España vista desde la orilla árabe

   Por Pedro Canales

La abdicación del rey Juan Carlos en favor de su hijo ha cogido por sorpresa a propios y extraños. Desde el mundo árabe se observa un cierto desconcierto en la escena política española y aprensión ante posibles consecuencias no deseadas. No porque los ciudadanos árabes crean que es un pecado. El Emir de Catar, un monarca con poderes absolutos, abdicó en favor de su hijo Tamim hace justo un año. El temor que provoca la noticia está vinculado con la euforia desatada en amplios sectores de la población española, que de pronto se descubren republicanos; se han lanzado a las calles y plazas en todo el país, en ciudades grandes y pequeñas pidiendo, exigiendo, proclamando sus fervores por instaurar una nueva república en España. ¿Quiénes son? ¿De dónde salen? Y sobre todo ¿qué quieren?, se preguntan los gobernantes árabes, aireando una inquietud que comparto.Muchos de los manifestantes son republicanos de corazón, por herencia familiar o por sentimiento demócrata y liberal en el sentido más horizontal del término. En todos estos años, cada vez que se producía una manifestación popular, sindical, política, ecologista, ciudadana, cualquiera fuera el motivo de su convocatoria, aparecían banderas republicanas. Una vez fue contra la guerra de Iraq, otra vez a favor del pueblo saharaui (paradójico esto último ya que fue la República española la que colonizó definitivamente el territorio del Sáhara en 1934), otra vez por huelgas, otra por la sanidad pública y en contra de su privatización, otra en contra de las enésimas reformas universitarias, y por supuesto en las periódicas celebraciones del aniversario de la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931; siempre, en todas ellas, aparecían banderas republicanas. 
 
Pero las decenas de miles que se han manifestado espontáneamente este 2 de Junio de 2014 en España, no son sólo estos. Había también los seguidores y (o) votantes de los partidos de izquierda que han crecido como la espuma en las pasadas elecciones al Parlamento europeo. Izquierda Plural (once formaciones en su seno) con millón y medio de votos, Podemos con su millón doscientos mil votos,  Esquerra Republicana de Catalunya con medio millón, y la de Los Pueblos Deciden de la formación vasca Bildu con sus 325.000, todos querían festejar su triunfo, y el día de la abdicación del Rey era idóneo para ello. Esos más de 4 millones de votos ¿son todos republicanos? No, no lo son. Dejando aparte los militantes de las formaciones mencionadas, cuyo compromiso republicano es discutible, la gran masa de votantes a la izquierda del Partido Socialista, lo han hecho en protesta, contra la crisis que ahoga, contra los políticos corruptos, contra el derroche descarado de la “España rosa” que da la espalda a la “España que sufre”, contra la falta de esperanza, contra la emigración forzosa de los jóvenes. Había euforia en las manifestaciones, claro que la había. Como si con ellas se hubiera ganado una batalla, como si la abdicación supusiese una era nueva en España. Puede que lo sea, pero no la que se cree. Con o sin monarquía, la sociedad es la que es, la economía está en manos de quienes tienen sus riendas, el sistema y el mercado funcionan como lo hacen, los bancos seguirán mandando. Vista la composición sociológica de la sociedad y el sistema económico en el que vivimos, que es el del capitalismo liberal con más o menos tinte social, el poder político representará y estará al servicio de quienes detentan el capital. Que sea la derecha centrista y liberal (el Partido Popular y aliados) quien gobierne, o que lo haga la socialdemocracia (Partido Socialista y aliados), la economía no cambiará. 
 
Con la monarquía es así, con la república también sería así. Es más, con la monarquía la socialdemocracia puede, y de hecho lo hace, ganar las elecciones y gobernar; con la república no lo haría, porque el recuerdo de la tragedia en que acabó la Segunda República con la guerra civil española y centenares de miles de muertos, hará que la gran masa de votantes que se sitúa en el centro del arco político se abstenga o vote al centro-derecha para impedir la repetición de la hecatombe. Pedir en estos momentos un referéndum popular para decidir si monarquía o república, es la peor de las opciones, aunque sea legítima; es exótico, pero también presagio de catástrofes. Una eventual III República española no cambiaría nuestras relaciones con Europa ciertamente, porque Bruselas lo consideraría “un asunto interno” español. España seguiría siendo parte de la Unión, y sujeta a sus normas y obligaciones, que no son pocas y no siempre benéficas.
Pero en cambio sería una catástrofe por las siguientes razones:
 
1- Avivaría tensiones internas, despertaría enconos y rompería los equilibrios internos.
2- La situación económica del país, no mejoraría, sino que empeoraría, porque…
a. Aumentaría la fuga de capitales…
b. Frenaría las inversiones internas, salvo las públicas.
c. Espantaría las inversiones extranjeras y la afluencia de capitales.
d. Pondría en estado de hibernación las relaciones de España con las monarquías árabes, que han otorgado a empresas españoles últimamente contratos por valor de muchos miles de millones de euros, y que incluso podrían retirar sus fondos de España, que se quiera o no, representan un gran balón de oxígeno para la economía española.
e. Supondría un frenazo considerable al turismo que podría bajar en un año entre un 20% a un 30%.
3- Y lo que es peor aún es que no mejoraría la gobernabilidad, porque el sistema seguiría funcionando igual: con la “derecha” en el gobierno, la “izquierda” en la oposición, y “la alternativa” en las calles. 
Tenemos todas las de perder y francamente muy poco que ganar. Que la imagen de la monarquía se ha deteriorado en los últimos años por los escándalos, de acuerdo. Que el derecho de sangre siga por encima del derecho de voto, siendo esto antinatural y obsoleto, sí y no, en cualquier caso discutible. Que no se podía seguir como hasta ahora, rotundamente de acuerdo. Pero ¿qué solución es la mejor? ¿La III República o una reforma en profundidad de las normas democráticas y un control sin reservas del estamento monárquico que debe rendir cuentas? Opto por esto último sin vacilaciones
 

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