Opinión

Confianza imprescindible

Javier Fernández Arribas

Pie de foto: Imangen del director del FBI, James Comey

Sabemos lo que sabemos sobre las malas relaciones del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, con sus agencias de inteligencia. A cualquiera se le puede ocurrir que lo que no sabemos es lo realmente importante. La impresión de muchos analistas especializados y, sobre todo, con largos años de experiencia donde pensaban que habían asistido a todo tipo de circunstancias y nada les podría llamar la atención, es que es un verdadero suicidio para el presidente Trump, para las propias agencias y para los Estados Unidos una situación como la que se está viviendo.

Todos somos conscientes del sistema de contrapesos en los poderes que rigen la vida de los norteamericanos, desde el Judicial, el Legislativo o el Ejecutivo a la hora de garantizar la estabilidad, las leyes y la seguridad nacional. Trump acusa a Obama de haber ordenado que le espiaran durante la campaña electoral. La respuesta ha sido, por parte del FBI, que la investigación en marcha es la influencia que tuvieron los hackers rusos al mando del Kremlin con los datos que obtuvieron del equipo de campaña electoral de la demócrata Hullary Clinton. Un duro golpe para el magnate que está sufriendo los controles de la democracia a la hora de tratar de imponer sus desesos por decreto.

Primero fueron los jueces con la prohibición de entrada a los Estados Unidos de musulmanes originarios de 7 países, luego lo dejó en 6 para no destrozar la labor de muchos años en Irak y ahora prohibe que estas personas, autorizadas por la Justicia norteamericana a viajar debidamente acreditados, que suban a la cabina de los aviones con aparatos electrónicos. Una ocurrencia más porque habría que recordarle al presidente Trump que tanto los autores de los atentados perpetrados en Estados Unidos en nombre de los terroristas del Daesh, como las armas utilizadas, ya estaban en territorio estadounidense.  

El FBI investiga qué papel juega Rusia en la actual administración norteamericana. Su jefe, James Comey, tiene mérito porque es lo los pocos altos cargos de la era Obama que sigue en su cargo porque abrió de nuevo la investigación sobre el uso de un servidor particular para asuntos oficiales por parte de Hillary Clinton. No gustó nada, ahora tampoco gusta nada que investigue a los rusos. Más allá de conspiraciones, especulaciones y Hollywood, es bueno que las instituciones hagan su trabajo, aunque no le guste al presdiente Trump.