Antonio Sánchez-Gijón/CapitalMadrid.com
Pie de foto: Erdogan, pte. de Turquía. Necesitará aliados en una situación geoestratégica muy complicada
El partido de Recep Tayib Erdogan, presidente de Turquía, no logró en las elecciones generales del domingo la mayoría suficiente para llevar a cabo su acariciado proyecto de reformar la constitución en orden a cambiar su régimen político, de una democracia parlamentaria a un régimen presidencialista. Turquía se halla inmersa en una compleja encrucijada de su historia, la cual sirve a Erdogan para justificar la concentración de poderes en su persona.
Erdogan siempre ha arrojado un perfil autoritario, como parecen probar la ocupación por el gobierno, presidido por Ahmet Davutoglu, de un importante grupo de comunicación dos días antes de las elecciones generales, y las numerosas quejas de los partidos de la oposición por abusos de la policía sobre sus representantes.
El partido de Erdogan, Justicia y Desarrollo (AKP por su sigla en turco) ha obtenido el 49,4% de los votos, y 312 escaños. Son las segundas elecciones generales de este año. Las del 7 de junio no dieron a AKP la mayoría suficiente para gobernar en solitario y para proponer la reforma de la constitución. En las del domingo, el CHP, Partido Republicano Popular, principal fuerza de la oposición, ha obtenido alrededor del 25,4%, y 135 escaños
El partido más representativo de la minoría kurda, el Democrático Popular (HDP), ha rebasado el suelo del 10% de los votos, mínimo necesario para tener representación, y obtiene 60 escaños. El Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) también ha superado el mínimo, y queda con 43 escaños.
Así, pues, el resultado electoral permitirá a Davutoglu, gobernar con cómoda mayoría, pero no llevar a cabo sin alianzas el plan de reforma constitucional, para la que se necesitan 330 votos. Sólo la alianza con MHP permitiría a AKP desarrollar el plan presidencialista de Erdogan, pero el líder nacionalista, Devlet Baçeli, que no ha conseguido escaño, es conocido por oponerse al estilo personalista de gobierno propio de Erdogan.
Momentos de alta conflictividad
La Turquía actual viene caracterizado por una alta conflictividad, tanto interna como exterior. En pocas semanas se han sucedido dos atentados mortales en Estambul y otros dos ataques con bombas en Ankara. Estos últimos ocurrieron el mismo día en la capital, con el resultado de más de cien víctimas mortales. Aunque su autoría no se ha podido establecer, las sospechas se dirigen al llamado Estado Islámico, que opera en la frontera siria con Turquía, a través de la cual las fuerzas aéreas turcas lanzan ataques contra el movimiento terrorista.
Hay otras fuentes de tensión política en Turquía. Algunos meses de 2013 y 2014 quedaron marcados por la intensidad y prolongación de las protestas contra el gobierno, celebradas en la plaza Taksim y el Parque Gezi de Estambul. La victoria electoral de AKP parece indicar una reacción de cansancio por la inestabilidad política creada por las protestas contra los métodos autoritarios del gobierno.
El resultado también puede indicar satisfacción con una oleada de acciones judiciales contra personalidades acusadas de corrupción, entre ellas cuatro ministros, el hijo del ministro del Interior y el presidente del mayor banco oficial, en cuyo domicilio se encontraron $4,5 millones.
Las recientes acciones contra el grupo mediático Koza Ipek (27 de odtubre), con sus periódicos Bugün y Millet, intervenidos por agentes del gobierno, son golpes contra un antiguo aliado de Erdogan, Fetullah Gülen, líder del movimiento civil Hizmet, de islamismo moderado, con gran influencia espiritual.
Este movimiento recuerda en su planteamiento y estrategia al Opus Dei católico, por su vocación en formar devotas minorías universitarias en un circuito de universidades y colegios que Gülen ha fundado en Turquía y Estados Unidos. El diario Hürriyet también ha sufrido ataques del gobierno.
Esta presión contra los medios movió, el pasado 30 de octubre, a un grupo de asociaciones de prensa del mundo a denunciar ante Erdogan “la falta de protección y apoyo a la prensa por parte del gobierno…, dañando su reputación como democracia”. El profesor Ihsan Dagi, de la Universidad Técnica de Oriente Medio, declaró a final de octubre que “no queda nada de la democracia turca”.
Turquía debe desenredar su encrucijada geopolítica
El marco geopolítico de la Turquía actual se halla en cambio constante, en medio de la más grave crisis armada mundial del momento, por causa de la guerra civil de Siria, y en el cruce de inmensos flujos de hidrocarburos (petróleo y gas), que van desde Rusia, la región del Caspio, el Cáucaso e Irán, hacia los mercados mundiales, singularmente los europeos.
Aunque ha habido acusaciones de que los servicios secretos turcos han entregado armamento al Estado islámico, lo que está confirmado es el ataque, el 1 de noviembre, de seis aviones turcos contra el EI, en una acción paralela con otra de los Estados Unidos en el norte de Siria, que causaron cincuenta muertos entre las filas yihadistas. Hasta ahora Turquía parecía más interesada en atacar a los kurdos sirios del Partido Kurdo de los Trabajadores que en enfrentarse a los terroristas del EI.
En cuanto a los militantes kurdos de Turquía (PKK), en julio pasado el gobierno dio por terminada una tregua de dos años, en respuesta al asesinato de dos policías.
Los poderes como presidente ejecutivo facultarían a Erdogan a poner todo el esfuerzo del estado en hacer de Turquía el cruce y canal de transporte de energía, por una extensa red de oleoductos y gasoductos entre Europa y Asia.
Ocasionalmente estas conducciones son objeto de ataques de grupos terroristas y separatistas. Además, están en marcha grandes planes de redes energéticas. Una es el Gasoducto Transanatolio, que representa una inversión de $10.000 millones, para el transporte de 16.000 millones de m3 con destino Turquía y Europa. El gran proyecto Corredor de Gas del Sur, entre la azerí Soca y British Petroleum, para llevar gas a Europa, cruza Turquía, y supone una inversión de $45.000 millones.
La oposición de Erdogan al régimen de Bashar al-Assad le opone igualmente a la estrategia rusa de asegurar la continuidad del régimen sirio. Instrumento de presión sobre Rusia es la amenaza de sustituir su gas, que hoy domina el mercado turco, por el procedente de Azerbayán, Irán e Iraq. Algo parecido puede decirse sobre el contrato con Rusia para construir una planta nuclear, por $22.000 millones.
Turquía, pues, tiene “argumentos” para exigir una silla en cualquier negociación entre las grandes potencias que pretenda lograr el fin de la crisis siria. La rehabilitación internacional de Irán gracias al acuerdo nuclear con Occidente puede hacer temer en Ankara que Teherán reclame de las grandes potencias un papel clave en cualquier ordenamiento geopolítico de Oriente Medio y el Golfo Pérsico. Los dos países tienen un inmenso potencial, tanto para la rivalidad como para la cooperación.
La economía ha perdido parte del brío mostrado en los siete u ocho primeros años de Erdogan como primer ministro, pero ello puede atribuirse en parte a la ralentización del crecimiento mundial. El grado de confianza, sin embargo, se mantiene firme. Desde las elecciones de julio hasta final de octubre ese índice subió 13%, según el Instituto Turco de Estadística. Un indicador del Banco Mundial señala una sola mejora en el índice de facilidad para los negocios: en el área de construcción, pero caídas en otras nueve áreas.
La caída del precio de la energía ha sido determinante en la reducción de su déficit comercial, que cayó 46,6 puntos en septiembre en relación con el mismo mes de 2014. En los nueve primeros meses de 2015, el déficit comercial se situó en $49.200 millones, un descenso del 20,2% del déficit de los mismos meses de 2014. El presidente de la Asamblea de Exportadores Turcos, Mehmet Büyükecsi, atribuye la reducción de ingresos por exportación a la depreciación del euro respecto de dólar en un 17,7%.
Ante tantos desafíos y oportunidades, el ansia de Erdogan por convertirse en un presidente ejecutivo, sin ataduras parlamentarias, no se alivia todavía. Pero quién sabe.