Europa se tambalea

F. Javier Blasco, Coronel en la Reserva

Europa lleva viviendo muchos años de las reservas y los recuerdos de las épocas de bonanza con el pensamiento de que, al igual que el que escucha descargar una fuerte tormenta, se tranquiliza pensando que no hay un problema serio al estar bajo techo y, que tarde o temprano escampará por sí misma.

Los años pasados antes de la crisis económica fueron los de la bonanza, el desmadre y el despilfarro. Había dinero para todo y para todos e incluso, muchos miembros de la UE realizaban enérgicas políticas expansivas que llegaron a constituirse en norma y acogían con los brazos abiertos a todo tipo de emigrantes con el pensamiento de que serían necesarios en su día y habría suficiente cobertura y trabajo para todos.

En dicho tiempo, las políticas sociales en la mayoría de los países de la Unión alcanzaron cotas inéditas en gastos debido al ingente crecimiento, variedad y calidad de las prestaciones. De tal modo y manera, que estas se convirtieron en algo normal y obligatorio, en un derecho irrevocable al que nadie puede osar ni siquiera recortar un milímetro porque sería “contra natura”.

Desde el comienzo de la crisis, los años se han venido superando a base de resistir, ajustar y procurar que los déficits de los respectivos miembros no se desbocaran. Ángela Merkel asumió el papel de la nueva dama de hierro y ha sido casi inflexible en su lucha contra el desmadre y la barra libre, empezando por la misma Alemania; lo que le ha granjeado no pocas y muy duras críticas dentro y fuera de su territorio.

Mientras tanto, empezamos e incidimos en olvidarnos o en pretender obviar varios problemas fundamentales que anteriormente, algunos de ellos, ya planeaban sobre nuestras cabezas: la crisis era más profunda de lo que analizamos a primera vista; los populismos encontraban en esta y en las políticas impuestas por ello su caldo de cultivo para nacer, implantarse y extenderse; los nacionalismos han alcanzado cotas impensables y, a duras penas y con multitud de promesas, se consiguió que el Reino Unido no perdiera uno de sus miembros; el Brexit comenzó a tener fuerza aunque todos confiábamos en la cordura de los británicos para que aquello no se llevara a la práctica; los partidos de izquierdas empezaban a ponerse nerviosos porque por un lado, los populismos les comían la tostada y el electorado y por el otro, su papel en “apoyo” a las derechas les parecía poco conveniente y alejado de sus programas; el autodenominado Estado Islámico (ISIS), a pesar de que lo infravaloramos inicialmente, se hacía fuerte, mucho más sanguinario y conseguía expandirse sobre nuevos horizontes bastante amenazantes para Europa; las consecuencias de lo anterior se transformaron rápidamente en varios países destrozados por las guerras y millones de desplazados y refugiados que, de forma directa o indirecta, amenazan la estabilidad y la capacidad de absorción del conjunto de la UE ante lo que solo, se adoptaron algunos parches y, Grecia se vio envuelta en un proceso electoral en el que los populismos de extrema izquierda se alzaron con una victoria pírrica para los griegos a base de prometerles lo imposible, que llevaron al país a un tercer rescate y a unas condiciones de vida jamás vistas.

Amén de lo anterior, también cabe resaltar otros fenómenos no menores como: el que la popularidad de la mayoría de los dirigentes políticos europeos bajaba y bajaba, de tal forma, que hoy en día es casi imposible alcanzar las añoradas mayorías absolutas; el inquietante incremento de la amenaza y actuación de grupos terrorista de corte yihadista en la mayoría de los países de la Unión; que el largo proceso electoral en EEUU y sus prolegómenos ya anunciaban la fuerte posibilidad de grandes cambios en sus políticas y responsables; Rusia, con Putin a la cabeza, no ha cesado en buscar su franja de seguridad y en amenazar u ocupar espacios muy cercanos a las fronteras con la OTAN o la UE; Turquía, un país aliado y miembro fundador de la Alianza y con aspiraciones claras a ingresar en la UE, de pronto y sin que nadie lo esperara, generó una especie de autogolpe que le llevó al caos, al retroceso en sus políticas y a un importante olvido del respeto a los derechos humanos. Con el agravante, de que paralelamente, pusimos en sus manos la solución para el control de más de tres millones de refugiados a cambio de exigencias difícilmente otorgables. Por último y no por ello menos importante, el inquietante poco esfuerzo en materia de defensa individual y colectiva de Europa haciendo caso omiso a las constantes recomendaciones y exigencias de la OTAN en dicha materia.   

Todo esto y algunas cosas más, como nuestra casi nula participación en solucionar los conflictos cercanos, han ocurrido en el periodo mencionado y aunque son y serán de extrema gravedad, desde mi punto de vista, no han sido tomadas con la consideración, acción y reacción que precisaban y así, ahora nos enfrentamos a un futuro claramente cenagoso del que no sé cómo podremos salir.

España, que aparece recientemente como el único país estable de entre los principales de la UE y, que ya ha pasado su particular sarampión, su gobierno se balancea en la sutil tela de una araña tarántula, que le puede forzar, a convocar de nuevo a las urnas a un pueblo, que se encuentra hastiado con la situación social y política; cansado de tanto proceso electoral; harto de escuchar palabras y promesas huecas; impactado por el cada vez más patente oído que rezuma en todos los sectores; con el partido que “oficialmente le apoya”, Ciudadanos, montado en la constante exigencia e intransigencia y con tendencia a pasarse rápidamente a la oposición y, con un partido socialista descabezado, desnortado y en plenas luchas intestinas; que vira cada vez más a los populismos y nacionalismos apartándose de la vereda de centro izquierda que tantos y buenos resultados nos ha dado a el partido y a todos los españoles.

Francia ya se encuentra en pleno proceso de primarias para las elecciones presidenciales y generales del próximo año. La derecha francesa, con muchos visos de ganar dichos procesos, ya se ha decantado por un cambio de su cabeza visible lo que invita a tener que imaginar en que pueden consistir sus nuevas políticas, no muy bien definidas hasta el momento. Y para que se produzca esto, habrá que aunar fuerzas con los socialistas, quienes también pugnan por cambiar de líder y sufre una franca caída de votantes, para que no les adelante la Sra. Le Pen, presidenta de un importante partido populista de extrema derecha, quien, les está lanzando su aliento en el cogote, cada vez con mayor insistencia y capacidad.

En Alemania, la Sra. Merkel acaba de anunciar su candidatura a la cancillería del país, hasta ahora motor de la economía europea y garante de muchas de las existentes políticas económicas y sociales en amparo de los refugiados. Este hecho, no garantiza la continuidad de su mandato por otros cuatro años más; porque el brote con fuerza de un partido nacionalista de ultraderecha y cierta y patente recuperación de los socialistas, harán que la carrera final en 2017 sea más que competitiva.

En Italia, el 4 de diciembre, los italianos irán a las urnas a votar en un referéndum constitucional que se ha convertido en una especie de moción de censura popular contra el actual Primer Ministro, Matteo Renzi, y aunque nadie en Bruselas quiere que este pierda, todo el mundo da por hecho que así será y ya se preparan para la crisis que supondrá el cambio de políticas de uno de los tres primeros puntales de la UE, que aunque, últimamente ha presentado muchas quejas y disquisiciones, nunca ha perdido la idea de una fuerte y unida política comunitaria.

Esperemos, que como en los últimos casos de importantes consultas populares, las encuestas vuelvan a fallar, aunque lo veo altamente improbable. En cualquier caso, y de producirse lo peor, aunque Renzi no está forzosamente obligado a dimitir por dicho resultado, su derrota en las urnas, sin duda alguna, reforzará a la oposición, que actualmente se apoya en una importante y creciente masa de populistas y euroescépticos.

El Reino Unido, a pesar de las palpables y ciertas consecuencias políticas y económicas de su decisión con respecto a la continuidad en la UE, continúa eufóricamente con el deseo de poner en marcha, y cuanto antes, su Brexit sin tomar en consideración ciertas decisiones judiciales y movimientos políticos que se mueven en sentido contrario. Las repercusiones de este fenómeno para la UE en materia presupuestaria, económica, política y de defensa serán más que graves en los próximos años.

Grecia continúa sin levantar cabeza. Es muy posible, que, a pesar de ciertos fugaces destellos de incipiente recuperación, Portugal también se vea inmerso en algún tipo de rescate por lo que el peso específico de ambos, de por sí muy débil, quedará reducido a la menor de las expresiones.

El recientemente electo Presidente de EEUU, Donald Trump ya ha desbrozado algunas de sus políticas y prioridades. Ninguna de ellas es buena para Europa porque entre otras, suprimirá o dilatará al máximo los acuerdos de libre comercio con la UE, pondrá en solfa el papel de la OTAN en sí misma y sobre todo el esfuerzo aportado por su país para mantener la operatividad y cohesión de la Alianza, no está nada claro su nuevo papel en la lucha contra el ISIS y el terrorismo yihadista y, queda en una situación muy delicada su intención de actuar o no frente a los escarceos de Putin sobre territorios en nuestro Continente.

Aunque la política todo lo aguanta y donde casi todo se puede recomponer, puede que la animadversión abiertamente mostrada hacia él y su campaña por muchos dirigentes europeos y los principales elementos o representantes de la Unión, sirva para que estas grandes diferencias y problemas, ya puestos sobre la mesa, aumenten aún en algo más.

Tres millones de refugiados, procedentes principalmente de Siria, están esperando que el dictador Erdogan abra la llave de las alambradas que los retienen en su territorio si la UE, como se acaba de aprobar, no cede ante sus grandes y graves exigencias. Fuimos unos pardillos al prometerle lo imposible dado que a un dictador no se le puede ir con paños calientes ni dándole largas. Exigirá lo prometido, o cumplirá sus amenazas. En pleno invierno y con las navidades encima, las avalanchas de refugiados están a punto de llovernos sobre nuestras cabezas. Supimos y sopesamos que esto podía ocurrir; la solución era difícil de alcanzar, cosa que también sabíamos y, sin embargo, no hemos hecho nada salvo perder un tiempo precioso para prepararnos para ello y poder de llegar a un cierto consenso entre los socios europeos.

Ya anunció Napoleón, aunque nunca lo dejó por escrito, que el tiempo es el peor enemigo en las batallas, porque es el único elemento que nunca se puede recomponer, ni recuperar. Y, nosotros hemos perdido más de un año, sin adoptar ninguna medida al respecto, mientras todo se ennegrece a nuestro alrededor, miles de desdichados han muerto en el Mediterráneo intentando alcanzar nuestras costas y, otros muchos esperan su turno para llegar algún día sanos y a salvo.

Austria se enfrenta a una repetición de su proceso electoral el mismo día que Italia realiza su mencionado referéndum. Con toda probabilidad será la extrema derecha la que se haga con el poder con el efecto de simpatía que esto produce.

Los países del Este de Europa, otrora tan ansiosos en pertenecer a la UE a cualquier precio, hoy en día, solo piden subvenciones, apoyos y discrepan fuertemente con el cumplimiento de las obligaciones que cualquier miembro de la Unión debe asumir. Los recientes procesos electorales realizados en varios de ellos dejan bien claro un retroceso hacia el nacionalismo a ultranza, un gran ensimismamiento y una pérdida de la confianza en los valores comunes.

En definitiva, Europa está en un momento crítico. Después del referéndum británico sobre el Brexit, los 27 restantes se conjuraron en la Cumbre de Bratislava y decidieron que, a pesar de su necesidad,  no era el momento de ponerse ya a trabajar en un proyecto apuntando hacia una Europa más fuerte y unida, sino que, como viene siendo tradicional ante las decisiones de calado en la Unión, decidieron tomarse las cosas con calma, reflexionar sobre las posibles líneas de acción y darse ciertos plazos, bastante flexibles, para presentar posibles alternativas aunque sin marcar un claro objetivo.

Pero, la reciente e inopinada victoria de Donald Trump ha sido un imprevisto e importante escollo que impide tomarnos las cosas con calma, sobre todo, en determinadas cuestiones como la Política exterior y la Defensa comunitaria. No obstante, tengo la sensación, de que a pesar de ello y, como he dicho antes, la UE no está preparada ni, al parecer, lo estará para reaccionar rápida y adecuadamente.

Seguimos sin proyectos claros y resolutivos, no hay consenso entre sus miembros para casi nada, ni lo habrá, porque entre otros motivos, en los próximos meses, obligatoriamente surgirán cambios en las cúpulas directivas de la UE, Francia y Austria cambiarán de presidente, y es posible que Italia, Holanda y Alemania también cambien sus Primeros Ministros. A lo que hay que sumar, que el Reino Unido estará totalmente desenganchado o en firme proceso de lograrlo.

Definitivamente, Europa se tambalea y los mencionados enemigos cercanos o no tanto, al igual que las alimañas huelen la sangre de un animal herido o sienten la proximidad de una muerte más que segura, esperan su turno para recoger su preciada recompensa o saciar sus ansias de revancha. Solo, un buen análisis de la situación, un acertado Plan de Acción, la cordura colectiva, un verdadero espíritu de concordia y un buen LÍDER con mayúsculas, pueden hacer posible que seamos capaces de pasar dicho trago tan amargo.

Este año 2016 ya a punto de terminar, por diversos motivos, pasará a la historia de Europa como uno de los peores de su historia reciente; pero, y ojalá me equivoque, el próximo 2017, será mucho peor por la confluencia de los numerosos y enumerados problemas que se ciernen sobre el Viejo Continente.   

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