El frío

F. Javier Blasco, Coronel en la Reserva

El adjetivo Frío proviene del latín frigĭdus, que significa ausencia de calor y que la RAE lo define como aquel cuerpo que tiene una temperatura muy inferior a la ordinaria propia o del ambiente. Por lo tanto, se puede firmar que el frío, en sí, es más bien un fenómeno que se produce por una temperatura baja como consecuencia de la ausencia o disminución brusca de la temperatura ambiental o corporal, depende de esta y, en consecuencia, no es un fenómeno independiente.

Existe otra acepción de este adjetivo que se aplica a las personas cuando estas, ante una situación o suceso impresionante o imprevisto, se comportan con tal serenidad y tranquilidad que reaccionan sin inmutarse o sin expresar la más mínima emoción de forma patente o aparente.

El frio es muy normal que se agudice en la estación invernal en ambos hemisferios y en el del norte se agudiza aún más en los meses de enero y febrero debido a que las masas de aire del polo norte se suelen mover en dirección sur por el efecto de los movimientos conjugados y contrarios de las borrascas y anticiclones que las impulsan con fuerza en dicha dirección.

Es por tanto un fenómeno, que hoy en día y debido a los avances en el análisis y estudio de la meteorología, es bastante previsible en el tiempo y su llegada no nos debía pillar desprevenidos, sobre todo, en las zonas en las que este fenómeno es normalmente es más benigno.

Pero, a pesar de ello, cada dos o tres años, suelen aparecer dichas olas de frio, que generalmente llamamos polares, aunque no todas sean tales. Llegan a zonas donde el frio normalmente suele ser llevadero y donde la presencia de la nieve es bastante inusual. Razón por la cual, cuando esta aparece, crea muchos problemas en las comunicaciones terrestres y aéreas, cortes de luz y cierto tipo de desabastecimientos de elementos fundamentales para la vida de los ciudadanos.

Lo dicho, que parece consistir en una justificación de tales desastres, en mi humilde opinión, no lo es. Ya hemos mencionado, que hoy en día, son fenómenos bastante previsibles con un adelanto de varios días de antelación. Cosa, que ha sido patente en la presente ola de frio que asola casi toda Europa y gran parte de España.

Doy por válido que en aquellas zonas donde este fenómeno no es muy frecuente, los medios para paliarlo sean menores y las personas para manejarlos estén menos instruidos que en aquellas otras en los que suelen ser frecuentes por aparecer más de una vez y todos los años. Pero, esto no resta importancia a que, a pesar de las advertencias de los meteorólogos, cuando alcanzan dichos lugares, siempre ocurra lo mismo; un verdadero caos, carreteras y autopistas cortadas durante muchas, demasiadas horas; ferrocarriles parados en estaciones o apeaderos en los que se suele cortar la luz y desde los que es difícil salir por otros medios que no sea el propio ferrocarril; cortes del suministro de la luz; colegios cerrados y problemas de abastecimientos de recursos vitales para las personas.

No puedo admitir que esto venga sucediendo de forma periódica cada tres o cuatro años de la misma manera y en los mismos lugares y que los males y problemas sufridos en cada ocasión no se corrijan para evitar su repetición en la próxima y casi segura situación similar

Estos días se habla de Almansa, una ciudad bastante próxima a Albacete que ha quedado durante casi 24 horas sobrepasada en sus capacidades para albergar y dar cobijo a varios cientos de personas atrapadas por la nieve. Pero, ¿es esta la primera vez que ocurre allí un fenómeno similar? No, hace ya muchos años que esto se viene repitiendo en la zona.

Recuerdo que en 1975, por estas fechas estaba realizando unos ejercicios militares en el Campo de maniobras de Chinchilla, muy cercano a Almansa y toda una División Acorazada, quedamos atrapados por una inmensa nevada, similar a la de estos días, que nos obligó a anular los ejercicios, refugiarnos en los propios vehículos acorazados durante tres días y los movimientos de recogida y regreso del material recordaban a las catástrofes sufridas por el Eje en la campaña de Rusia durante la Segunda Guerra Mundial.

Estos días, ha sucedido lo mismo, pero sobre personas poco pertrechadas y en vehículos civiles sin capacidad de protección y movimiento todo terreno. Lo malo, es que en la zona, no es la primera vez que ocurre desde entonces y nada ha cambiado para paliar los problemas derivados.

Hace tres o cuatro años, cuando estaba de vuelta de las navidades desde Castellón a Madrid, cubrir la A-3 a partir de Requena hasta Tarancón fue una auténtica odisea, casi imposible de realizar y cuando tras varias horas de penosa conducción logré superar con muchos apuros aquel trayecto, la autopista fue cerrada durante casi un día. Cosa, que ya me ocurrió en mis años mozos cuando viajaba con mis padres, en sentido contrario, ya que nos vimos obligados a pernoctar dos noches en Motilla del Palancar por estar totalmente cerrada la vieja carreta Madrid-Valencia.

He vivido mi infancia y primera juventud en Castellón de la Plana donde mi padre, en función de su profesión, debía viajar mucho por toda la provincia. Casi todos los inviernos, él se quedaba bloqueado por las tormentas de nieve en Morella o Barracas, algunas veces durante varios días. Pueblos, que estos días han vuelto a ser noticia por la misma razón.

Otra cosa incomprensible es ver en televisión que muchos colegios tienen que cerrar sus clases y los niños no han podido tomar sus correspondientes lecciones. Otros, no lo han hecho por problemas de comunicación o transitabilidad de las calles de algunas localidades, sino porque su sistema de calefacción estaba estropeado, incluso desde hace meses y es ahora, cuando las autoridades responsables, a toda prisa, pretenden arreglar las maltrechas calderas que alimentan dichos sistemas. Pero lo hacen, una vez que los medios publican a los niños ateridos por el frio tomando sus clases forrados con todo tipo de prendas de abrigo incluso guantes y pasamontañas.

Anoche escuché, que ante la situación caótica en las mencionadas zonas de Levante, la Ministra de Defensa decidió movilizar a la UME para socorrer a las personas en peligro. A buenas horas, se toma dicha decisión ¿No sabíamos antes que esta ola iba a llegar, y que sus inclemencias serían terribles?

¿Dónde están los gobiernos locales y autonómicos, que nos cuestan un riñón, y que a pesar de tener todo tipo de medios de previsión meteorológica, no habían movilizado nada o casi nada o solicitado refuerzos anticipadamente al Estado u otras Comunidades Autónomas? Ahora, es el Gobierno, el que debe, tarde y a marchas forzadas dar la cara, acudir en su ayuda y no sé si ni siquiera había sido requerido su apoyo por las autoridades locales y regionales.

Por razón de mis destinos profesionales, he vivido tres años en la República Checa, un país donde nieva de verdad y no solo un par de días una vez cada dos o tres años. Durante muchos días en cada invierno, salía de casa tras haber nevado más de cincuenta centímetros durante la noche y veía que todo funcionaba con normalidad, las aceras sin nieve -te multan si no se limpian por los propios vecinos-, los niños en sus guarderías y colegios, los transportes públicos -incluso el tranvía- funcionaban sin problemas y correctamente, todo el mundo asistía a sus puestos de trabajo y las carreteras apenas se cortaban durante alguna hora.

Unas navidades de aquellos años, tras una inmensa nevada, el aeropuerto de Praga se vio obligado a cerrar por estar bajo mínimos por la nieve y malas condiciones de visibilidad, pero en unas pocas horas pudimos salir y llegar en todos los vuelos programados para el día. Aún tengo presente las palabras de una Ministra de Fomento española, de no muy buen recuerdo, que como excusa pronunciaba que el aeropuerto de Madrid Barajas se tuvo que cerrar durante muchas horas porque era “Mu grande” y eso que solo habían caído unos pocos centímetros de nieve sobre sus pistas ¿Por qué esto era y es posible en un país mucho más pobre económicamente y no lo es en España?

Si aquellos siguieran nuestras normas y procedimientos, estarían bloqueados durante meses, improductivas las empresas y sus niños tardarían más del doble en conseguir finalizar su escolarización; pero, no ocurre. Aquí es más fácil dar por perdidas millones de jornadas laborales, cerrar los colegios, dar vacaciones y mandar los niños a jugar con bolitas de nieve, que tomar las necesarias medidas para que este tipo de colapsos y desastres no vuelvan a ocurrir.

Madrid, Barcelona y la mayoría de las grandes capitales españolas se colapsan nada más que caen dos gotas, hoy ha sido un ejemplo más de lo que digo, y eso sin nevar. Todos los años, ocurre lo mismo y no solo una vez, por poca que sea la lluvia caída.

Yo me quedo, no frio, sino petrificado cada año cuando asisto incrédulo a las noticias en los medios sobre las consecuencias y derivaciones de la correspondiente ola de frio y mucho más, cuando veo, que impepinablemente, los precios de la energía y los carburante suben y mucho coincidiendo con la llegada de estos fenómenos y luego, cuando aquellos pasan, no bajan o se resisten mucho en hacerlo.

Debo denunciar desde esta humilde tribuna, que lo que ocurre en España es una falta de previsión y del don de la anticipación a los acontecimientos a pesar de: saber de su llegada con el suficiente tiempo, tener experiencias y estadísticas anteriores de los lugares donde estos se producen y repiten, contar con medios suficientes en otros parajes donde no se precisan y debido fundamentalmente a la gran descoordinación entre los responsables políticos, locales, regionales y nacionales. Seguimos echándole la culpa al tiempo meteorológico, al frio y a la mala cabeza de las personas, una gran excusa para así nunca asumir responsabilidades. No es nuevo ni original de este año, lleva ocurriendo durante mucho tiempo y con todo tipo de gobierno.

Saliendo al exterior, nos encontramos a cientos de miles de refugiados muriéndose de frio en los miserables campos o centros de concentración y control; ayudados solo por unos pocos voluntarios a pasar sus penurias y desconsuelos físicos y morales. Con los gobiernos europeos mirando hacia otros lugares, muy lejos de haber cumplido con sus compromisos de acogida y esperando a ver si el tiempo escampa y así poder seguir agravando  sus despreocupaciones.  

Para terminar mí relato de frio y en atención a la segunda acepción del mismo, me veo en la obligación de mencionar lo fríos que son nuestros dirigentes y próceres políticos. Se quedan impávidos pase lo que les pase a ellos y en sus partidos. Nada les afecta de forma personal aunque llueva, nieve, truene o caigan, como se dice, chuzos de punta. No va con ellos, les vemos en sus representaciones y declaraciones muy fríos y como si tal cosa.

La mayoría de estos partidos, por no decir todos, están hechos unos zorros, llenos de intrigas, navajazos y golpes bajos. Con la evolución y desarrollo de diversas corrientes, tendencias y actores tratando de hacerse un hueco entre su aparato y electorado y, ahora, a pesar del frio ambiental, se ha puesto de moda en todos ellos el montar sus propias y diversas caravanas y salir en busca del voto perdido, recuperar lo que llaman “el contacto con la ciudadanía” porque, todos prevén que pronto les harán falta los apoyos de aquellos a los que, normalmente, se les tiene relegados y muy fríos en el congelador desde la anterior campaña electoral.

En conclusión, se puede afirmar sobre el frio, que no es bueno, es muy malo; pero sobre todo, si no lo sabemos gestionar. El año que viene, si no antes, volverá a pasar lo mismo y no olviden guardar sus bufandas y prepárense a sufrir problemas similares y a escuchar las mismas y banales excusas.    

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