Opinión

El caos

Carmelo Rivero/diariodeavisos.com

Pie de foto: Imagen del edificio derrumbado en el pueblo canario de Arona

Hay un instante en el que apenas pensamos. En la caída. Como hacemos, adrede, con la muerte. Y es que estamos entrenados para conseguir el ‘botín’ de nuestras vidas, y desentrenados para perderlo. Günter Grass, sin embargo, dejó un poemario inédito, que revisó tres días antes de morir: ‘De la finitud’. Los griegos practicaban el gusto por las cosas finitas. Nada dura siempre. En la política, en el fútbol, en la literatura y en la ciudad, que es donde se desarrolla todo, hay momentos de caos y caídas, fenómenos finales. “Torres más altas han caído”, dice el refrán. En la imagen impensable del edificio de Arona se visualiza el fantasma brutal del caos, la nada –el espacio en blanco donde estuvo el edificio en pie, antes de derrumbarse el jueves a las 9,31 de la mañana, a esa hora, causando siete muertos- y bajo los escombros quedan los restos. Unas veces hay supervivientes, otras no. Todo pasa en un pispás. En estos terremotos de Ecuador y Japón (centenares de víctimas) se repite esa imagen del desenlace y la destrucción, que conozco bien desde el seísmo de Pisco (Perú, 15 de agosto de 2007, de magnitud 8: 596 muertos). Es el mismo ‘cinturón de fuego’ del Pacífico, donde se concentra el 90% de los temblores del planeta. Cuando el caos no avisa es, por definición, inevitable. Vi más tarde aquellas casas de adobe caídas en el suelo, pero en los 175 segundos que duró la sacudida, en la carretera de Huacachina a Ica –a las siete menos veinte de la tarde, esa hora, y un rayo violeta surcó el cielo- le ves la cara al caos. Todo cambia súbitamente de un instante a otro y no lo sabemos hasta que nos sucede. Hay cierta antinomia en los lazos del destino, entre lo determinado y lo fortuito, y los dos son lo mismo, cuando leemos a los teóricos del caos. Si es  verdad que el aleteo de una mariposa es capaz de provocar un tornado de un extremo a otro del mundo, terminamos paranoicos suponiendo que una cosa –una casa- se cae, o un pedazo de país, o un político por alguna razón. La caída y el caos son cosas muy actuales. Un clásico: Caer y levantarse es algo inherente al ser humano; “no es nada para nosotros”, decía Epicuro a Meneceo de la muerte. Ahora mismo, en Brasil, Dilma Rousseff, expuesta al ‘impeachment’, cuando hace nada visitó España feliz del auge de su nación frente a nuestro austericidio. Otro tanto, Soria, de ministro y delfín a víctima fulminante de los papeles de Panamá. O la caída en picado del poderoso Barcelona, impotente frente al infortunio espectral que frustraba sus goles cantados el domingo ante el Valencia. La crisis de la que venimos, el desgobierno político del país…, en fin, hablamos de lo mismo. Del caos.