Opinión

Derecho a opinar de un musulmán español

Mohamed Guma Bilazi, periodista y escritor.

Aunque los ánimos no se han calmado del todo tras los brutales atentados ocurridos hace dos semanas en Barcelona y Cambrils, y tras comprobar los ríos de tinta vertidos genéricamente contra el islam y los musulmanes, yo, como musulmán español, reclamo mi derecho a verificar lo sucedido y, después, opinar sobre ello. A la vez de expresar mi más sentido pésame a los familiares de las víctimas y desear a los heridos su pronta recuperación. 

Durante toda la semana pasada, he leído y visto debates, charlas, comentarios, artículos, editoriales… en todos los medios de comunicación. Salvo alguna excepción, en su mayoría se atrevieron a poner en duda a los musulmanes; ya no solo porque los terroristas que cometieron la masacre fuesen musulmanes, sino porque simple y llanamente intentaron ofender al islam y, por tanto, a todos sus seguidores.

Creo que periodistas novicios y analistas ídem, además de escritores que opinan a costa de lo que sea, encubiertos entre grandes y excelentes periodistas y pensadores, están acostumbrados a ultrajar, menospreciar y difamar, ya no sólo al islam como religión que profesan más de 1.600 millones de personas en todo el planeta, sino a los árabes de forma global; a pesar de que entre ellos existen musulmanes, cristianos, coptos, judíos, drusos, kurdos,… y un largo etcétera. Qué tremenda ignorancia y maldad reflejan.

Lo único que provoca este “singular periodismo” es la desestabilización al difundir falsas alarmas que favorecen al Daesh (o Estado Islámico, ISIS, IS, que para el caso es lo mismo), el cual fundamenta su objetivo en provocar a la sociedad occidental. Está claro que lo han conseguido, gracias a los líderes occidentales y a la opinión pública. Sin duda, les están haciendo el juego sucio a los terroristas.

Todos hemos sabido que esos terroristas eran, curiosamente, buenos chicos e integrados, así lo atestiguan los vecinos, compañeros de clase o simplemente amigos de barrio donde residían. Jóvenes que doy por seguro que no habían amamantado la violencia terrorista en el seno familiar, pero se dejaron influir por un “hermano mayor”, quien recibiría, a su vez, órdenes, financiación e instrucciones desde el extranjero. Ese extranjero podría denominarse país, servicio de inteligencia y/o persona captadora y reclutadora. La práctica totalidad de la prensa destaca que, países como Arabia Saudí y Catar, financian al terrorismo internacional con petrodólares y armas compradas a Occidente. Pues, lo que planean estados, como Israel, EE.UU. Inglaterra, Francia, de noche, lo ejecutan y financian ricos países árabes de día. Los grupúsculos que practican la violencia contra la ciudadanía europea no son sino la punta del iceberg del terrorismo de Estado.

Sería injusto inculpar a todos los musulmanes por la barbarie cometida por unos cuantos que dicen practicar el “verdadero islam”, sería como pagar justos por pecadores. Creo que es de razón enfocar el asunto desde otro ángulo. Deberíamos preguntarnos por qué ocurren esas barbaries aquí y ahora, si el Islam sigue siendo el mismo de hace 1.438 años. Qué ha tenido que ocurrir para convertirnos, en un corto plazo de tiempo, en expertos en el islam, exégetas de El Corán y hasta en severos rivales de los musulmanes. Hasta hay quien ha hecho llamamiento a la expulsión de los musulmanes, no sólo de España, sino de toda la Europa católica y romana, advirtiendo de que los musulmanes van a arrasar Europa y convertirla en tierra del Islam (Ardh al- Islam).

“Y todo (el mal) que un ser humano haga, recaerá sólo sobre él y ningún alma habrá de soportar la carga de otra” El Corán (Azora 6-Aleya 164).

Si hacemos un repaso de las dos últimas décadas, encontramos que las razones de que el mundo musulmán se volviera tan agresivo contra Occidente son infinitamente múltiples. Las guerras que ha padecido, impuestas por Occidente, nos deja sin habla, pero al transcurrir el tiempo y que esas guerras no las viviéramos en persona, hace que las olvidemos con mucha facilidad y rapidez. Asistimos a la guerra irano-iraquí (8 años), dos guerras del Golfo (2 años), guerra de Bosnia (mediados de los noventa), guerra de Afganistán (de 2001 hasta el momento), guerra de Iraq (de 2003 hasta la actualidad) y, la mal llamada “Primavera Árabe” (de 2011 hasta la actualidad) que puso fin a cuatro regímenes más o menos estables (Túnez, Egipto, Libia, Yemen y, posiblemente, Siria) y llevaron a la región a un caos incontrolable y la aparición de estados fallidos.

Huelga decir que detrás de todas esas guerras y ese caos, están EEUU y los países europeos, uno más y otro con menos intención, además de Israel, principal desestabilizador de Oriente Medio. Los cuales, para justificar sus intervenciones bélicas contra la población, y no teniendo suficiente con esas intervenciones, crearon y armaron hasta los dientes a grupos que actúan bajo las órdenes de los citados países; los cuales pretenden hacernos creer, con toda desfachatez, que vienen luchando para acabar con esos grupos. Así, tenemos a los Talibanes, Alqaeda, Al Shabab, Boco Haram, Alqaeda en el Magreb Árabe, Al-Muqatila, Daesh, Al-Nusra, Ansar Al-Sharia, los Hermanos Musulmanes, etcétera.

Es escandaloso oír y leer en los medios de comunicación que tropas occidentales arrasan un país para lanzar campañas de busca y captura de líderes y miembros de esos grupos. Curiosamente, cuando Israel quiere asesinar a algún líder palestino, utiliza sus artilugios tecnológicos para llevar a cabo sus operaciones selectivas ante la mirada, silencio y admiración de sus co-patrocinadores occidentales.

Todos los países implicados en guerras en países islámicos tienen la principal culpa de haber incendiado la región musulmana, desde Oriente Medio hasta las montañas de Tora Bora en Afganistán, y desde el Líbano hasta Yemen. Sin olvidar a Libia, Egipto, Sudán y Túnez; lo que obligó a sus pobladores a huir de esos países pidiendo auxilio y buscando refugio en la llamada Europa solidaria (!?) por tantos años de sufrimiento, sangre, destrucción y muerte.

De esas hogueras que encienden las potencias occidentales, nos llegan estas chispas que queman y matan a nuestros ciudadanos. De ahí, no podemos echar la culpa a quienes sufren de la quema más que nosotros (más del 87% de las víctimas del terrorismo son musulmanes), sino de aquel que ha convertido la tierra de los musulmanes en un infierno destruyendo por doquier lo que encuentra en su camino; creyendo que a su poder nadie le podrá enfrentar.

Es cierto, que las guerras en los países musulmanes se fundamentan principalmente por la lucha y competencia entre las grandes potencias por dominar los pozos de petróleo y gas natural. Sin embargo, son indiferentes a la pobreza y el sufrimiento de los habitantes de esos países, lo que lleva a muchos de sus miembros a adoptar posturas radicales. Consecuentemente, para que en la zona estalle y salgan fundamentalistas y terroristas que van matando a diestro y siniestro por todo el mundo. Lo que hacen esos terroristas nada tiene que ver ni con el islam ni con lo que dice el Libro Sagrado de los musulmanes.

Cuando los gobernantes de España decidieron en 2004 implicarnos en una guerra contra Irak, la cual no nos iba ni venía, con la consabida manipulación oficial dirigida a la opinión pública, poniendo en riesgo la seguridad de nuestro país y de nuestros ciudadanos, todos sentimos el absurdo afán de nuestro gobierno en mantener contento a su “hermano mayor”.

De lo ocurrido en Cataluña, acuso a nuestros gobernantes y autoridades judiciales por no estar alerta sobre una inminente actividad terrorista que ya preocupaba a Europa.

Es absurdo consentir que un “imam”, traficante de droga y ex presidiario, esté al frente de un oratorio musulmán en el que se reunía, a sus anchas, con unos chavales que desconocían la razón del porqué matar a personas e inmolarse sin más. Peor imposible.

Todos deberíamos estar alerta. No solo con los musulmanes, que carecen de toda culpa y sufren igual que los demás con esa barbarie, sino contra todo aquel que nos resultara sospechoso de cometer alguna tropelía como las citadas. Mucha gente común, sin ser musulmanes o conversos al islam, son auténticas bombas de relojería o traficantes de armas que siembran, sin más, el terror en nuestro entorno.