El fraude electoral de Trump

José María Peredo Pombo Catedrático de Comunicación y Política Internacional de la Universidad Europea de Madrid/La Razón

En estas históricas elecciones de 2016, la candidata demócrata Hillary Clinton puede convertirse en la primera mujer presidenta de EEUU. El líder político más determinante en las relaciones internacionales. Frente a ella el polémico candidato republicano Donald Trump. Una sociedad dividida y un mundo en crisis permanecen atentos a las palabras y las propuestas de la pareja de candidatos más inusual de la historia de América.

Le llegó la hora. Expuesto ante los televisores de América en el último debate, Donald Trump dejó claro que su ignorancia en temas económicos y de política exterior le inhabilita para ser el próximo Presidente de Estados Unidos. La gran falsedad de que un hombre espectáculo, zafio y soberbio en su discurso, pudiera liderar al país más relevante en la política mundial, terminó como había empezado. Con un show televisivo similar al que aupó al magnate a la estúpida categoría de celebridad y más adelante a candidato del partido fundado por Abraham Lincoln. Se terminó. La falacia del fin de la clase política tradicional; del final de la globalización; del fin del libre comercio; del triste final de Europa y la OTAN. Se acabó. Trump perdió también el tercer debate y quedó a la intemperie intelectual ante los espectadores.

Pero aún inconsciente de que su única misión en esta campaña ha consistido en deteriorar la imagen de su país y de la democracia, el incauto Donald, ha decidido extender el rumor de que habrá un fraude electoral el día de las elecciones y advertir de que no aceptará el resultado. Antes de caer en el precipicio de la historia de Estados Unidos Trump pretende salvarse abriendo la puerta del fraude electoral. Consiguiendo así más minutos de televisión pero también más décadas de oprobio.

El fraude no es un argumento nuevo en las agitadas elecciones americanas. El respetable Partido Demócrata del siglo XIX, cambiaba con los inmigrantes en Nueva York tarjetas para nacionalizarse, por votos. El aún más respetable John F. Kennedy fue señalado por haber recibido el fraudulento apoyo de la mafia irlandesa. Y las muy notables dinastías de los Bush y de los Clinton – Gore, se enzarzaron en un recuento de votos en Florida, resuelto por la decisión del Tribunal Supremo en las elecciones del año 2000.

La cuestión en este caso es más sencilla. El fraude en esta campaña ha existido desde el principio. Se ha denominado Donald Trump y ha conseguido engañar con sus mentiras y desconocimientos a un sector importante del electorado. Pero los principales culpables de no haber denunciado con suficiente intensidad a este gran fraude político, el mayor de la historia reciente de Estados Unidos, han sido los responsables de campaña de Hillary Clinton.

Debate electoral en Europea Televisión (Universidad Europea de Madrid) sobre las elecciones en Estados Unidos

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Endulzar la campaña

(Análisis realizado el 12 de octubre después del segundo debate electoral)

Ni tan siquiera los caramelos de menta de Donald Trump pueden purificar el ambiente putrefacto que se ha generado tras el segundo debate electoral en Estados Unidos. Cuando menos se lo esperaba el incauto Donald, una filtración en el Washington Post advertía a los votantes conservadores y al resto de indecisos que detrás del muy poco cortés candidato republicano, se escondía además un arrogante y vanidoso macho americano, muy valiente con los sin papeles y muy cobarde con el respeto y la moralidad.

Poco ha tardado Trump en formar una corte de aduladoras al olor de algunos caramelos, probablemente de color verde, para poner patas arriba la moralidad de Bill Clinton en el pasado. Con la intención no sólo de señalar con el dedo a los Clinton por su hipocresía, sino para hacer una llamada más a sus votantes y que pierdan el respeto por el pasado de la política americana reciente y vuelvan a los valores tradicionales que él naturalmente representa: la seguridad garantizada con fronteras y armas; los principios proteccionistas del America First; el regreso a los valores de los genuinamente americanos y por qué no, el éxito en los negocios y con las mujeres.

Así las cosas a menos de un mes de las elecciones, a Hillary Clinton, ganadora también del segundo asalto en Misouri, sólo puede tumbarla algún acontecimiento imprevisto o alguna dificultad de salud. Distanciándose de su marido pero recordando el buen gobierno económico del Presidente Clinton. Y acercándose también al pragmatismo del Presidente Obama para garantizar la continuidad de los logros obtenidos en los últimos años, la marea le arrastra. Y entre tanto, para endulzar el final de campaña, puede conectar a sus simpatizantes con el Reality Show del esperpéntico futuro que le espera al país y al mundo si una estrella como Donald Trump entrara en el despacho oval sacando del bolsillo un caramelo azul.

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