Irán ejecuta a Reihané Jabbari

Por Luz García Pueyo
Foto: Reihané Jabbari, la joven iraní ejecutada por matar a un hombre que intentó violarla.
 
Irán ejecutó a una  joven condenada a la pena capital por matar a su agresor sexual. La joven, que se llamaba Reihané Jabbari y tenía 26 años, fue condenada a morir ahorcada por haber matado al hombre que intentaba violarla. El régimen iraní retrasó unos días la ejecución debido a las presiones de Amnistía Internacional (AI)  y de Human Rights Watch (HRW). Después, el monstruoso sistema político y social que oprime Irán desde hace varias décadas, fiel a sí mismo, asesinó a Reihané Jabbari. Lo confirmó su madre, la conocida actriz  iraní Shole Pakravan: “¡Han ahorcado a mi hija, han ahorcado a mi hija!”, se lamentó entre sollozos la pobre mujer, en unas declaraciones que hizo a la agencia Efe. Los familiares de Reihané Jabbari esperaban este trágico desenlace, después de las reiteradas negativas a perdonarla de la familia del presunto violador, el médico Morteza Abdolalí Sarvandí, que había trabajado para el Ministerio de Inteligencia. A finales de septiembre, la joven, que llevaba siete años y medio en prisión y tenía 19 años en el momento de los hechos, en 2006, fue trasladada desde el centro penitenciario en el que cumplía condena a la cárcel de Rajaishahr, cerca de Teherán y donde se realizan ejecuciones. Estado Unidos y la Unión Europea (UE) pidieron clemencia a Teherán, y más de 240.000 personas firmaron una carta impulsada por la plataforma Avaaz para exigir la suspensión de la ejecución al entender que la joven “actuó en defensa propia”. La red social Facebook fue el marco que utilizaron los promotores de  diversas campañas para apoyar su causa, con páginas tituladas “Yo soy Reihané Jabbari» y “Salvemos a Reihané Jabbari de la ejecución en Irán”. 
 
Una vergüenza para la humanidad
No voy a justificar la muerte de nadie, por supuesto que no, ni siquiera la muerte de un violador, pero tampoco creo que tengamos que permanecer callados ante este nuevo crimen que ha cometido el régimen teocrático y dictatorial iraní. Es un régimen que  debería avergonzar a la humanidad. Sé perfectamente, porque vivo en Irán, que millones de iraníes detestan el régimen de los ayatolás,  no lo quieren, le desean lo peor, y muchos, sobre todo los jóvenes, lo han expresado en la calle y a plena luz del día. Y algunos de estos jóvenes han pagado semejante osadía con la muerte o la cárcel. En Irán, hay mucha gente honrada y decente, buena, culta y solidaria. Pero los canallas tienen el apoyo de un poder que es tan canalla como ellos. Siento rabia, dolor y asco por este sistema anacrónico,violento, machista, patriarcal y misógino que funciona en Irán, mi segunda patria, desde 1979. No nos engañemos, el problema de fondo no es el presunto delito que  cometió Reihané Jabbari contra su presunto violador, sino que para los dirigentes y una parte de la sociedad iraníes, una mujer violada tiene menos derechos que un violador. Para esta gentuza, una mujer violada es, en el fondo, una puta, una provocadora; y un agresor sexual, un hombre que cayó en la trampa de una furcia. Para gran parte de los ayatolás y otros responsables religiosos y políticos de Irán, las mujeres son malas y perversas por definición, son sucias y peligrosas, y si son víctimas de una violación, en lugar de castigar al presente culpable, habrá que buscar atenuantes al delincuente e investigar lo que habrá hecho esa mujer para provocarlo.  No exagero, así funcionan las cosas en Irán y en muchos países musulmanes. Así funcionaban las cosas en España y en muchos países que no son musulmanes hace tan sólo 40 o 50 años; quizá menos. Digo esto,  porque no creo que tengamos ninguna autoridad moral e intelectual para dar lecciones de democracia y de respeto a los derechos humanos a los iraníes. “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, dice el Evangelio según San Juan. Los españoles, los europeos, los occidentales, también los musulmanes, tenemos demasiadas miserias de las que avergonzarnos. Ni voy a atacar a los musulmanes y meterlos a todos en el mismo saco como hacen los islamófobos y los racistas; ni voy a defender a los musulmanes en general, sin saber apartar el trigo de la paja, como hacen los hipócritas políticamente correctos. Yo no defiendo a grupos en abstracto, defiendo a seres humanos concretos. Y condeno a seres humanos –y sistemas políticos y sociales- concretos. 
 
Protestas pacíficas
Tampoco voy a entrar a debatir en este foro sobre si las religiones son buenas, malas o regulares, o si Dios existe o es un invento del ser humano para superar el miedo a la muerte. Son debates interesantes, apasionantes, pero que no vienen a cuento en este artículo. La fe, la espiritualidad, puede ser  bella, profunda y maravillosa, o  repugnante y terrorífica, todo depende en manos de quién esté. Creo, sin embargo, que los seres humanos decentes no podemos permanecer quietos ante este nuevo crimen de los teócratas enfermos de odio de Teherán y sus cómplices políticos. No quiero atacar a Irán. Al revés, porque amo y respeto a ese gran país heredero de ricas y variadas culturas, pido a los ciudadanos que tienen corazón y usan bien la razón para que expresen de manera pacífica su dolor y descontento por el asesinato  de Reihané Jabbari. Les pido que escriban cartas de protesta a las embajadas y consulados de Irán en el extranjero, que protesten cívicamente en la calle y que exijan a sus gobernantes que presionen a los dirigentes iraníes La pena de muerte es una infamia. Nada, ni siquiera el crimen más abyecto, la justifica. La pena de muerta es barbarie, atraso,  maldad, mezquindad… Soy consciente de que Estados Unidos y China encabezan el ranking infame  de los países que siguen aplicando la pena capital. Por lo tanto, qué autoridad tuvo Estados Unidos cuando pidió  a Irán que no matara a Reihané Jabbari. Ninguna, o muy poca. La pena de muerte es una vergüenza para la democracia estadounidense. El caso de China es distinto, porque ese país compagina a la perfección una putrefacta y anacrónica dictadura comunista con una especie de capitalismo de Estado salvaje y depredador de las personas y del medio ambiente. Nadie le tose a China, porque es un gran mercado emergente  y ‘business is business’. Ni siquiera Estados Unidos. Y las demás potencias van a la zaga del amo: Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, España… En fin, la muerte de Reihané Jabbari me llena de tristeza, pero también de rabia, como dije antes. Quiero compartir esta tristeza con los hombres y mujeres honrados de nuestro país y de muchos otros países. Quiero acabar este artículo con unos versos del maravilloso poeta persa Omar Khayyam, matemático, astrónomo y ‘poeta del vino’, un artista que los farsantes y analfabetos que dirigen Irán seguramente no habrán  leído: “Lámparas que se apagan, esperanzas que se encienden: la aurora”/ “Lámparas que se encienden, esperanzas que se apagan: la noche”.  Ojalá la aurora nunca se apague en nosotros. Reihané, descansa en paz y que tus verdugos vayan al infierno.
 
 

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