuestos para el 2017 que pongan en marcha el país; la continua caída de nuestro prestigio y credibilidad internacional; las incansables y crecientes amenazas del separatismo en varias regiones de España y el incuestionable crecimiento de los populismos en casi todo el planeta no son causas suficientes para que dichos “señores” estimen que deben dejar su posición de indiferencia y de que de verdad  tienen que remangarse y remar en la misma dirección saliendo del pairo.

Hemos pasado dos tercios del verano con una escasa actividad o mutante y extraña postura política en alguno de sus actores principales; los JJOO han servido para mantenernos dos semanas pendientes del televisor y de las noticias dedicadas a mostrarnos el esfuerzo de los atletas participantes y, principalmente, de los nuestros resaltando el brillo de sus lágrimas cuando se envolvían en la bandera nacional tras alcanzar un éxito personal o colectivo o al sentir nuestro himno al ser merecedores del preciado oro. Pero, en lo fundamental, España sigue manteniéndose al pairo. Rectifico, no es España, son sus dirigentes políticos, o una parte sustancial de ellos, los que lo hacen.

De nada han servido unos nuevos comicios algo más esclarecedores que los anteriores; tampoco haber reposado unos días gozando de los placeres del verano que nuestras playas y preciados rincones ofrecen para el solaz del fatigado y para recomponer ideas y posturas. Ni siquiera el referido espíritu patrio de nuestros deportistas, procedentes de todas las regiones españolas, ha servido de ejemplo para aquellos que tienen en sus manos la responsabilidad de acertar y modular posturas para poder dialogar y emprender los muy necesarios cambios en la mayoría de nuestras políticas y leyes. Elementos estos, que por otro lado, todos parecen compartir aunque solo lo hacen de boquilla y cara al espectador.

Hoy cuando escribo estas líneas, los máximos dirigentes de tres países europeos, Alemania, Francia, e Italia se reúnen en Nápoles para sentar las bases y decidir sobre el futuro de la UE y sus políticas; nosotros no hemos sido invitados a dicha mesa como, por desgracia, ya venimos siendo relegados de otras más o menos importantes. Mucho me temo que esta actitud de pasar de nosotros se convierta en un hábito y lleguemos a perder el poco prestigio que aún mantenemos entre nuestros socios del club.

Por si fuera poco lo dicho, tenemos demasiadas decenas de embajadas sin Embajador nominado, los exiguos presupuestos de defensa y la imposibilidad de adoptar verdaderos compromisos internacionales por estar en funciones dan para poco en los aspectos de una participación efectiva en la lucha contra el terrorismo allá donde fructifica. Estos aspectos, aunque puedan parecer nimios, tienen una verdadera importancia en la arena internacional al apagar aún más nuestra actividad diplomática y militar de cooperación. 

Quisiera equivocarme pero este otoño, que está casi en puertas, será el comienzo de importantes caídas bursátiles, grandes pérdidas de oportunidades inversoras y base para la  falta de interés para contar con nosotros en los procesos de toma de decisiones de calado. La escasa actividad diplomática y la incertidumbre política de un país son los peores enemigos para la economía y muy malos consejeros para mantenerse entre los principales actores del entorno social y político.

Estamos empezando a quedarnos rezagados en esta larga carrera de fondo llena de grandes obstáculos y solo mantenemos un poco de resuello gracias a un importante tirón del turismo, sin ser conscientes de que dicho balón de oxígeno se basa principalmente en las grandes incertidumbres y riesgos que atraviesan varios países mediterráneos que tradicionalmente acaparaban millones de turistas. No queremos entender que este maná es prestado en un alto porcentaje y que más tarde o temprano, empezará a escasear si la situación internacional y la particular de aquellos competidores mejoran con el tiempo gracias a los avances en su seguridad y en la lucha contra el terrorismo. 

Nuestras políticas internas se encontrarán  bloqueadas por falta de presupuestos y se perderán importantes posibilidades de inversión y nuevas mejoras en infraestructuras y políticas sociales; los poco despreciables gastos derivados de los sucesivos procesos electorales se suman al déficit presupuestario por no estar contemplados en los presupuestos originales. La falta de un gobierno fuerte y con capacidad de decisión tiene una influencia negativa para hacer frente a los ya referidos problemas internos y externos lo que se irá dejando notar cada vez más con el paso del tiempo.

Nuestros políticos siguen pensando solo en sus propios intereses y mirándose sus respectivos ombligos dando banales explicaciones que ni siquiera son creíbles para los que osan enunciarlas. Todos apelan al sentimiento y deseo de sus votantes sin ni siquiera haberles preguntado qué es lo que realmente quieren o esperan de ellos como vienen revelando diversas encuestas recientes. El viejo fantasma de las dos Españas toma cada vez más peso y presencia; pero increíblemente lo hace de manos de personas que jamás tuvieron nada que ver con aquella deplorable situación y que desprecian el consejo de sus mayores que si lo tuvieron y supieron cómo superarlo.

El Diccionario de Real Academia Española (RAE) aporta una segunda acepción sobre la expresión estar o mantenerse al pairo y que viene a ser literalmente “Estar a la expectativa, para actuar cuando sea necesario”. En este caso, el buque que se encuentra "al pairo", sin estar en actividad aparente, mantiene sus máquinas y sistema de gobierno listos para entrar en servicio cuando sea necesario.

Puede que sea esto lo que está ocurriendo; que algunos en su irreconciliable rencor solo busquen la humillación del que tiene la responsabilidad de mantener la iniciativa de crear un gobierno estable y conformador, para que una vez que este fracase, sean ellos los que pongan en marcha un segundo plan. Plan, que sin duda resultará mucho más peligroso para los intereses y prestigio de España del que actualmente se está intentando fraguar.

De ocurrir esto que presupongo, el prestigio internacional de España alcanzará cotas negativas jamás vistas en los últimos cuarenta años; la imposición de un gobierno manoseado y amoldado por populistas y parte de los separatistas tendrá muy poca aceptación en Europa como ya ocurrió con Grecia y por ello,  la intervención sobre España sería cosa cantada en cuestión de meses. Se acabarán las buenas palabras, al igual que un cierto grado de comprensión y paciencia basadas en su esperanza de que, gracias a la aplicación de políticas correctas y poco alarmistas, nuestro rumbo se rectifique y se llegue a buen puerto aunque sea con algo de retraso.

A la vista de los acontecimientos, de su posible desarrollo y de la cerrazón de algunos de sus actores principales no hay que despreciar la posibilidad de tener que vernos abocados a la concurrencia a unas terceras elecciones para finales de diciembre. Situación esta que es  totalmente inédita en la Europa moderna y que, sin duda, produciría un gran desprestigio y unos efectos muy reprochables tanto interna como externamente. Llevaríamos más de un año con un gobierno maniatado por estar en funciones y, que por diversas situaciones, cada vez es más decreciente en el número de sus Ministros, quienes, aunque no lo parezca, son muy necesarios aunque sus respectivos ministerios no puedan legislar.

De todos modos, mantenerse al pairo, en cualquiera de sus dos acepciones, no es la mejor postura política que podamos adoptar. Los europeos y los inversores lo saben y, al mismo tiempo, lo temen. No les gusta ni la indefinición ni los cambios bruscos de políticas y por tanto, huyen de ambas posibilidades como de la peor de las pestes. De seguir así, vamos camino de llegar a consolidar el ser un país de muy poco peso internacional; pero, aunque dicho prestigio costará mucho recuperar, al menos, evitemos convertirnos en uno totalmente irrelevante y lo que es peor, controlado en todos sus aspectos desde fuera por la mala cabeza y peor proceder de nuestros políticos.

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