Argel-Rabat, el eterno desencuentro

Por Ramón Moreno Castilla

Foto: El presidente de Argelia, Abdelaziz Buteflika, y el rey de Marruecos, Mohamed VI.

A propósito del artículo anterior ‘Marruecos, Argelia, los dos referentes del Magreb’, y dado que el contencioso histórico entre estos dos países -en el que gravita la cuestión del Sáhara- es uno de los motivos que dificultan la integración de la Unión Magrebí Árabe (UMA), aparte de no contribuir en nada a la estabilidad de la región, he creído  oportuno profundizar en las relaciones argelino-marroquíes, plagadas de desencuentros y dificultades. Pues, tal como ha señalado la Comisión Económica para África de las Naciones Unidas (CEA), reunida días pasados en Adís Abeba (Etiopía), el Magreb necesita hoy más que nunca acelerar el proceso de su integración para satisfacer las reivindicaciones expresadas por sus poblaciones estos últimos años. Y, precisamente, porque los dos países más importantes del Magreb siguen seriamente enfrentados es por lo que se hace necesario, en mi opinión, conocer las causas que dificultan las relaciones entre Marruecos y Argelia. Aunque en 1999, la elección como presidente de Argelia de Abdelaziz Buteflika (que es marroquí, natural de Uchda), y el inicio del reinado de Mohamed VI en Marruecos planteó ciertas expectativas, frustradas poco después. Las tensas relaciones diplomáticas entre Argelia y Marruecos han sido una constante; y la propia convivencia histórica entre los dos países ya fue complicada. La principal diferencia radica, en primer lugar, en la existencia de dos regímenes políticos divergentes: una monarquía parlamentaria aliada de Occidente, lo que hace de Marruecos un país estable y seguro, bastión contra el fundamentalismo islámico; y una república socialista árabe, en la órbita soviética de la antigua URSS, y ahora de Rusia y sus aliados, que ha convertido a Argelia -que vivió una cruenta guerra civil- en un país poco estable e inseguro; donde en la práctica manda la cúpula militar, que alienta y exporta el terrorismo islámico más allá de sus fronteras.

Muchos desacuerdos
Por otro lado, Marruecos y Argelia han compartido un pasado de desacuerdos territoriales, cruces de declaraciones mutuas por cuestiones fronterizas y acusaciones infundadas, que únicamente pretendían soslayar una crítica situación interna, apelando a la famosa y recurrente tesis del ‘enemigo exterior’, que bien podría explicar los sinsentidos de la política de ambos países. Téngase en cuenta, además, que Argelia no es un país con la historia milenaria de 12 siglos de Marruecos; y ese estigma lo lleva acarreando la excolonia francesa desde que accedió a la independencia en 1962. Con la particularidad de que fue Marruecos quien apoyó y ayudó en su día al Frente de Liberación Nacional (FLN) para logar la independencia de Argelia, cuya convulsa historia sería, a partir de ahí, puro golpe de Estado como el protagonizado por el Ejército argelino, con el apoyo de Francia y Estados Unidos, cuando el FIS (Frente Islámico de Salvación) ganó en las urnas, por mayoría absoluta, las elecciones generales de 1992. Ello condujo a la exclusión de la vida política argelina del FIS y a su radicalización. Y ni las leyes de amnistía y concordia han logrado la pretendida reconciliación nacional. Sobre esta situación descansa la propia construcción del Estado argelino, inconclusa desde que el FLN y su rama militar se apropiaran del poder tras la independencia, ignorando y excluyendo a la sociedad.  

Reivindicaciones territoriales
Pero el contencioso entre Argelia y Marruecos tiene, además, un problema de fondo: las justas reivindicaciones territoriales marroquíes, que dieron lugar a la ‘Guerra de las Arenas’ que enfrentó a ambos países (véase al respecto, el magnífico trabajo de Ana Torres García, de la Universidad de Sevilla, ‘La Frontera Terrestre Argelino-Marroquí: de Herencia Colonial a Instrumento de Presión’). Un conflicto bélico que inició Argelia al atacar un puesto fronterizo marroquí en octubre de 1963, con resultado de tres militares muertos, y que constituyó un episodio cuya importancia pone de relieve los siguientes antecedentes históricos. Antes de la colonización francesa en el siglo XIX, parte del Sur y del Oeste de Argelia pertenecían a Marruecos. En la década de los 30 y más tarde, en los años 50, Francia integró en lo que entonces era el ‘Departamento de Ultramar de la Argelia francesa’, las zonas de Tinduf y Béchar. Cuando Marruecos accedió a la independencia en 1956 quiso, lógicamente, reafirmar su soberanía sobre estos territorios. En un esfuerzo por reducir el apoyo que el FLN argelino recibía de Marruecos, Francia ofreció devolver esas zonas a cambio de poner fin a ese apoyo; a lo que el Rey Mohamed V se negó, ya que se trataba de hacer un pacto a “espaldas de los hermanos de Argelia”, y acordó con el Gobierno provisional argelino del líder nacionalista Ferhat Abbas que una vez que Argelia obtuviera la independencia, habría que negociar la situación de las zonas de Tinduf y Béchar.

Expulsado del FLN
Sin embargo, inmediatamente después de la independencia de Argelia, y antes de que el acuerdo con el Rey Mohamed V fuera ratificado formalmente, Abbas fue expulsado del FLN por un Gobierno apoyado por la coalición militar encabezada por el radical Ben Bella (que había emigrado a Argelia desde su ciudad natal de Marrakech). El FLN luchó para impedir la división por parte de Francia de las regiones del Sáhara del naciente Estado argelino, que el propio Ben Bella y el resto de dirigentes argelinos, como Bumedian, se negaron abandonar. Argelia, por tanto, no reconoce las legítimas reivindicaciones históricas de Marruecos; y en lugar de ello, la percepción argelina de las reiteradas demandas marroquíes es la de un intento de agredir al país cuya independencia había sido duramente conseguida, y presionarlo cuando se encontraba en su punto más débil. Esta es, a grandes rasgos, una parte de la historia de los desencuentros entre Argelia y Marruecos. Pero hay más. El 3 de abril de 2000, cuando el presidente argelino asistió a la Cumbre de El Cairo entre la Unión Europea y África, Abdelaziz Buteflika mantuvo un breve encuentro con el Rey Mohamed VI con el objetivo de dar un nuevo enfoque a sus relaciones bilaterales deterioradas desde hacía 25 años. Era la primera reunión entre dos dirigentes de ambos países desde que en 1993 el Rey Hasan II y Liamin Zerual se entrevistaran en la frontera común gracias a la mediación del Rey Fahd de Arabia Saudí. Desde entonces, las relaciones entre ambos líderes han estado marcadas por una estrategia de tensión-distensión que ha tenido dos resultados visibles: de un lado, la no resolución del problema del Sáhara Occidental. De otro, y como consecuencia, las nulas posibilidades de éxito de cualquier proyecto de integración regional en el Magreb.

Periodo crítico
En marzo de 2002, las relaciones entre Marruecos y Argelia atravesaron un periodo especialmente crítico a causa del Memorando entregado por Marruecos al Secretario General de la ONU, Kofi Annan, en el que, entre otros puntos, Rabat reiteraba su legítima soberanía sobre los territorios saharauis argumentando que en 1975 el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de La Haya dio a conocer su veredicto, reconociendo la existencia de “lazos de pleitesía entre las diversas tribus del Sáhara y los Sultanes de Marruecos”.  La celebración de la XVII Cumbre de la Liga Árabe los días 22 y 23 de marzo de 2005 en Argel, propició la primera visita oficial del Rey Mohamed VI a Argelia desde su llegada al trono en 1999. El encuentro del monarca marroquí y el presidente argelino Buteflika pretendía dar un paso adelante para el relanzamiento de la UMA. El propio Rey de Marruecos anunció entonces su decidida apuesta por “una unión magrebí fuerte que sea base de unidad de los pueblos árabes y que permita a los países adquirir peso tanto en el entorno euromediterráneo y africano como en la escena internacional”; sin pronunciarse sobre el problema del Sáhara. El clima de entendimiento era, pues, patente; más aún con el anuncio de la celebración, en Libia, prevista para el 25 de mayo de ese año, de la que sería la primera Cumbre de la UMA, desde su paralización en 1994. Pero, poco después de la reunión de Argel, Abdelaziz Buteflika inició una gira por Latinoamérica, en la que comparó el problema de los saharauis con el de la población palestina, lo que irritó profundamente a Marruecos.

Ruptura de conversaciones
La ruptura de las restablecidas conversaciones no se hizo esperar, produciéndose cuatro días antes de la esperada Cumbre de Libia. Entonces, y coincidiendo con el 32 aniversario del Frente Polisario, el presidente Buteflika anunció que acudiría a este encuentro “sin renunciar de los principios” de su apoyo al Frente Polisario, lo que dejó patente en su discurso. Desde ese momento, las relaciones bilaterales entre Argelia y Marruecos siguen estancadas; a lo que hay que sumar las escaramuzas diplomáticas en el seno de la ONU por la cuestión del Sáhara. Pero Argelia ya se ha quedado sin argumentos contra Marruecos. La pretendida condena de la ONU por el asunto de los derechos humanos en el Sáhara no prosperó; y la credibilidad de Argelia quedó seriamente cuestionada, ya que donde no se cumplen los derechos humanos son en los campamentos de Tinduf y Rabuni. Por eso, Argelia arremete ahora con el tráfico de drogas en la frontera argelino-marroquí, denunciando el apresamiento de 100 toneladas de hachís. ¿Cuál fue la cantidad que entró en Argelia? Marruecos, por su parte, condenó el pasado día 15 “la acusación sistemática de Argelia para con el Reino en lo que se refiere a la lucha contra la droga, una actitud política de las autoridades argelinas para mantener el ‘statu quo’ que no sirve sino a los intereses de los traficantes de droga y las redes”. Obsérvese que Marruecos ha sido felicitado reiteradamente por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga por sus denodados esfuerzos en reducir progresivamente las plantaciones de cannabis, lo que es un hecho perfectamente constatable.

Aparato de propaganda
Para toda esa estrategia antimarroquí, Argelia destina millones de dólares y cuenta con un impresionante aparato propagandístico bien engrasado, que sigue el modelo del KGB ruso, llegando a todas partes, y con gran eco mediático. Mientras, Marruecos sigue teniendo un histórico déficit de comunicación, y no ha sabido ‘vender’ los grandes logros y avances del país bajo la égida de Mohamed VI, que lo ha convertido en todo un referente en África y en el mundo. ¿De qué lado se inclina la balanza? Resumiendo: para no hipotecar el futuro del Magreb, y más allá de las pretensiones particulares, los países magrebíes deberían hacer un esfuerzo de ‘olvido diplomático’ para conseguir la estabilidad horizontal. Comenzando por las relaciones entre sus dos potencias, Marruecos y Argelia, en definitiva, los verdaderos motores del proceso (ver ‘La enemistad histórica entre Argelia y Marruecos: obstáculo para la integración magrebí’, Luz María Selas, Marruecos-Digital, 2006). ¿Por qué nada ha cambiado desde entonces? ¿Qué tiene que ver Francia, la exmetrópoli, en todo este asunto? La expresión ‘Françafrique’, para denunciar la acción neocolonial de Francia en África, es bastante elocuente y clarificadora.
 

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