Opinión

Catar y la sorprendente acusación de ayudar al terrorismo

Pedro Canales

La ruptura de relaciones diplomáticas entre las monarquías árabes de Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos y Bahrein, además de Yemen y Egipto, no sólo supone una crisis sin precedentes en el Golfo, sino que va más allá y cuestiona la ambigüedad de las relaciones entre los principales países occidentales y los Estados confesionales que adoptan el Islam como fundamento estatal, negando al mismo tiempo a sus poblaciones los más elementales derechos y libertades democráticas.

Catar es acusado de sostener y financiar el terrorismo. En el momento en que Occidente se conmueve por los atentados criminales de Londres, esta acusación al pequeño emirato, está cargada de malos presagios.

Para entender el alcance de este inicio de crisis, es necesario examinar la cuestión en sus detalles, pero también tener en cuenta otros aspectos relacionados con ella.

1.- En primer lugar, hay que diferenciar entre el apoyo público y explícito que Catar otorga a la cofradía internacional de los Hermanos Musulmanes, y las sospechas de su compromiso con los grupos terroristas.

El pequeño emirato se ha convertido en un centro del islamismo mundial, como lo son igualmente Arabia Saudita, Turquía e Irán en lo que respecta al chiismo. La monarquía catarí es de confesión wahabita, igual que la saudí, y ambas se disputan el liderazgo ideológico del Islam tradicionalista.

Si Arabia Saudita tiene el privilegio incontestable de albergar las ciudades santas de La Meca y Medina, lo que la convierte en el centro de atracción de decena de millones de peregrinos cada año; Catar está dotada de enormes medios financieros, una diplomacia muy agresiva y una aureola de poder mediático soft en torno al holding Al Yazira.

Arabia Saudita está dirigida por una casta real wahabita, la dinastía Al Saud, que cuenta con diez mil príncipes en sus filas; Catar, también wahabita, está dirigida por la dinastía Al Thani, con sus tres mil príncipes. La primera tiene la imagen de conservadora y la segunda de modernista; la primera apoya a los movimientos islámicos de carácter salafista y la segunda a los fundamentalistas que siguen la línea ideológica que predican los Hermanos Musulmanes.

Sin embargo, ni la una, ni la otra, apoyan oficialmente los movimientos terroristas.

Arabia Saudita ha admitido que algunos príncipes y magnates saudíes han apoyado al creador del movimiento terrorista Al Qaeda, Osama bin Laden, cuya nacionalidad saudí le fue retirada; Catar admite que miembros de la familia Al Thani y otros hombres de negocio, puedan apoyar a movimientos calificados como terroristas.

2.- En segundo lugar, no hay que minimizar el papel que en toda esta crisis juegan los Estados Unidos. No es casualidad que la ruptura de relaciones entre Arabia Saudita y sus alidos con Catar, se produzca días después de que el presidente norteamericano Donald Trump haya visitado Riad y mantenido discusiones con la Familia real saudí, de la que ha sacado contratos de venta de armas multimillonarios.

Pero también hay que tener en cuenta que Catar alberga una de las bases estratégicas más importantes que tienen los EEUU en la región asiática, en base a un Tratado firmado hace 22 años, en la que se encuentra instalado el CENTCOM. ¿Se puede pensar por un momento que los diferentes servicios secretos estadounidenses, civiles y militares, todos ellos presentes en Catar, no supiesen de ese apoyo al terrorismo? Sencillamente, imposible.

3.- El tercer aspecto es el de las estrechas relaciones económico-financieras que existen entre el emirato catarí y los países occidentales. Doha posee inversiones en más de 50 países, en las finanzas, la industria, los servicios, los medios de comunicación, la moda, el futbol o el sector inmobiliario. París, Barcelona, Londres, Milán, son capitales en las que la presencia catarí es notoria. El QIA (Qatar Investment Authority) es el segundo inversor mundial en hotelería de lujo. Pero sus inversiones en Estados Unidos son mínimas.

4.- Apoyo a la Yihad mundial. Desde Catar han salido aviones cargados de armas para los grupos yihadistas de Iraq, Somalia, Gaza, Sudán, Siria o Malí.  En el antiguo paraíso de Gadafi, el movimiento Fajr Libya (Alba de Libia) dirigido por el terrorista en busca y captura Abdelhakim Belhaj, es su principal protegido. Todos los cargos que parten de Doha fletados por inversores privados cataríes, son controlados por los servicios secretos del CENTCOM estadounidense.

Un Informe elaborado por el Center on Sanctions and Illicit Finances, señala que en su capital Doha se detecta una fuerte concentración de donaciones privadas para la Yihad armada, e identifica los mecenas que financian Al Nosra en Siria, Al Shabab en Somalia, AQMI (Al Qaeda del Magreb Islámico) en el Sahel, el MUJAO (Movimiento por la Unidad de la Yihad en Africa Occidental), los Talibanes, e incluso, según un Informe del Tesoro norteamericano de 2014, el Estado Islámico.

Si el apoyo armado a los grupos yihadistas es privado, el otorgado a los propagandistas radicales es público. Catar da refugio, ayuda y apoyo logístico a líderes notorios de los Hermanos Musulmanes, como el argelino Abassi Madani, el egipcio Yussef el Qaradaui, el libio Ali Sallabi, el tunecino Rafiq Abdusalam yerno del líder de Enahda Rachid Ghanuchi, y que ha dirigido la sección internacional de investigación en la cadena Al Yazira. El intelectual catarí Jassim Sultan, apadrina con su Fundación todos los predicadores más radicales del mundo musulmán.

Las acusaciones hechas a Catar de financiar el terrorismo, no deben sin embargo hacer olvidar que el apoyo a los movimientos yihadistas y a los grupos armados que combaten gobiernos infieles y descreídos, no es privilegio del emirato catarí.

El vicepresidente norteamericano Joe Biden, denunció públicamente en una conferencia en la Universidad de Harvard que “los aliados sunitas de América son los responsables del financiamiento de Al Qaeda y del Estado Islámico, principalmente Turquía, Arabia Saudita, Kuwait y Catar”. Desde que Biden lanzase semejantes acusaciones hace ya tres años, Occidente no ha tomado ninguna medida digna de mención al respecto.