Hacia un nuevo Marruecos

Por Ramón Moreno Castilla
Foto: Un grupo de jóvenes marroquíes en Tánger.
 
Es evidente que el Reino de Marruecos, uno de los países más importantes del Magreb, que forma parte de la UMA (Unión Magrebí Árabe), se está convirtiendo, por méritos propios, en un verdadero referente en África y en el mundo. No es de extrañar, pues, que todos los días aparezcan en la prensa española e internacional noticias sobre este país, en las que se constata su imparable desarrollo y crecimiento, y las inmensas posibilidades que ofrece Marruecos como imprescindible ‘partenaire’ en la cooperación al desarrollo sostenible. Así lo ha reconocido el presidente de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Marruecos, Walter W. Sioffi, al declarar que Marruecos ofrece, en un contexto internacional difícil e inestable, una plataforma “creíble y atractiva” para los inversores extranjeros. No en vano, el país magrebí se ha situado ya como el auténtico ‘hub’ de África gracias a su posición geoestratégica, sus infraestructuras y su inequívoca proyección internacional; avalada por unos cuadros dirigentes muy preparados y cualificados y  una diplomacia muy profesional y tenaz, que conoce perfectamente su cometido y objetivos. Todos esos logros no son causales, pese a la contrastada laboriosidad, buen hacer y patriotismo del pueblo marroquí. El gran artífice del nuevo Marruecos, del Marruecos del siglo XXI que se vislumbra ya es, sin discusión, el Rey Mohamed VI; quién, con su clarividencia de gran estadista, visión de futuro y su decidida apuesta por la modernización y desarrollo de su país, está situando a Marruecos en el lugar que le corresponde en el concierto mundial. Porque, el Soberano marroquí ha cogido las riendas de Marruecos con mano firme, al tiempo que dialogante, y ha marcado claramente las directrices tanto de la política interna, como de la política exterior basada, sobre todo, en la cooperación al desarrollo con los países africanos hermanos. De ahí que al Rey Mohamed VI se le considere el “Paladín del Panafricanismo”; término acuñado por el que suscribe, y que ya forma parte de la nomenclatura internacional. En este escenario, y según ha afirmado el director del Departamento del Magreb del Grupo del Banco Mundial (BM), Simon Gray, Marruecos ha erradicado la pobreza extrema y reducido la pobreza relativa, lo que es bastante significativo.  
 
Dos han sido las recientes e importantes intervenciones del Monarca marroquí en la escena internacional y en el ámbito interno, que tanto eco mediático han suscitado. La primera, en el 69º periodo de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas celebrada semanas pasada en su sede de Nueva York (que también contó con la brillante intervención del Rey de España, Felipe VI), en la que, en un discurso leído por el primer ministro marroquí, Mohamed VI envió un claro y nítido mensaje a los mandatarios mundiales allí presentes, en el sentido de que con los múltiples problemas que aquejan al mundo actual, sobran los discursos grandilocuentes y las declaraciones de buenas intenciones. Y que la realización del desarrollo sostenible es uno de los apremiantes retos a los que se enfrenta la Humanidad; haciendo un llamamiento para hacer justicia con los países en desarrollo, particularmente en África, así como tratar objetivamente la problemática del desarrollo en este continente. Mohamed VI dejó muy claro, sin acusar a nadie, que el colonialismo había dejado tras de sí enormes perjuicios en los países que estaban bajo su gobierno (ver ‘Discursos reales en la ONU’). Reflexión que, por otra parte, no ha pasado desapercibida en las cancillerías europeas de los países que se repartieron y colonizaron África amparados en la Conferencia de Berlín de 1884. Pero sobre todo en los países del continente africano. Tal es así, que numerosas agencias de prensa africanas reunidas días pasados en Casablanca, en una reunión auspiciada por la agencia marroquí de noticias MAP, rechazaron rotundamente “el neocolonialismo insidioso y solapado de Occidente”. Las agencias de prensa africanas, según noticias llegadas de la capital económica de Marruecos, quieren que los grandes grupos mediáticos de Occidente abandonen la idea de que tienen el monopolio de la verdad y no traten a los medios de los países del Sur con prepotencia y arrogancia. Y es que ya va siendo hora de que los pueblos africanos sean protagonistas de su futuro, sin dictados ni interferencias de las grandes potencias que solo van a lo suyo. 
 
La segunda intervención de Mohamed VI, tuvo lugar el pasado día 10 en Rabat con motivo de la apertura de la primera sesión del IV año se sesiones de la IX legislatura -para cuyo final faltan dos años- que la Constitución marroquí de 2011 ha fijado como plazo para elaborar todas las leyes orgánicas. Es, asimismo, el año en el que se va a completar el edificio político e institucional que busca afianzar los logros económicos y sociales realizados por Marruecos en los distintos ámbitos, mencionados en los discursos del Trono. La alocución real ante las dos Cámaras del Parlamento marroquí ha supuesto otra vuelta de tuerca más a las altas Instancias de la nación. El Rey de Marruecos hizo un fervoroso llamamiento patriótico, e instó a sus conciudadanos a sentirse orgullosos de ser marroquíes, y demostrarlo en la vida cotidiana y en todo momento, instándoles a participar en la vida pública. Y resaltando que el pueblo marroquí es de sobra conocido por su apertura e integración positiva con todos los pueblos y culturas. Y ahí están los numerosos marroquíes asentados en Europa, perfectamente integrados en las sociedades de los países de acogida. El Soberano marroquí se refirió, además, a la consideración y el respeto, así como a la confianza, credibilidad e imagen positiva de las que goza Marruecos ante los pueblos del mundo. El Rey hizo hincapié en el hecho de que hay países que envidian a Marruecos por su trayectoria política y de desarrollo, así como por su seguridad y estabilidad, amén del patrimonio histórico de su civilización, y por el orgullo que los marroquíes sienten hacia su Patria. A pesar de las maniobras de los envidiosos, recalcó el Monarca, “nos empeñamos en respetar los derechos y libertades”. Para algunos analistas, Francia sería uno de esos países que sienten celos de Marruecos ante su pujante desarrollo y su creciente protagonismo en la escena africana. Recuérdense los últimos incidentes que han enfrentado a las diplomacias de ambos Estados; especialmente, cuando el ministro marroquí de Asuntos Exteriores y Cooperación, Salaheddine Mezouar, fue cacheado de forma ofensiva y denigrante en un aeropuerto parisino, sin tener en cuenta su estatus e inmunidad diplomática.
 
Mohamed VI volvió a insistir en el hecho de que al observar el paisaje político nacional, en general, y del parlamentario en particular, se puede constatar que el discurso político no siempre está a la altura de las ambiciones de los ciudadanos, porque se encuentra intensamente vinculado a los cálculos partidistas y politiqueros. Ya que si bien cualquier partido político y cualquier parlamentario tiene el derecho de pensar en su futuro político y en ganar la confianza de los electores, ello no debe ir en detrimento de las grandes cuestiones nacionales y de las verdaderas preocupaciones de los ciudadanos. Ello requiere, según el Soberano marroquí, la adopción de un verdadero código deontológico de la acción política, de modo general, sin tener que limitarse a determinados artículos incluidos en los reglamentos internos de las dos Cámaras del Parlamento. En definitiva, el Rey de Marruecos está empeñado en llevar a cabo las grandes reformas que su país debe acometer para que sea un moderno Estado de derecho, donde la separación de los tres poderes del Estado, el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial sea un hecho efectivo, y contribuyan a garantizar los derechos y libertades del pueblo marroquí. Para ello, el Monarca anunció la próxima puesta en marcha del Tribunal Constitucional con amplias prerrogativas, garante del Estado de derecho. Pero uno de los grandes retos a los que se enfrenta Marruecos a partir de 2015, será llevar a buen término la regionalización avanzada, como pilar fundamental de la descentralización política emprendida por el Monarca, con el objetivo irrenunciable de acercar más la Administración a los ciudadanos. Marruecos no solo ocupa un lugar privilegiado entre los países con buena gobernanza de África; sino que, además, encabeza el ranking de los países más seguros del Magreb superando, incluso, a Estados Unidos a nivel mundial. Un estudio sobre el ‘Índice de Seguridad Global’ elaborado y publicado recientemente por el think tank estadounidense Institute For Ecomonics & Peace (IEP, Instituto para la Economía y la Paz) sitúa a Marruecos en lugar destacado entre los 162 países analizados. Todos estos datos, avalados por prestigiosas Instituciones internacionales, son incontestables; y dicen mucho de la gran labor de transformación, en todos los órdenes emprendida por el Rey Mohamed VI.
 
Hay que reconocer, asimismo, la enorme actividad que instituciones marroquíes de diversos sectores desarrollan dentro y fuera del país. Precisamente, el pasado día 13 de octubre se celebró en Marrakech la 9ª Sesión del Foro para el Desarrollo de África; iniciativa de la Comisión de las Naciones Unidas para África (CEPA), que por primera vez se celebra fuera de su sede en Addis Abeba (Etiopía); y cuyo secretario general, Carlos Lopes, es considerado una de las máximas autoridades económicas en África. A dicho evento dirigió un mensaje el Rey Mohamed VI, exaltando la encomiable labor de este Organismo en aras de alcanzar el desarrollo económico y humano del continente africano. Para el Reino de Marruecos esta dinámica interafricana es esencial. Téngase en cuenta la inequívoca vocación africanista de Mohamed VI, y su indeclinable decisión de reactivar la Unión Magrebí Árabe (UMA) y, además, y como consecuencia de ello, el acercamiento de Marruecos a numerosas organizaciones africanas, tales como la Comunidad de los Estados Africanos del Oeste (CEDEAO), la Unión Económica y Monetaria del Oeste Africano (UEMOA), la Comunidad de los Estados de África Central (CEEAC) o incluso la Comunidad Económica y Monetaria de África Central (CEMAC). Marruecos, por tanto, está contribuyendo decididamente a que todos los países del continente juntos logren el gran reto del siglo XXI, que no es otro sino el de un continente africano unido, estable y próspero. Asimismo, es de resaltar la prevista Conferencia sobre Derechos Humanos, a celebrar en noviembre en Marrakech; que muestra claramente el interés de Marruecos en la observancia y cumplimiento de los derechos humanos.
 
Marruecos, por otra parte, sigue empeñado en alcanzar la independencia energética, apostando por la producción de hidrocarburos, tanto en el territorio continental como en los yacimientos ‘offshore’ localizados en su plataforma continental (la Oficina Nacional de Hidrocarburos, ONHYM, siglas en francés, ha señalado que han encontrado “indicios de crudo” frente a las costas de Sidi Ifni)). Es notorio también el auge de las energías alternativas (solar, térmica, fotovoltaica, y eólica), que evidencian su gran desarrollo, sobre todo en el Sur. La industria textil de Marruecos está en un punto álgido; exportando dos tercios de su producción textil a España y Francia, los dos principales inversores y socios comerciales del país magrebí. La compañía de bandera marroquí, Royal Air Maroc (RAM), una de las más cualificadas de África, quiere potenciar su negocio en el continente americano; una región que además de Estados Unidos y Canadá cuenta con potencias económicas emergentes como Brasil y México. Y así sucesivamente… Marruecos es, indiscutiblemente, un ejemplo edificante para todos los países africanos; y su imparable crecimiento, producto de su desarrollo sostenible y reformas estructurales de todo tipo, no solo lo convertirá en una potencia emergente en la zona, sino en todo un referente mundial. No obstante, la gran asignatura pendiente de Marruecos es, en mi opinión, su histórico déficit de comunicación. Para cualquier amigo de Marruecos (y yo lo soy, aunque ‘amor no quita conocimiento’), da la impresión que no se sabe -o no se puede, por las razones que sean- transmitir a la Comunidad Internacional la inconmensurable labor democratizadora y reformista de su Rey, y los grandes logros en materia de derechos humanos; reconocimiento de género, donde la mujer ocupa el puesto que se merece en la sociedad marroquí; así como los indudables avances sociales en sanidad, educación y otros, que parece que solo sirven para consumo interno. ¿No es la agencia oficial de noticias MAP (la homóloga marroquí de la española agencia EFE) la encargada, por su propia naturaleza, de difundir y poner en valor las excelencias de Marruecos, que son muchas e importantes? 
 
Estamos hablando de una Monarquía Parlamentaria perfectamente consolidada en la que la egregia figura del Rey Mohamed VI, ‘Comendador de los Creyentes’, no es en absoluto cuestionada y constituye un extraordinario elemento vertebrador y de cohesión social; y donde la Constitución de 2011 consagra derechos y libertades, con una alternancia política que es consustancial a un país democrático, donde existe el sufragio universal y se respetan escrupulosamente los resultados electorales. ¡¡Ese es el nuevo Marruecos!! Pero, la espada de Damocles del Reino de Marruecos -lo que dificulta la paz en la región y la integración de la UMA-, son sus constantes desencuentros e incidentes diplomáticos con la República de Argelia; cuya gravedad y dimensión, trasciende la propia naturaleza de las formas de Estado y de gobierno de sus respectivos regímenes políticos. El último incidente registrado ha obligado a que el jefe de la diplomacia marroquí convocara al embajador de Argelia en Rabat para comunicarle la condena del Reino de Marruecos y pedirle explicaciones sobre los disparos efectuados, el pasado sábado, por un soldado del Ejército argelino contra una decena de civiles marroquíes en la frontera entre ambos países. ¿Qué pasó en realidad? Eso nunca lo sabremos con certeza, porque las versiones serán, como siempre, contradictorias. Pero lo que sí está meridianamente claro es que Rabat y Argel deben arreglar cuanto antes sus diferencias por el bien de Marruecos, de Argelia y de todo el Magreb. Y en este sentido, no estaría nada mal que tanto Francia como España, las potencias europeas colonizadoras, tomaran la iniciativa de sentar en la mesa de negociaciones a los dirigentes de ambos países para intentar solucionar sus históricas controversias. Ese gesto conciliador bien lo merece la Paz y Seguridad mundial, por las que todos abogamos. Incluidos, no me cabe la menor duda, los propios pueblos marroquí y argelino.
 

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