Alemania en descuerdo con la OTAN ante Rusia
Antonio Sánchez-Gijón/CapitalMadrid.com
Pie de foto: Pero Moscú no cesa sus actividades hostiles en toda su periferia. En la imagen políticos de Ucrania, Rusia y UE.
Las críticas del ministro alemán de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steimaier, a las maniobras militares de la OTAN de este mes en la región del Báltico es una toma de postura raramente vista en el seno de la Alianza: el representante en el Consejo Atlántico de uno de los países más poderosos de la OTAN, manifestándose en contra de una de las políticas que ésta adoptó con mayor grado de consenso.
Steinmaier pidió que se cancelaran las maniobras, que ya están en marcha, alegando que son contraproducentes para la seguridad regional y provocarán tensiones con Rusia. En las maniobras participan 31.000 efectivos, de los que 14.000 son de Estados Unidos. El mayor contingente europeo es polaco: 12.000 efectivos. También participa una extensa fuerza aérea, procedente de varios países de la OTAN.
Desde el punto de vista de los aliados más directamente concernidos, las maniobras son una respuesta inicial a las repetidas operaciones de la fuerza aérea rusa sobre el Báltico, en la proximidad inmediata de los límites internacionales de Estonia, Letonia y Lituania, así como las de submarinos rusos en aguas bálticas. Rusia posee sobre el Báltico el enclave territorial de Kaliningrad, antigua Königsberg, cuya situación geográfica reduce la continuidad territorial entre los países bálticos de la Alianza.
La crítica de Steinmaier será sin duda materia de discusión en la reunión del Consejo Atlántico de primeros de julio, en Varsovia. Polonia es uno de los países que más han abogado por el refuerzo de la posición defensiva de la Alianza en esa parte de Europa.
Las palabras del ministro alemán son doblemente significativas, porque a finales de julio próximo los aliados europeos y Estados Unidos deben revisar y/o renovar las sanciones impuestas a Rusia por su agresión territorial contra Ucrania al ocupar la península de Crimea y anexársela, y por su apoyo al movimiento separatista de Ucrania suroriental, en la región del Donbas.
Precisamente en esa región se registró a mediados de junio un incremento exponencial de las rupturas del alto el fuego (de diez o doce al día a cerca de sesenta), y e1 14 de junio militares ucranianos observaron la concentración de 30 tanques en Avdiivka. Aunque no se pueda probar alguna intención rusa de que sus patrocinados lanzasen una ofensiva, la simple posesión y exposición de armamento pesado es suficientemente disuasoria de cualquier medida militar ucraniana.
Rusia practica las mismas formas de advertencia a lo largo de su inmensa periferia. Es el caso de Georgia, que en una guerra relámpago en 2008 perdió la región de Osetia del Sur, hoy en manos de un gobierno separatista apoyado por Moscú. Este gobierno lleva a cabo una política de ocupación de territorio georgiano en ‘mancha de aceite’, consistente en ir adelantando los mojones fronterizos con la Georgia reconocida por Rusia, para entregar el territorio así demarcado a milicias leales del gobierno secesionista. Rusia, igualmente, apoya a Armenia frente a Azerbayán en el conflicto que este país mantiene con los secesionistas de Nagorno-Karabaj, aunque arma a las dos partes.
La reacción de Steinmaier es tanto más llamativa cuanto que Alemania ha sido víctima de ciberataques procedentes de Rusia, igual que lo han sido los países bálticos, añadiéndoles motivos de preocupación por su incómoda vecindad con el gigante ruso. Agentes de la agencia alemana de seguridad BND informaron recientemente a sus colegas de Estados Unidos de que están convencidos de que fue un ciberataque ruso lo que destruyó una planta siderúrgica alemana. El año pasado los servicios de inteligencia alemanes descubrieron un intento ruso de instalar software de espionaje en el sistema informático del Bundestag.
Un método provocativo e intimidatorio, pero sobre todo barato
La capacidad rusa de lanzar ciberataques se considera superior a la de la propia Alianza, si consideramos ésta como algo separado de la de cada aliado en particular. Su actual secretario general Jens Stoltenberg, ha sido criticado por no poner suficiente énfasis en la importancia de reforzar las capacidades cibernéticas de la Alianza. Finlandia, un país que no es aliado, sufrió recientemente un ataque a la página de su ministerio de Defensa. El ataque no podía sino leerse como una muestra de desaprobación a la participación de fuerzas navales finlandesas, en la segunda semana de junio, en unas maniobras conjuntas con naves de la OTAN, partiendo de aguas territoriales finesas. También participaron fuerzas navales de Suecia, otro país formalmente ‘neutral’, pero inquieto con las actividades navales y aéreas en la proximidad de su territorio y aguas.
La penetración de las redes informáticas de la periferia de Rusia es una práctica que habitualmente se atribuye a los servicios secretos del Kremlin. La red eléctrica de Ucrania sufrió un ataque en 2015 que dejó sin luz a más de 200.000 personas. Lo mismo le ocurrió en 2007 al sistema eléctrico de Estonia. La comisión investigadora holandesa para el ataque al avión de Malaysia Airlines sobre el cielo de Ucrania, que causó cerca de 300 víctimas mortales, y fue con casi total seguridad causado por un misil ruso Buk suministrado a las fuerzas separatistas, ha sido igualmente objeto del espionaje informático ruso, según el servicio de información Stratfor.
La declaración de Steinmaier hay que verla en el contexto de los esfuerzos rusos por eliminar o reducir las sanciones occidentales, que están causando perjuicios a la economía. Aunque según informa Stratfor es poco probable que el Consejo Europeo levante las sanciones contra Rusia, el ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, lo intenta allí donde encuentra mayor oposición a ciertas políticas dentro de la Unión Europea: concretamente en Budapest y Atenas, dos capitales visitadas en mayo por Lavrov y Putin respectivamente.
Cierta corriente de analistas interpreta las maniobras de Putin en la periferia de Rusia como un modo de calmar a los sectores más militaristas y nacionalistas del estado. En abril pasado, el jefe del Comité de Investigación publicó un artículo denunciando la falta de preparación de las fuerzas armadas para sostener un conflicto armado. Hay sectores del Kremlin que reclaman una política de seguridad más activa, aún a costa de las relaciones comerciales y financieras con Occidente, y frente a ellos están los que temen que precisamente esa política sea lo que impida a Rusia salir del estancamiento económico.
Es en ese cuadro de arduas alternativas donde quizás haya que poner la explicación al tipo de ‘guerra híbrida’ que Rusia conduce en su vecindad, contra los intereses del bloque occidental. Una guerra barata, no destructiva pero provocativa, no disuasiva pero intimidatoria.