Opinión

Del frío al calor

F. Javier Blasco. Coronel en la Reserva

Pie de foto: Serguei Labrov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, con Rex Tillerson, secretario de Estados de Estados Unidos 

Es muy normal que en estas fechas del año las temperaturas cambien bruscamente y que, casi de la noche a la mañana, pasemos de llevar una o varias prendas de abrigo a usar manga corta, darnos un chapuzón en el mar, beber muchos refrescos y buscar cierto acomodo y sosiego a la sombra de una terraza o las incipientes hojas de los árboles que fructifican por primavera.

Un hecho, que a pesar de que no era normal hace unos años, porque se disfrutaba de un tiempo de verdadera y tranquila transición, ahora, en casi todos los rincones del mundo, se observa y sufre como algo natural a pesar de que todos sabemos que los cambios bruscos de temperatura afectan gravemente a nuestros cuerpos y mentes y no son nada buenos en general, ni para los animales ni para las plantas.

Las cosas se ven de distinta manera, algunos con la esperanza de la llegada y disfrute de lo que consideran el buen tiempo y otros, sin embargo, con cierta nostalgia de los momentos en los que el frío nos llevaba a situaciones de recogimiento y disfrute del conocido como el calor del hogar e incluso el abrazo tenue y cálido de las sabanas y mantas en nuestros merecidos tiempos de descanso.

No nos engañemos, el calor siempre altera nuestros comportamientos, nos irrita en demasía, sube la tensión arterial y nos lleva a buscar medidas artificiales para paliarlo. Recurrimos a ciertos subterfugios externos en los que encontrar acomodo y, a mirar fuera de nuestro entorno en busca de lugares acogedores y temperaturas más templadas.

Esta semi bucólica descripción de este fenómeno no es más que una de mis reflexiones sobre lo que está pasando en el circo internacional en el que nos encontramos en estos días, tras los últimos estertores del invierno que, con ciertos matices, han sido relativamente confortables, y hasta bastante previsibles, a pesar de lo mucho y difícil que ocurre dentro y fuera de nuestro entorno político directo e indirecto.

Así, tras determinados y variables impactos, hemos visto que el mundo se ha debido acomodar a los movimientos e irreflexivas decisiones del nuevo Tío Sam; que los británicos sigan erre que erre con su poco premeditado y nada sopesado Brexit; que Putin continúe buscando calderos de popularidad y prestigio internacional a pesar de sus múltiples fechorías y anexiones y, todos o más bien muchos, apuntaban a que sus “idílicas relaciones” político económicas con Trump estaban ya servidas sobre la mesa; en Oriente Medio, y a un ritmo bastante lento, continuaba la lucha contra el ISIS; Al Asad encontraba determinados acomodos a su futuro político si se portaba bien y no sacaba los pies del tiesto; China seguía con sus escarceos expansivos en las aguas que le rodean; los partidos populistas, aunque siguen aumentado la inquietud hacia ellos, no llegaban a tomar el cielo en Europa a falta de lo que ocurra pronto en Francia y Alemania; Kim Jong-Un seguía vociferando y amenazando, pero con poco recorrido y parecía que EEUU y China podrían llegar a un cierto entendimiento, parar a dicho sujeto y  establecer buenas relaciones bilaterales y de no agresión entre ambos en todos los campos.

Pero de pronto, llega la explosiva primavera y con su calor todo lo altera; hemos pasado en cuestión de días a cambiar de ropa y a variar casi todo el espectro político dibujado en el párrafo anterior. Muchas cosas se han venido al traste; los incipientes equilibrios en ciernes han desaparecido y las amenazas, ultimátums y líneas rojas se han vuelto a imponer. De hecho, han subido tanto o más que la temperatura ambiental y algunos agoreros ya preconizan que estamos en situación similar a la de los peores momentos de la famosa y ya casi olvidada Guerra Fría.

Si nos paramos a ver y analizar los detonantes de todo esto, encontramos que son varios y, en cierto modo, un tanto encadenados unos con los otros. Pero, dada su importancia quisiera dedicarle la mayor parte de mi atención al tema del empleo de armas químicas en Siria a principios de este mes y sus inmediatas consecuencias. Un hecho, que además de ser reprobable es muy deleznable por parte de quien las ha empleado, ha sido usado a modo de excusa para romper la poca estabilidad internacional que disfrutábamos.

Pronto, sin grandes pruebas fidedignas y sin haber esperado a los resultados de una investigación real, seria y fehaciente, al señor Trump, tras ver unos informativos (ciertamente manipulados) en sus televisiones favoritas, se le despiertan los calores mentales y todo aquello que había criticado duramente de sus antecesores y contrincantes para el puesto, es lo que decide poner en práctica.

Solicitó con urgencia a sus asesores tres opciones a realizar con cierta eficacia, dentro de sus posibilidades y sin dilación y, sin una gran reflexión, pronto se decide por una de ellas; mandar dos de sus fragatas en el Mediterráneo a que le muestren los dientes a Al Asad para que le infrinjan un aparatoso, que no efectivo, castigo sobre la base aérea desde donde, se “supone” que salieron las dichosas armas químicas.

Conocedor de que dicha base es empleada de forma conjunta por lo rusos, alguien le aconseja que les avise, no vaya a ser que se arme la marimorena con ellos y les dé unas horas para que se pongan a salvo. El ataque se lanza con todo tipo de detalles televisados y fotografías en tiempo real y aquí empieza la historia del cambio que yo ya he achacado a un subidón de su temperatura corporal.

Aunque, como decía, el ataque no ha sido nada efectivo, porque una base aérea es realmente castigada cuando sus pistas quedan inutilizadas por un largo periodo de tiempo y sus materiales aéreos son destruidos en una gran proporción. Los rusos se escaparon de la quema y me imagino que también lo hicieron la mayor parte de los materiales sirios con capacidad de vuelo. Para colmo de males, provocados o reales, la base no es casi afectada y se pudo seguir utilizando en menos de 24 horas. Pero, aquí otra gran mentira, el acto de agresión se vende como un completo éxito y cuyo resultado se cifra en la destrucción de un 20% de la capacidad aérea siria.

Cierto es que los sirios, tras seis años de continuas guerras, multitud de combates y la consiguiente fatiga de los materiales por su excesivo uso, la obsolencia y antigüedad de los mismos y la falta de un adecuado mantenimiento y piezas de repuesto, poseen unas capacidades militares bastante limitadas. Pero, calificar el ataque como un éxito y que dicha pérdida sea a causa de esta acción, hace inclinarse más hacia un acto más propagandístico que real y que, lo único que realmente significa, es que Trump ha querido mostrar su cambio de política y su decisión a retomar las condiciones, ya casi abandonadas durante varios años, para poder ejercer la hegemonía y el control de una zona a la que ya había condenado al ostracismo y donde no quiere que muchos cadáveres propios se produzcan por acciones de guerra.

Quiere recuperar el espacio y prestigio perdido dentro y fuera de casa y sobre todo plantarle cara a su mayor oponente, el zorro Putin, que, como se viene diciendo vulgarmente, le estaba comiendo la tostada en muchos frentes y además, jugaba con la incógnita de una potencial amistad o de un doble juego en los pasados resultados electorales norteamericanos. Y, al mismo tiempo, mostrar sus dientes al dictador y al ególatra y tirano Kim Jong-un que además de tener sometido a su pueblo bajo presión a una permanente hambruna y terror, mantiene en constante amenaza una zona del globo donde EEUU tiene muchos amigos y grandes intereses al mismo tiempo.

Ha sido un acto de fuerza contra un país débil, que estando inmerso en una sangrante y diabólica guerra, alberga multitud de atropellos a diario por todas las partes en conflicto. Sufre cotidianos y masivos raptos y masacres de niños y otras personas inocentes, como el ocurrido en la misma zona días antes a manos de algún grupo rebelde[1] o del antiguo Frente Al Nursa -rama procedente de Al Qaeda y que ahora actúa por iniciativa propia con ciertos apoyos de los países del Golfo-[2] que es bastante fuerte en la provincia de Hama  y desde siempre lucha contra el dictador y todo el que se oponga en su camino y dominio.  No hay que olvidar que sus métodos y procedimientos son iguales o más tétricos y despiadados que los empleados por Asad y del que se sospecha que está en posesión de cierta cantidad de armas químicas procedentes del propio país, que no  fueron requisadas en la campaña de limpieza de 2014.

Pero, esto no se ha querido investigar, tampoco se ha esperado al informe de una comisión de investigación de la ONU a través de la OPAQ[3], debidamente formada y pertrechada y que, al parecer, es lo que pronto solicitará Rusia; aunque todos sabemos que los resultados de estas comisiones tardan mucho en producirse y que, en la mayoría de los casos, no son concluyentes a la hora de identificar a los verdaderos culpables.

Por otro lado, ya puestos en faena y si tanto presume Trump de estar dispuesto a hacer lo que sea preciso para evitar las irreflexivas persecuciones y masacres en el mundo; extraña y mucho la callada respuesta a otra masacre reciente y no menos cruda. Me refiero a la llevada a cabo por los terroristas yihadistas sobre el perseguido grupo de cristianos coptos en Egipto el pasado Domingo de Ramos mientras celebraban en sus templos y, en familia, dicho momento de gloria. Un pueblo perseguido allí donde vive y que ha sido objeto de todo tipo de ataques y atrocidades, que ostenta el título de ser de entre las minorías cristianas la más perseguida del planeta.

En este caso, solo un silencio patético e inenarrable ha sido la respuesta del hombre que busca la paz en el mundo, que juró su cargo sobre dos Biblias y que prometió extirpar al terrorismo yihadista de la faz de la tierra. Nada, al menos que se sepa, ni siquiera un gesto de condolencia y una oferta de apoyo total en medios e inteligencia a un país, Egipto, que conociendo y sufriendo este tema, parece que siempre mira para otro lado ante esto y deja a los pobres coptos a su fatal suerte y libre albedrío.  

Volviendo al tema primitivo, se puede afirmar que el ataque norteamericano pilló por sorpresa a la mayor parte de los países de occidente, incluso a casi todos los miembros de la OTAN y la UE. Ataque, que, al contrario de lo sucedido con la invasión de Iraq por Bush, no ha sido duramente criticado por países como Francia, Italia y Alemania por no estar debidamente probado, justificado ni aprobado por la ONU y que si bien, no encontró un apoyo totalmente efusivo en muchos países y estamentos, como mínimo fue calificado por la mayoría de justo y proporcionado.

Pero, en política las cosas y mucho menos las opiniones son eternas; ayer el Secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson que se las prometía tan felices de obtener no solo un apoyo unánime de sus colegas del G-7, sino partir hacia Moscú con un montón de medidas punitivas contra Rusia; no consiguió ni lo uno, ni lo otro.

Parece que la cordura, tras el calentón inicial, está entrando en algunas cabezas y esto puede ser debido a que sea simplemente así o realmente esté influido porque en las guerras, y máxime en las económicas, todos pierden o porque los ultimátums a ultranza ya no forma parte del lenguaje en el siglo XXI ya que suenan a tambores de guerra pretéritos que tantas penurias ocasionaron en vidas, recursos, infraestructuras y en los bolsillos de nuestros padres o abuelos.

Trump, envalentonado con su “éxito” y azuzado por los plantes de Rusia, Irán y Corea del Norte; por la frialdad de China y puede, que como resultado de no haber puesto todavía el aire acondicionado en la Casa Blanca, que aumentaba los efectos del calor, se lanzó a tumba abierta en las últimas horas a retar a todo el mundo.

Además del mencionado ataque, ha desplazado una potente fuerza aeronaval a las aguas de Corea y amenaza con la guerra a Siria y a cualquiera que se oponga y no se avenga a su voluntad. O conmigo, o contra mí; este es su nuevo eslogan y puede que, si no se calman pronto las cosas, se convierta en una pesadilla que nos envuelva a todos y nos lleve a situaciones de las que nos tengamos que arrepentir y mucho.

Es nuevo en estas lides de la diplomacia y la política internacional; no sabe que las cosas en este campo no se arreglan con demandas y juicios espectaculares a los que está acostumbrado durante su larga vida empresarial -por cierto, que el famoso pleito con un afamado cocinero español por negarse este a instalar un restaurante en el edifico Trump, ya no se celebrará; alguien le habrá aconsejado que el presidente de EEUU debe dejarse de monsergas y dedicarse a lo que se debe dedicar- 

Tampoco sabe que amenazar a todos, sobre todo a aquellos que llevan años en equilibrio inestable haciendo lo que pueden por mantenerse sin caer del alambre, que tienen poco que perder y mucho que provocar en su caída, es una tarea muy complicada y de alto riesgo.

Abrir frentes en todas partes y al mismo tiempo, nunca ha sido una de las cualidades que te garantizan el éxito en la batalla y mucho menos en la guerra; más bien al contrario, y Trump se ha empeñado en amenazar a todos en cuestión de minutos, contraviniendo su postura y promesa electoral y sin contar con la aprobación ni el consejo de sus asesores en este campo ni en el militar.

Acusar y despreciar a todo el mundo al unísono y máxime a aquellos que tiene la piel muy sensible es un error de primero de la carrera diplomática; se suele pagar muy caro y bastante pronto. Máxime, si no cuentas con el apoyo efectivo y no tibio o nulo de otras grandes potencias o alianzas que te puedan o quieran seguir al ritmo que les marcas.

No creo que nadie le siga, salvo los británicos, que, de momento, y haciendo gala de su política de acompañamiento y de banda sonora de su antigua colonia, les siguen apoyando, aunque ayer empezaron muy fuertes en la reunión del G-7 para terminar, prácticamente reculando. No tienen capacidad para ello, se enfrentan a graves problemas económicos y por mucho que les prometa su “primo” no están para meterse en aguas turbulentas. Saben que sus ciudadanos están divididos en casi un cincuenta por ciento con lo del Brexit y que otro error grave, les costaría mandar al traste todos sus planteamientos.

Tillerson se ha entrevistado hoy en Moscú con su homólogo y con Putin y aunque no ha trascendido el completo de dicha entrevista, por lo que apuntan las primeras y pocas noticias del evento, ni su gran amistad por los pasados negocios del aquel en el mundo del petróleo, ni por ser quién es, han conseguido impresionar y mucho menos doblegar a un experto en estas lides como Putin quien, a su vez, le ha enviado un montón de “regalos envenenados” a base de potentes muy claros mensajes para que se los lleve de vuelta a casa y se los presente a su jefe, Donald Trump.[4] 

De todos es sabido que el frio mantiene las cualidades y características de las cosas perecederas durante mucho tiempo y que, el cerebro es una de ellas. Por el contrario, el calor actúa muy rápidamente y es el principal factor para que pronto se inicie la descomposición y putrefacción de la mayor parte de las cosas. Espero y deseo, por el bien de todos, que pronto pongan el aire acondicionado en la Casa Blanca y su temperatura se estabilice a los niveles normales de aguante del cuerpo para que se eviten calentones como estos. De los que ya veremos cómo salimos porque, creo que la situación está totalmente enrocada y encontrarle una buena salida no es tarea fácil ni sencilla. Sobre todo, para personas de gran carácter por no llamarlo tozudez. En política y en el juego, los órdagos sin cartas, se suelen pagar muy caros.

[1] Algunos medios y analistas encuentran ciertas similitudes entre las bajas de niños muertos a consecuencia de los gases con los raptados con anterioridad; así como encuentran difícil explicación a las heridas de muerte de varios de ellos (fuertes golpes en la cabeza y cuerpo) totalmente impropias a causas debidas a los gases. Igualmente sorprende que el personal sanitario que atiende a las víctimas (los famosos Cascos Blancos) está totalmente pertrechado con uniformes negros impolutos y que no atienden a las víctimas debidamente y sin llevar medios de protección alguno salvo unas mascarillas –las armas químicas potentes se inoculan principalmente por su inhalación, pero también y en gran medida, por su contacto cutáneo-.

[2] http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/28/actualidad/1469725569_396798.html

[3] OPAQ, Organización para las Armas Químicas.

[4] Recomiendo la lectura completa de esta referencia. http://internacional.elpais.com/internacional/2017/04/12/actualidad/1491984742_827916.html