Opinión

Europa: el actual sistema de acogida de migrantes necesita urgente reparación

Antonio Sánchez-Gijón/CapitalMadrid.com

Pie de foto: Roma re­procha a Francia el in­cum­pli­miento de sus com­pro­misos

Por falta de in­for­ma­ción de ul­ti­mí­sima hora, el pre­si­dente fran­cés, Enmanuel Macron, co­metió hace días un desliz verbal que se po­dría ca­li­ficar de ‘metedura de pa­ta’. Un por­tavoz del pre­si­dente trans­mitió li­te­ral­mente una acerba crí­tica de Macron contra la re­ciente de­ci­sión del go­bierno ita­liano, de no ad­mitir el des­em­barco de más de 600 mi­grantes en un puerto ita­liano, lle­vados en el Aquarius: “Hay un cierto grado de ci­nismo e irres­pon­sa­bi­lidad en el com­por­ta­miento del go­bierno ita­liano res­pecto de esta dra­má­tica si­tua­ción hu­ma­ni­ta­ria”, dijo el por­ta­voz.

Pero pronto se supo que un guardacostas italiano acababa de desembarcar en Catania (Sicilia) 937 migrantes, la mayoría de ellos eritreos. “Italia – replicó el ministro de Transportes, Danilo Toninelli – no es ni inhumana ni xenofóbica”. Este acerbo intercambio ha puesto en riesgo el encuentro entre el primer ministro Giuseppe Conte y Macron, este viernes, en París. No ayudaba a enfriar los ánimos la réplica del ministro del Interior, Matteo Salvini, retando a Macron a acoger los 9.476 refugiados que faltan para completar el número de 9.816 que Francia se comprometió a recibir hace tres años, en el pico de la crisis de refugiados 2015-2016.

El único bien que resulta de esta crisis es que pone en evidencia ante toda la UE la insuficiencia del régimen para el control de fronteras y de los mecanismos para la entrada reglada de migrantes y refugiados, tal como denuncian una serie de miembros de la UE, de menor peso e influencia y reducidos recursos, como Polonia, República Checa, Hungría y Eslovaquia, más Austria, sin que se les prestara mucha atención, al tiempo que se les acusaba de populismo.

La crisis del Aquarius permite al nuevo gobierno italiano hacer patente que Italia lleva una sobrecarga en materia de acogidas, como muestra este dato: en los últimos cinco años Italia ha dado entrada a 640.000 migrantes y refugiados, la mayor parte africanos. Posiblemente una mayoría de ellos sigue en Italia, imposibilitados de pasar a otros países con regímenes de acogida más estrictos, aunque mejor dotados de recursos.

Uno de esos países es Francia, según Salvini, quien junto con su denuncia dio este dato: “Francia ha rechazado, entre el 1 de enero y el 31 de mayo 10.249 migrantes, comprendidas mujeres y niños”. Las autoridades de inmigración francesas tienen cerrada a cal y canto la frontera noroeste de Italia, y sus agentes gozan de facultades de examinar a los migrantes en el lado italiano de la raya. Esto ha desviado la corriente migratoria a Francia hacia pasos en las zonas alpinas de los dos países.

Las quejas italianas se dirigen también a España: las estadísticas indican que desde 2016 hasta hoy, en España han desembarcado 38.992 personas, mientras que en Italia, en ese periodo, lo han hecho 315.091, dato que de ser cierto desautoriza cualquier crítica del gobierno español a la decisión italiana de no recibir al Aquarius.

En este ambiente de crisis de la cohesión europea no es de extrañar que se formen ‘ejes’ de alineamiento en torno a esa cuestión. El canciller austriaco, Sebastian Kurz, en una conferencia de prensa tras su reciente encuentro con el ministro de Interior alemán, el bávaro Seehofer, ha propuesto la colaboración de Alemania, Austria e Italia para frenar el auge de los populismos en Europa.

La inmigración incontrolada es combustible para los sentimientos antieuropeos entre los propios europeos. Su principal causa es la práctica imposibilidad de devolver a sus lugares de origen a quienes han llegado de forma irregular y obligan a consumir recursos financieros y materiales en el rescate y acomodo de una gran masa de migrantes, cuya única esperanza es perderse entre las grietas del sistema y arribar a fuentes de asistencia humanitaria. O, en el mejor de los casos, a trabajos precarios, y en el peor, a engrosar las filas de la delincuencia.

El sistema de expulsión de los que no han sido admitidos como refugiados es enormemente deficiente: de los 516.000 que habían recibido la orden de salida en 2017, sólo 211.000 han sido devueltos a su país de origen.

Con todo, el sistema no es un desastre total. El acuerdo con Turquía para la retención de migrantes (más de tres millones) funciona bien. Algunos acuerdos bilaterales, como el de España con Marruecos, produjeron resultados positivos, pero ahora están sufriendo pérdida de eficiencia. Libia sigue siendo un “sumidero”, brutal para los migrantes y costoso para Europa. En cuanto al África Subsahariana, es casi ‘terra inexplorata’ para el Frontex, la agencia europea de control de fronteras.