Opinión

Cuidado con el Rif

Javier Fernández Arribas

Las protestas en el Rif pueden provocar una inestabilidad en todo Marruecos de consecuencias impredecibles. También existe la posibilidad de que la situación que se ha ido extendiendo por toda la región e, incluso, por otras ciudades del país, como la capital Rabat, sea una oportunidad para cambiar esquemas de poder antiguos. El movimiento de protesta que se ha ido compactando desde hace seis meses, tras la inaceptable muerte de un vendedor de pescado en un contenedor de basura, ha servido para que muchas fuerzas políticas y sociales aprovechen la oportunidad para plantear sus reivindicaciones. También para medir sus fuerzas, como hizo el movimiento islamista tolerado Justicia y Caridad el pasado domingo con una demostración de fuerza bastante notable. La situación de precariedad, de marginación, de necesidades, de falta de oportunidades en una zona como el Rif que históricamente ha demostrado su carácter bereber propio y levantisco ante el poder monárquico del abuelo y, sobre todo, del padre del actual rey es inadmisible para una sociedad como la marroquí que lleva varios años de desarrollo y progreso.

Las miradas de odio y recriminación por las penurias que sufren los habitantes del Rif se fijan en las autoridades regionales y locales, más que en el rey Mohamed VI. Es más, los analistas marroquíes consideran que el Rey tiene una oportunidad para lograr la modernización de una región y vencer la resistencia de los poderes locales que pretenden mantener sus privilegios. Mohamed VI ha logrado en sus años de reinado modernizar la economía, el comercio, las infraestructuras, la política, los sindicatos o la situación de la mujer en Marruecos, pero no ha logrado superar la herencia recibida de su padre, Hassan ii, denominada como Majzen. Este círculo de poder en torno a la corona que ha manejado durante décadas los hilos más determinantes del poder político, económico, militar, religioso y social de Marruecos y que se resiste a perder su influencia y prebendas en dos sectores: el religioso y el del poder político-administrativo en algunas regiones de Marruecos.

Desde hace años, Mohamed VI puso en marcha una reforma de la administración regional de Marruecos que tuvo como principal atractivo la autonomía que ofrecía para el Sáhara, pero muchos advirtieron que había otro objetivo fundamental, desarrollar política, económica y socialmente el norte del país donde se han invertido muchos millones de euros con el plan Metropole, entre otros, y el Rey fija su residencia veraniega en Alhucemas.