Opinión

Geopolítica Donald Trump

José María Peredo Pombo. Catedrático de Comunicación y Política Internacional de la Universidad Europea de Madrid/La Razón 

Los mapas de la política y la geopolítica no coinciden. Uno es cambiante. El otro es estable. El primero lo diseñan los políticos y sucumbe ante los procesos históricos. El segundo lo conforman intereses estratégicos y varía según los procesos civilizatorios. Uno se amolda a los tiempos, el otro los desafía. Donald Trump, quizá sin saberlo, después de haber entrado en la historia de la política, puede entrar ahora en la historia de la geopolítica, al haber resucitado el NAFTA, tratado de libre comercio entre Estados Unidos, México y Canadá, y haberle dado una nueva vida. El renovado acuerdo USMCA, que coincide con las siglas de los tres firmantes, es un éxito deseado por la Administración Trump porque responde a una promesa electoral y además confirma la idea del presidente, una de las pocas en materia exterior, de que los grandes acuerdos comerciales firmados por Estados Unidos debían mejorarse y ser renegociados.

Pero el USMCA no sólo rompe las fronteras comerciales y revierte, según Trump, en las clases trabajadoras y los agricultores de los tres países, sino que además abre el espacio norteamericano hacia una visión geopolítica a largo plazo en la cual el futuro de la potencia americana no se trazará con unas coordenadas Este Oeste sino con una perspectiva Norte Sur. El catedrático de la Universidad de Boston Andrew Bacevich ya se preguntaba hace algunos años qué hacía Estados Unidos peleando en Oriente Medio mientras México iba camino de convertirse en un estado fallido o un narco estado. No muy alejadas eran las visiones de Ted Galen Carpenter, del ultraliberal CATO Institute, y del propio Samuel Huntington, que situaban al conflicto euroasiático de Oriente Medio, la consolidación de la superpotencia china y un México asolado por la violencia como los tres grandes dilemas geopolíticos para Estados Unidos.

Desde la noche de los tiempos de 2017, cuando Donald Trump llamaba Little Rocket Man al líder norcoreano, a 2018, se diría que con esta firma el presidente americano ha hecho suyo el pensamiento estratégico republicano. La perspectiva Norte Sur para los norteamericanos permite que la población activa de entre los 111 millones de mexicanos, esté dentro de un sistema comercial común, y también de producción. Afecta a sectores industriales tan importantes como la automoción, mantiene aranceles en el acero y el aluminio y mejora las condiciones de trabajo garantizando el asociacionismo laboral en México y exigiendo un salario mínimo por horas de trabajo manufacturero en determinados sectores. Trumpismo en estado puro, tras haber alcanzado el acuerdo con Peña Nieto en agosto y ahora con el joven liberal canadiense, Trudeau. Para ratificarse, el tratado tendrá que pasar en noviembre por el Congreso, después de que las elecciones del midterm hayan conformado unas cámaras capaces o incapaces de dar la batalla al recuerdo del populismo obsceno y supremacista de la campaña.

El acuerdo también tendrá repercusión en Centroamérica, foco de inmigración con una población de 40 millones de habitantes cuyo destino es la frontera de 3.200 Km entre Estados Unidos y México. Con un enorme y renovado Canal de Panamá y con el narcotráfico haciendo estragos en las poblaciones abandonadas por la globalización, el cambio de orientación hacia el sur de Estados Unidos podría tener consecuencias importantes para frenar el deterioro económico y social continuado durante la última década en la subregión. Si el actual Presidente de Estados Unidos ha sido capaz de construir un proyecto de esta magnitud y no el muro de la vergüenza con el que sedujo a los votantes indignados, o ha leído y escuchado mucho a sus asesores, o los analistas de política americana no hemos conseguido aún dar con las características de su personalidad.

Las teorías behavioristas pretendían comprender mejor las relaciones internacionales a partir del estudio del comportamiento de dirigentes, líderes y grupos sociales. Donald Trump también las ha reactivado. Sobre Richard Nixon por ejemplo se especuló con la “madman theory” que explicaba los brotes de irracionalidad del entonces presidente, que amenazaba con utilizar bombas atómicas en Vietnam y contra las potencias comunistas, como meras estratagemas para atemorizar a los enemigos ante un eventual episodio de cólera de Nixon. Los tweets de Trump parecen confirmar en algún aspecto tal posibilidad en la actualidad. Otras interpretaciones hablan de la capacidad negociadora del presidente y de su estrategia de debilitar al rival mediante la comunicación agresiva. Todo un debate. El behaviorismo y la geopolítica en la era Trump, podría titularse.