Opinión

Argelia, un país enfermo de sus dirigentes

Ramón Moreno Castilla
 
 
Siguiendo el hilo conductor de mi último artículo, “El Polisario al desnudo”, que tanto eco mediático ha tenido en las agencias de noticias y medios de comunicación de Marruecos y del resto del Magreb, y donde señalaba las acusaciones del Informe de la OLAF (Oficina Europea de Lucha Contra el Fraude), en el cual se afirma la implicación de la cúpula del Frente Polisario y de autoridades civiles y militares argelinas en el desvío sistemático de las ayudas europeas con destino a la población saharaui de los campos de refugiados de Tinduf; hoy nos tenemos que referir inexcusablemente a Argelia, un país preso de sus propias contradicciones desde el mismo momento en que el Frente de Liberación Nacional (FLN) lograra, el 3 de julio de 1962, la  independencia de la metrópoli francesa después de que desde 1830 Argelia fuera una colonia más de Francia en el Norte de África, considerada eufemísticamente “provincia”. Un país que, por otra parte sigue aquejado de una grave patología producida históricamente por sus propios dirigentes políticos y, sobre todo, por los militares que han acaparado el poder desde entonces; y donde sobresale el todopoderoso y omnipresente DRS (inteligencia militar heredada de la etapa colonial), que es quién manda en Argelia, donde el presidente es una mera figura decorativa.
 
En la historia reciente de Argelia encontramos hechos y situaciones que para nada  favorecen la imagen de este país en el mundo, ya que como dice un viejo refrán, “el que siembra vientos recoge tempestades”; y eso precisamente, es lo que le sucede a Argelia que ha tenido sistémicamente muy malas cosechas. El sufrido pueblo argelino ha sido el gran perjudicado de toda una política basada exclusivamente en la represión y la falta de libertades democráticas, y en el control de la inmensa riqueza producida por los hidrocarburos; cuyos beneficios no han revertido en los argelinos sino en las élites civiles y militares que han actuado, y siguen actuando a sus anchas. Pero, pese a los numerosos y graves problemas de Argelia, hay uno que magnifica la intrahistoria de este país magrebí: se trata de la “riqueza nacional”, los hidrocarburos, en manos de unos pocos. En un magnífico y esclarecedor libro histórico del ingeniero del petróleo, Hocine Malti, publicado en la edición La Découverte, titulado “La historia secreta del petróleo argelino”, este autor hace un exhaustivo balance de los grandes momentos de la historia del petróleo argelino, después de la creación de Sonatrach en 1965. Así vemos, que la faceta más ignorada de la historia de la Argelia contemporánea es, ciertamente, el asunto del petróleo, que sobrepasa cualquier otro aspecto de la vida social y económica del sufrido pueblo argelino.
 
La enorme dimensión política del libro de Malti trasciende el aspecto técnico. Ese petróleo, que se suponía era una “ganga” para Argelia y una poderosa palanca para su desarrollo, se ha convertido en una auténtica maldición por dos razones fundamentales: una económica, debido a lo que se ha dado en llamar la “enfermedad holandesa”, que consiste en la irrupción en un país de una riqueza única y súbita que termina por erosionar la competitividad de su economía, haciéndola dependiente de una situación de renta, con todo lo que ello implica de inflación, y de sustitución de una economía productiva por una economía de renta. La segunda causa es de orden político. Es lo que el autor denomina, “Argelia enferma de sus dirigentes”. Hocine Malti explica que Argelia está enferma de sus dirigentes y no de su petróleo. Esos dirigentes despóticos han acaparado el poder por la fuerza delas armas al día siguiente de la independencia; un poder que ellos no han querido soltar hasta nuestros días.
 
El descubrimiento del petróleo en los años 50 del siglo pasado y su nacionalización en los años70 insufló una gran esperanza en la población argelina, ya que suponía el fin de 130 años de colonización francesa y una esperanza de reconstrucción del país y salir del subdesarrollo. El destino del pueblo argelino era esperanzador y la historia del petróleo argelino podría haber sido un “cuento de hadas”. Pero lamentablemente, la realidad que revela el libro de Malti es de todo punto diferente; lo que sabemos de los hidrocarburos argelinos es solo la punta del iceberg. Cincuenta años después podemos constatar que la felicidad del pueblo argelino ha sido robada por sus dirigentes, y el país se ha convertido en un infierno; y el destino de millones de argelinos ha sido malvivir y sufrimientos. Es más, como señala el autor, sangre y lágrimas. Al poder omnímodo que acapararon esos dirigentes, le siguió el férreo control de la riqueza del petróleo; es por ello, que la Argelia de hoy no es ni democrática, ni popular, ni mucho menos una república. La verdadera maldición de este país está en el sistema de gobierno instaurado por esos dirigentes que atribuye el poder a un hombre y a un puñado de generales.
 
A día de hoy el pueblo argelino depende al 98 % de la renta de los hidrocarburos; hasta tal extremo, que desde el comienzo de la década de los 80 la vida política del país está determinada por el precio del barril de crudo en el mercado internacional. En 1988 la caída del precio del petróleo provocó numerosas revueltas de la población argelina que costó 500 muertos por disparos del Ejército. Por el contrario, cuando los precios subieron y el barril de crudo se situó en 150 $ durante el periodo 2006-2007, el poder corrupto solo pensó en construir la segunda gran mezquita del mundo, después de La Meca, lo que tenía un doble objetivo: uno, concitar la simpatía de los votantes del FIS (Frente Islámico de Salvación); y dos, superar la gran mezquita Hassan II de Casablanca.
 
Por otro lado, y según narra Hocine Malti en su demoledor libro, detrás de un discurso grandilocuente de lucha contra la corrupción que los dirigentes argelinos querían dar al mundo, exorbitantes cantidades de dinero de la riqueza del petróleo fueron sustraídas en los años 80 para engrosar cuentas personales de la cúpula dirigente y someter a la población. Con la llegada al poder en 1999 de Abdelaziz Bouteflika, un simple presidente de fachada, se ha constatado un aumento generalizado de la corrupción, que ha traspasado el propio poder para instalarse en miembros de su familia y en algunos sectores de la sociedad argelina. En todo este tiempo del mandato de Bouteflika, y dadas sus ansias de poder, hemos asistido a la destrucción de los valores morales del pueblo argelino, y se han pisoteado los intereses supremos del país por la promulgación en 2005 de la ley de hidrocarburos que permitió a las empresas extranjeras el control de las riquezas del subsuelo de Argelia. Durante este periodo, algunos jefes militares han llegado al punto de cometer actos de espionaje por cuenta de empresas extranjeras, como es el caso de la empresa mixta argelino-norteamericana Brown and Root Condor (en la que fue implicado Klelil, amigo personal de Bouteflica) que fue adjudicataria de contratos millonarios de seguridad, que depende de las Fuerzas Armadas.
 
Según revela Malti en su libro, 1 500 millones de dólares costó la compra de material militar, como maletas con sofisticados sistemas de comunicaciones para, primero gestionar cuestiones militares, simular operaciones militares y definir todas las estrategias militares. Toda la estrategia de las armas y la organización de sus componentes humanos y militares estaban diseñados en esas maletas, que los Servicios Especiales rusos informaron a los militares argelinos que esas maletas estaban conectadas con escuchas de la CIA. Malti concluye que “el asunto de BRC fue destapado por el DRS para desacreditar al clan Tewfit a fin de revelar un dossier sobre la corrupción”. Bouteflika replicó a su vez con otro dossier incriminando al DRS; haciendo al final un pacto para que no hubieran “ni vencedores ni vencidos”. Sonatrach, que es el buque insignia del régimen padece la misma enfermedad según un experto que fue uno de sus fundadores: “Enferma en razón de la propagación de la corrupción a través de todas sus estructuras; enferma asimismo de una gestión inquisitorial del personal y enferma de la ausencia de una política bien definida de los hidrocarburos”. Un ejemplo donde no se asimila la buena gobernanza: entre 2004 y 2009 el precio del barril del petróleo llegó a los 150 $ el barril, la previsión de Argelia era de 19 $. La diferencia entre un precio y otro no aparecen en las cuentas del Estado ni sufrieron ningún control. ¿Dónde fue a parar todo ese dinero?
 
En definitiva, y a la vista de lo ya expuesto sobre la situación de Argelia y su petróleo, que se denuncia en el libro de Hocine Malti ya citado, “La historia secreta del petróleo argelino”, tenemos que convenir que si bien en el mundo cada país tiene sus propios Servicios de Inteligencia; el DRS, tiene su propio país. Es más, no es una osadía afirmar que el DRS es un cáncer para Argelia; y en esa línea patológica que aqueja a este país, tampoco es ocioso afirmar que el Polisario es la metástasis del Magreb...