Opinión

Definitivamente, nos va la marcha

F. Javier Blasco

Llevo tiempo escribiendo sobre diversos cambios y movimientos que vienen sacudiendo al mundo, a sus diversas organizaciones políticas y a las llamadas sociedades civiles o ciudadanas. Parecía haberse cumplido con creces mis expectativas sobre lo que podría suceder y que ya, muchas cotas de lo increíble, estaban más que superadas. Pero, cada día, en uno u otro sentido, compruebo que somos capaces de superarnos. Que seguimos en la brecha y vamos de cabeza al desastre final, pero sin importarnos un rábano todas las advertencias que nos vienen apareciendo en propia o cabeza ajena.

Bien es cierto, que se dice que el hombre él es único animal capaz de tropezar dos veces en la misma piedra y yo añadiría que hasta tres, cuatro o más si es que fuera menester. De nada sirve el análisis de la historia más o menos reciente ni la nada despreciable importancia de la redacción, lectura y aplicación de las lecciones aprendidas de nuestros hechos pasados, cercanos e incluso recientes en el tiempo.

Sabemos la debacle que ha sacudido a Europa en los últimos siglos por varias causas, de las que destacan entre otras; el abandono de nuestros principios morales cristianos y el empecinamiento en los distintos aislacionismos y chovinismos. Ahora nos encontramos con la ausencia de una verdadera política exterior común, la incapacidad para defendernos sin el fuerte y decisivo apoyo de la OTAN y con el problema del azote del terrorismo yihadista; del que, aunque muchos piensan que es cosa de algunos alocados musulmanes allende de tierras bastante lejanas, está trufado, sostenido y ejecutado por personas marginadas que han nacido en nuestros barrios y poblaciones marginales.

Sabíamos que la inmigración descontrolada y poco atendida, sería origen, foco y alimento de millones de descontentos, quienes sintiéndose aislados, pisoteados y abandonados en sus lugares de nacimiento y, al mismo tiempo, extranjeros o hasta herejes en sus países de procedencia paterna, serían motivo de problemas de integración y acabarían originando otros mucho mayores. Hemos desatendido este verdadero hándicap y ahora nos encontramos que somos incapaces de corregirlo, nos hemos convertido en sus víctimas y es, entre otras, una de las causas para no tener una buena predisposición para acoger a verdaderos refugiados que llaman a nuestras puertas en busca de asilo. En un momento, en el que como se ha sabido hoy, se alcanza la nada despreciable cifra de 65 millones de refugiados y desplazados en todo el mundo.

Nadie puede ya obviar los desastres del marxismo y del comunismo en las vidas de las personas y el desarrollo de los pueblos y naciones. Pero ahora, tras largos años de democracia reposada, muchos, en casi toda Europa y en gran parte de centro y Sudamérica, vuelven a soñar con los principios de dichas tendencias y rescatan sus ideas, símbolos, cánticos y pancartas

Sabemos de sobra los nefastos resultados de los fascismos en sus diversas raíces y derivas que siempre apoyaron sus capacidades de expansión en los fuertes tentáculos de figuras populistas que, con su prosa embaucadora y el afán de predicar con un ejemplo mal entendido y totalmente engañoso, atraen a las masas despreocupadas de los diversos avances de la sociedad por considerarse ellas mismas como víctimas del abandono de las clases dirigentes y que solo con las prédicas y soflamas de estos falsos profetas, serán capaces de satisfacer sus necesidades básicas y no tanto. A pesar de o precisamente debido a ello, un tal Donald Trump, uno de los principales populistas de los últimos tiempos y el mayor aislacionista en el mundo, se ha convertido en presidente de EEUU y que, aunque lleva pocos meses en el puesto, ya se ha encargado de removerlo todo y hasta de encontrarse personalmente enfangado en sus propias amenazas y contradicciones.

Conocemos que la cabra siempre tira al monte, que nadie que se presenta como arrepentido deja de verdad de pensar y ensalzar sus ideas primitivas, recuperar los pasos perdidos, e incluso incrementarlos para no solo volver a la casilla de salida, sino, de ser posible, terminar la partida de forma precipitada y por goleada. Sin embargo, seguimos dando cierto grado de credibilidad a todo aquel que en un determinado momento se mostró, hasta un tanto sumiso y con afán de corregir sus errores y que, nada más ha podido, mostrar el verdadero valor y calado de sus dientes al clavárnoslos en nuestra yugular. Ejemplos de esto último tenemos varios tanto en Europa –donde prefiero no entrar en detalles-, Turquía, Oriente Medio, Asia y el Continente americano.

Pensamos que las crisis económicas y bancarias ya estaban superadas, que aquellos que mal gobernaron e incluso robaron estando a la cabeza de ciertos bancos y cajas eran cosa del pasado y que la mayoría de aquellos ya estaban entre rejas o a punto de ser llevar llevados a dicho paradisíaco lugar. Pero, ha vuelto a ocurrir; a pesar de todo tipo de controles, el tercer banco español ha sido vendido por un euro y una fuerte previsión para cubrir ciertos gastos, aunque no la devolución del coste de las acciones a cientos de miles de inversores.

Los errores de la aplicación de las leyes y la Justicia, deberían causar efectos y traer consecuencias; pero en muchos casos se tiene la impresión de que eso no ocurre en nuestro entorno. La férrea disciplina de la defensa del reo a pesar de todos los indicadores en su contra, supone que salga bien barato ser un terrorista de tomo y lomo o un violador consumado y sin ninguna posibilidad de corrección de su conducta. No importa la importante alarma social que esto aporte; no importa que el número de violaciones, asesinatos o abusos de género alcance cotas increíbles; lo importante, al parecer, es la “reinserción” del reo y la no imposición de penas ejemplarizantes porque estas, sin embargo, atentan a no sé qué derechos de las personas que delinquen y que ellos nunca aplican a sus víctimas. Fenómeno este que ya no es solo parte de una deriva de la justicia y judicatura nacional, sino también y en gran medida, de la internacional o colectiva.

Las situaciones y expresiones de odio alcanzan cotas increíbles; es verdaderamente patético observar como personas, declaradas tremendamente sensibles al más mínimo mal para cualquier ser vivo, en especial el animal, se transforme en una fuente de exabruptos y malos deseos contra aquellos que no lo entienden de dicha manera. Acabamos de ser testigos, por segunda vez en pocos meses, de los mensajes de odio contra un brillante torero que ha resultado muerto tras sufrir una cogida mortal en pleno desarrollo de su faena. Será por la defensa del toro, o por otras causas; pero la verdad es que es increíble lo que se ha publicado y jaleado al respecto.  

Una inmensa mayoría de españoles –yo no estaba incluido entre ellos- pensaba que el famoso Pedro Sánchez, el del no es no, y que tanto nos hizo penar y sufrir al conjunto de españoles durante un año de incertidumbre, no volvería a la arena política y aquí está, de nuevo reelegido, corregido y aumentado. Pobres de aquellos que se le opusieron, despreciaron y le negaron la sal y el agua dentro de su propio partido; pero mucho peor será para todos aquellos que no somos militantes ni votantes del PSOE si este señor, algún día, es capaz de poner en práctica todo lo que se propone y que nos presenta como nuevas ocurrencias sin reposar ni definir adecuadamente y que acabamos de conocer de primera mano –la suya- este fin de semana.  Tras más de un año de espera y zozobra, volvemos a más de lo mismo, aunque ya se sepa que lo propuesto, sea, de momento, irrealizable.

El político, al igual que el animal salvaje, se convierte en algo muy peligroso e incluso letal cuando se siente acorralado o herido; y no hay nada peor para herir a un político que descabalgarlo y despreciarlo, aunque esto hubiera sido preciso hacerlo. En muchos países esto no ocurre; cuando uno pierde, voluntaria o forzadamente, recoge sus bártulos y a otra cosa mariposa; aquí, en España, será por aquello de que somos diferentes, sucede todo lo contrario.

Hemos caído en la vorágine de las famosas primarias, no solo en España, sino en gran parte del mundo occidental. Un fenómeno que en cada país y/o partido político se entiende y aplica de diferente manera, pero que, en la mayoría de los casos, deja en manos de unos pocos militantes, más o menos radicalizados, el rumbo y la deriva de un partido que, como todos sabemos, no es propiedad de las directivas, pero tampoco de los militantes, sino de sus votantes. Recientemente, han sucedido casos de fracasos clamorosos en este sentido en todos los países de nuestro entorno a la hora de llegar al momento de la verdad, las auténticas elecciones. Francia, Reino Unido, Holanda y Alemania entre otros nos han mostrado claros ejemplos de lo dicho, donde partidos tradicionales y con mucha solera, debido a este fenómeno, han pasado a su mínima o nula expresión.

Dichos recientes resultados electorales han dejado claras varias cosas. Una de ellas es el fracaso de los populistas y separatistas. Pero, a pesar de esto, aquí seguimos dándole a la matraca con varias declaraciones e intenciones de independencia, e incluso, algunos partidos, considerados hasta hace poco constitucionalistas, se han apuntado al carro de las ideas poco claras y ambivalentes por el mero hecho de contentar a potenciales futuros compañeros de viaje, evitar que otros le roben más espacio o, simplemente, por conquistar un puñado de votos. No son conscientes del número de pelos, que se van a dejar en sus gateras.

Las llamadas democratizaciones o regeneraciones en los partidos políticos, solo demuestran que lo que realmente persiguen es un mayor control de los mismos, una rigidez en sus procedimientos y un blindaje del que sale ganador. No se busca la integración de los que opinan diferente al nuevo o renovado líder o de sus ideas, sino apartarlos de allí donde pueda influir. Rodearse de guardias pretorianas y una exigencia de disciplina de voto a aquellos a los que se les negó la que la quisieron imponer en su momento.

Nos habíamos prometido unos tiempos sosegados en los diversos parlamentos; era la hora de remangarse y ponerse a trabajar en serio, que los payasos de la política no volverían a protagonizar situaciones vergonzosas; pero, al menos en España esto no ocurre. Algunos políticos o partidos solo viven cara a la galería y precisan de sus constantes y variados números circenses para mantener el aliento de sus seguidores; quienes ciegamente e inasequibles al desaliento, continúan azuzándoles en calles, plazas e incluso desde las tribunas del público en los órganos parlamentarios.

Creíamos haber entendido el sentido de lo que se llama el bien común, el cumplimiento de las leyes y el desprecio de las intransigencias, privilegios y los paniaguados; pero veo que todavía quedan muchos en España y entre nuestros políticos que apoyan casos exclusivistas e incluso machistas como es el tema de la estiba a pesar no solo del daño para todos que se producen con estas huelgas salvajes, sino del hecho claro de que este mercado es muy exigente, precisa seguridades, continuidad y que está siempre dispuesto a cambiar de asentamiento de forma definitiva al menor problema que encuentre en su camino y expansión. No debemos olvidarnos del problema añadido que ello supone para un país que gran parte de su PIB lo centra en las exportaciones y que, una inmensa mayoría de estas se realizan por vía marítima.

Todos pensamos que el aislacionismo no es nada bueno en un mundo globalizado y transversal y mucho menos para favorecer el intercambio de información como una de las mejores herramientas para combatir el terrorismo; pero hemos visto como todo un país como Reino Unido, no solo ha caído en su propio engaño con el Brexit, sino que la poco previsora primera ministra, May anticipando alocadamente y sin razón -hasta en tres años- las elecciones, ha llevado a su partido y gobierno a una situación de gran inestabilidad interna y externa por esta y otras consecuencias derivadas de actos terroristas o de mala gestión gubernamental. Ahora, se encuentra a la deriva y muy poco respaldada en el momento de empezar unas duras negociaciones con la UE de las que no saldrá nada bueno para nadie.  

Lo dicho, y por no extenderme mucho más, a pesar de que las cosas son como son; que hay palpables ejemplos recientes en nuestro entorno y que ir contra natura, dejándose llevar por los pífanos y canticos de sirena de unos pocos que nos rodean sin tener en consideración lo que puede pensar la mayoría de los votantes, es una señal manifiesta de que nos va la marcha, de que no sabemos interpretar las lecciones aprendidas propias o ajenas o, de que ni siquiera sabemos lo que significa este concepto.