Crimen organizado y terrorismo islámico, las dos caras de una misma moneda

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: El Secretario General del Partido de Dios (Hezbolá) de Líbano, Hassan Nasrallah.

Daesh en Siria, los Talibán en Afganistán, y Al Shabbaab en Somalia, entre otros. A estos grupos terroristas no solamente les define la violencia extrema para imponer una visión genuina del Islám, sino que todos llevan a cabo actividades de crimen organizado para financiar sus actividades terroristas. La organización terrorista Daesh, no sólo funciona como tal, sino que la venta ilegal de petróleo la convierte, asimismo, en una banda de crimen organizado. Igualmente, en Afganistán, los cultivos de opio representan una importante fuente de financiación para los talibanes. Casos de tal envergadura no sólo se registran en Irak, Siria, Somalia o Mali, sino también en el seno de Europa, en donde el tráfico de personas y de drogas es habitual entre los miembros más radicales de las comunidades musulmanas para después financiar a los grupos u organizaciones terroristas afines.

A pesar de la escasa cobertura mediática, los vínculos entre el crimen organizado y el terrorismo no es ninguna novedad. Tampoco el hecho de que los grupos radicales islámicos se han convertido en auténticas bandas de crimen organizado. Uno de los casos más antiguos se remonta a los años 80, cuando el grupo El Jihad, responsable del asesinato del presidente egipcio Anwar Sadat durante un desfile, financió sus ataques con robos a varias joyerías cuyos dueños eran cristianos. Asimismo, el primer atentado contra las Torres Gemelas, de 26 de febrero 1993, planeado por la organización terrorista Al Qaeda, habría sido financiado en parte con la venta de camisetas piratas. El ex líder de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Mokhtar Belmokhtar, se ha ganado el apodo de “el hombre Malboro”, debido a sus conocidas actividades de contrabando de cigarrillos. AQMI ha sido uno de los grupos más activos en cuanto  a actividades criminales se refiere. Secuestros de occidentales, tráfico de drogas y robos de bancos han sido los actos criminales más habituales de la franquicia de Al Qaeda en el norte de África.

En suelo europeo, aunque no hay una investigación clara que lo confirme, es posible que bandas criminales de origen pakistaní estuvieran financiando actividades de grupos y/o organizaciones terroristas afines a base de una auténtica red de explotación sexual a menores. En 2014, un informe de la profesora Alexis Jay denunció que entre 1997 y 2013 hubo más de 1.400 casos de abusos sexuales a menores captadas por miembros de una banda de crimen organizada constituida principalmente por asiáticos, la mayor parte de ellos paquistaníes, con base, principalmente, en Rotherham; aunque el entramado se extiende a varias localidades de Reino Unido. En febrero de 2015, la policía británica detuvo a 45 miembros paquistaníes, aunque varias fuentes aseguran que los casos de abusos a menores, a pesar de haber sido denunciados en varias ocasiones, han sido ignorados sistemáticamente por las autoridades responsables, por el miedo a ser tachadas de racistas. Esto hizo que se vaya alimentando una trama de crimen organizado que podría financiar desde suelo europeo actividades terroristas que podrían tener como objetivo los propios países de la propia Unión Europea.

Simbiosis crimen organizado-terrorismo

A pesar de que el foco se centra en el terrorismo, el crimen organizado es responsable de un mayor número de víctimas mortales al año, que sumado a la imprevisibilidad las organizaciones terroristas, hace que juntos desestabilicen los pilares sociales, culturales, políticos y civiles de los Estados occidentales.

El crimen organizado, en sus distintas formas – tráfico de drogas, de armas y de personas, la ciberdelincuencia, el blanqueo de capitales, la trata de seres humanos – no sólo afecta a los países más vulnerables en donde la ley brilla por su ausencia, sino también en los estados más desarrollados, en donde la criminalidad en este sentido es cada vez más elevada y es susceptible de debilitar las estructuras de los estados, socavar la seguridad de sus sociedades, desgastar su desarrollo, y mermar los derechos de la población. El crimen organizado transnacional mueve al año cientos de miles de millones de dólares. De acuerdo con las últimas estadísticas proporcionadas por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), en 2009 éste generaba alrededor de 870 billones de dólares, lo que equivalía a 1,5% del PIB mundial. Así, según el organismo, si el crimen organizado representaría a un Estado, éste formaría parte del G20; sólo el narcotráfico produce alrededor de 320.000 millones de dólares al año. La trata de personas para fines de explotación sexual y laboral es un tipo de delito en continuo ascenso. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, las mujeres y los niños son los grupos más afectados, y sólo en Europa genera alrededor de 3.000 millones de dólares al año y perjudica a alrededor de 70.000 personas. La cifra de víctimas mortales relacionadas con el crimen organizado es difícil de calcular, siendo ésta del orden de los millones. Únicamente la trata de seres humanos genera anualmente alrededor de 2.4 millones de víctimas, según UNODC.

Mientras que el terrorismo, es un fenómeno en continua expansión y una seria amenaza a la seguridad internacional. Si nos atenemos a los últimos datos proporcionados por el Índice de Terrorismo Global de 2015, en 2014, el número total de muertes a causa del terrorismo incrementó un 80% respecto a 2013, con un total de 32.685 víctimas contabilizadas. Cerca de un 78% se concentró en Irak, Siria, Afganistán, Pakistán y Nigeria. No obstante, como se ha visto, países de Occidente, como Francia, están seriamente expuestos a la amenaza del terrorismo islámico. A pesar de que hay numerosos grupos terroristas que operan en el mundo, especialmente letales se han mostrado Boko Haram, que opera principalmente en Nigeria, y Daesh. Estos dos grupos, han sido responsables del 51% de todas las muertes por terrorismo registradas en 2014.

Si tanto el crimen organizado como el terrorismo, por separado, constituyen fuertes amenazas a la seguridad global, juntos pueden a suponer un desafío incalculable de consecuencias aún mayores. A pesar de que los miembros de unos y otros tienen intereses y objetivos diferentes, desde hace tiempo ambos mantienen una relación que podría asimilarse a un “matrimonio de conveniencia”, en donde unos y otros se aprovechan mutuamente de las ventajas que esta relación les proporciona. Por una parte, les permite a unos asegurarse áreas de total impunidad, al negociar rutas para el tráfico de drogas, armas, bienes o personas, a través de los territorios controlados por distintos grupos terroristas, y por otra, facilita a estos últimos la financiación y/o la consecución de armas. Especialmente relevante es la región del Sahel, en donde las redes de crimen organizado colaboran con los distintos grupos que operan en la región. La ausencia de gobierno y la inestabilidad de algunos países africanos es lo que permite que el tráfico de drogas procedente de América Latina, pero también desde el interior del continente africano, fluya hacía su destino final. Lo mismo pasaría en el caso del tráfico de armas y de personas.

La Administración de Lucha contra la Droga de Estados Unidos ya en 2010 tenía constancia de que la organización Al Qaeda estaba cobrando una determinada tasa de protección a las FARC para asegurar el tráfico de droga en la región. Aunque, los vínculos de la organización terrorista con los grupos de crimen organizado de América Latina se remontan a principios de los años 90, siendo en la actualidad una colaboración casi imprescindible de beneficio mutuo.

Debido a la creciente convergencia entre el crimen organizado y el terrorismo, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó por primera vez a finales de 2014 una Resolución (2195/2014) relacionada con el fenómeno, e instó a los gobiernos a utilizar todas las herramientas a su disposición para minar los lazos que une a estos grupos.

¿Quién es quién?

La línea de separación entre el crimen organizado y el terrorismo se ha hecho cada vez más tenue, tanto que los secuestros, el tráfico de drogas o de personas, y las redes de explotación sexual, entre otras, convierten a los grupos terroristas en auténticas bandas de crimen organizado. En el marco de la Unión Europea, de acuerdo con la información proporcionada por la Oficina Europea de Policía (Europol), los vínculos entre los grupos de crimen organizado y el terrorismo han sido un fenómeno limitado. Sin embargo, en un estudio realizado en marzo de 2015, indica que cerca de 200 personas se han registrado como implicadas tanto en actividades de crimen organizado como en terrorismo, la mitad de ellas perteneciente al grupo de los combatientes extranjeros. El porcentaje restante está conformado por yihadistas del Cáucaso del Norte (20%), y pertenecientes a organizaciones como Hezbolá, Al Qaeda, Lashkar-e-Taiba, Al Shabbaab y Hamas. Tal como revela el estudio, las principales actividades de crimen organizado desarrolladas por estos individuos son el lavado de dinero, delitos contra la propiedad, tráfico de armas, inmigración irregular y tráfico de drogas. Especialmente activos en este sentido son los miembros de Hezbolá que llevan a cabo actividades de lavado de dinero como método de autofinanciación. Mientras que en el caso de los combatientes extranjeros son habituales los delitos contra la propiedad, así como el contrabando de drogas, actuando de intermediarios en las principales rutas de tráfico. Tal como asegura la Unión Europea, determinados sitios tienen un elevado riesgo de poner en contacto a las redes de crimen organizado y a los miembros terroristas. En este sentido, las prisiones representan una de las principales causas de radicalización, dado que la mayor parte de los combatientes extranjeros han estado previamente encarcelados por delitos vinculados al crimen organizado. Internet, por su parte, facilita igualmente la conexión entre los distintos grupos. La Darknet, o la red oscura, ha sido tradicionalmente el sitio frecuentado especialmente por los miembros del crimen organizado, no obstante, el hecho de que últimamente miembros de determinados grupos terroristas, como Daesh, hallan empezado a interactuar dentro de la misma, pone de manifiesto un cambio de estrategia, y revela una posible y peligrosa interacción dentro de esta red que concede la cuasi absoluta anonimidad de sus usuarios.

Crimen organizado y terrorismo en América Latina

A pesar de la gran resonancia que el terrorismo tiene en Oriente Medio, África e, incluso, Europa, la presencia de grupos terroristas en América Latina está más que documentada. Múltiples investigaciones revelan la presencia de grupos radicales islámicos también en esta región en donde colaboran estrechamente con las redes de crimen organizado, especialmente con los de narcotráfico. Uno de los que cuentan con una presencia bastante sólida en la región es el grupo libanés Hezbolá que ha establecido en América Latina una fuerte base para el lavado de dinero y tráfico de personas, fundamentalmente. En este sentido, esta organización terrorista representaría el mejor ejemplo de cómo una organización terrorista está incrementando sus ingresos a través de actividades criminales vinculados con el narcotráfico en la región de América Latina. De acuerdo con el experto en terrorismo, Charles Asher, Hezbolá es en la actualidad uno de los mayores exportadores de drogas desde América del Sur hacia África y Europa, así como una de las mayores organizaciones de lavado de dinero del mundo.

La presencia de Hezbolá en América Latina data desde la mitad de los años 80 cuando los primeros operativos llegaron para instalarse en lo que se conoce como Triple Frontera (Argentina, Paraguay y Brasil) en donde encontró un sitio seguro para lavado de dinero, reclutamiento y planificación de actividades terroristas, que luego se ha extendido a otras como tráfico de drogas y armas, falsificación de documentos y el pirateo de software y música. La histórica inmigración de Siria y Líbano a América Latina ha propiciado el desarrollo de una comunidad musulmana que tanto en el caso de Argentina como en el de Brasil, supera el millón personas, en donde la existencia de gobiernos débiles y/o corruptos han beneficiado la presencia de determinados grupos islámicos fundamentalistas, favorecidos, en parte, también por la impunidad de la que han gozado. Uno de los mayores patrocinadores de las actividades de Hezbolá en la región, ha sido el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, que habría concedido apoyo financiero al grupo, además de “alojamiento” en la isla Margarita.

Los vínculos crimen organizado-terrorismo no sólo son cada vez más estrechos, sino que se han difuminado, y en la actualidad no se puede hacer una distinción clara en este sentido. El fenómeno necesita una respuesta contundente y urgente por parte de la Sociedad Internacional para que el proceso no se vuelva irreversible. Una colaboración clara y un compromiso firme de los Estados se erigen como vitales para desactivar esta bomba de relojería que amenaza la seguridad y la estabilidad globales.

Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato