Marruecos, los retos de la modernidad

Ramón Moreno
 
Es una cuestión innegable, que de hecho existe una enorme diferencia entre la civilización occidental y la civilización oriental. No solo en la propia concepción filosófico-religiosa de una y otra, sino en ciertas prácticas sociales que ponen de relieve esas diferencias. Y si bien el asunto que hoy abordamos es un problema social con grandes connotaciones religiosas que afecta, de una u otra forma, a todas las sociedades del  mundo, no es menos cierto que a la hora de referirnos a este controvertido asunto, debemos tener en cuenta, además del componente religioso que gravita en todas ellas, las costumbres e idiosincrasia de esos pueblos, y la propia actitud moral de esas sociedades ante situaciones límites, que no podemos obviar. 
 
Nos referimos al polémico, controvertido y, por demás, inasumible para algunos, fenómeno social del aborto, y todo lo que ello lleva implícito de derechos humanos, objeción de conciencia, religión etc. y todo lo inherente a los derechos y libertades de las mujeres, que son las verdaderas protagonistas y, al mismo tiempo, las víctimas de esa tragedia. Por tanto, sin entrar en más disquisiciones nos centraremos en los estragos que las prácticas abortivas clandestinas están ocasionando en todo el mundo. En Marruecos, por ejemplo -que es nuestro inevitable vecino del Este, visto desde Canarias- y uno de los países más modernos del Magreb y de toda África, se practican al día entre 600 y 800 interrupciones del embarazo. Según la Asociación Marroquí en Lucha contra el Aborto Clandestino (AMLAC), “los abortos 'kamikaces' son la causa principal de mortalidad materna. Las mujeres con más recursos económicos pueden interrumpir su embarazo en clínicas privadas o consultorios médicos, pero las que no tiene recursos se ven obligadas a abortar engañadas por charlatanes o llevando a cabo una interrupción de emergencia con métodos salvajes y peligrosos. Esta información de la AMLAC ha salido a relucir después del gran debate nacional sobre el aborto que se celebró días pasados en Rabat y dio comienzo a un mes de discusiones sobre la legalidad del “ijthad” en el Reino de Marruecos.
 
El aborto es “haram”, algo prohibido en este país pero no por ello deja de practicarse;  y el 4,5 % de las muertes relacionadas con la maternidad se producen durante la ejecución de esta práctica. El colectivo “Droit de la Santé”, Derecho a la salud, es muy claro al respecto: “En Túnez el aborto es legal desde 1973 durante los tres primeros meses del embarazo y se practica 30 veces menos. Queremos una ley del aborto como la tunecina. Que cualquier mujer pueda decidir sobre su propio cuerpo, siempre y cuando esté en las primeras doce semanas de gestación y veinte semanas en caso del malformación del feto”, ha declarado a la prensa Aziz Rhali, coordinador adjunto del colectivo Derecho a la Salud.
 
En Marruecos, el precio de la intervención oscila entre 200 y 1.400 euros; de ahí que las mujeres más humildes se vean obligadas a acudir a técnicas realmente peligrosas como las hemorragias provocadas o al uso de plantas medicinales no siempre probadas con anterioridad y que pueden dejar en la matriz de la mujer graves e irreversibles secuelas. Hasta la fecha, el aborto solo se puede practicar sin acabar en la cárcel si la mujer se encuentra en peligro extremo. Si no, las mujeres pueden ser castigadas con penas entre seis meses y dos años de prisión y el practicante podría pasar de uno a cinco años entre rejas. Así lo determinan los artículos 449-504 del Código Penal marroquí. Ahora se vuelve a abrir el debate por primera vez desde 2009, cuando se llevó al Parlamento la legalización del aborto sin éxito. Téngase en cuenta, que el aborto ha venido siendo un tema tabú en el mundo islámico, con todo lo que ello implica.
 
En el debate sobre el aborto iniciado a principios de semana en la Biblioteca Nacional de Rabat, en el que intervinieron médicos expertos en esta práctica, colectivos de defensa de la mujer y representantes de todos los partidos políticos de Marruecos, habían numerosas pancartas en las  podía leerse: “Por un Marruecos más justo. Aborto sin riesgos”. Cuando finalizó el acto, el Rey Mohamed VI difundió un comunicado, a través de la MAP (la homóloga marroquí de la Agencia EFE española), en el que afirmaba que comienza el plazo máximo de un mes para “establecer reuniones y consultas con la población civil” sobre la irrupción del embarazo y presentar propuestas. Por lo que se ve, y gracias a la intervención Real, esta vez va más en serio la decisión de modificar la legislación marroquí que incrimina a las mujeres que se ven obligadas a abortar bien debido a la gran presión social y familiar que muchas de ellas cargan por quedarse embarazadas fuera del matrimonio o incluso que su embarazo sea fruto de violaciones.
 
Para la activista Aicha Chenna, fundadora del colectivo “Solidarité Féminine”, y una de las mujeres más activas en la polémica de las madres solteras en Marruecos, el problema del aborto viene de la escasez de educación sexual que se produce en las escuelas (lo que, por otra parte, es también una constante en España). Según su testimonio, las altas tasas de aborto, abandono de niños y mujeres que quedan embarazadas fuera del matrimonio se debe a la ausencia de educación sexual en los colegios en edades en las que tanto los niños como las niñas se deberían formar en el uso de anticonceptivos, prevención de enfermedades sexuales y en los riesgos de ejecutar abortos poniéndose en manos de desaprensivos que usan medios salvajes y nocivos para la mujer. Y en este sentido, hay que aclarar que el Islam no prohíbe estrictamente el aborto ni el uso de anticonceptivos; lo que resulta lógico, si tenemos en cuenta el contexto histórico ya que cuando apareció el Corán, ni siquiera se contemplaba, por razones obvias, esa posibilidad. Sin embargo, en la actualidad, son los imanes y líderes religiosos en algunos casos (lo que también ocurre con el Clero) los que adoctrinan en contra del aborto, tal como han explicado algunos colectivos a favor de su legalización. 
 
Pero lo que es absolutamente incuestionable es la implicación del Rey de Marruecos, en todos los asuntos que afectan o tienen como protagonista al pueblo marroquí. El roll de Mohamed VI, “el Rey de los pobres”, como se le denomina coloquialmente, trasciende y va más allá de su condición de representante de la milenaria Monarquía Alauita, de sus prerrogativas como Jefe de Estado o, inclusive, de su estatus como Comendador de los Creyentes; lo que le confiere al Monarca marroquí una enorme autoridad moral y predicamento, constituyendo al mismo tiempo un gran elemento de cohesión y vertebración social. Es por ello, que el Soberano marroquí, haciendo gala de su clarividencia e ineludible compromiso con las reformas de todo tipo en las que está inmerso su país, se implica también en los problemas reales y cotidianos de su pueblo. No es de extrañar, pues, su inmediata intervención en el asunto del aborto, recibiendo a Mustapha Ramid, ministro de Justicia y Libertades, a  Ahmed Toufiq, ministro de Habous y de Asuntos Islámicos, y a  Driss El Yazami, presidente del Consejo Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), así como a distintas personalidades de la sociedad civil, para instarles a resolver esta lacra del siglo XXI. 
 
Por otra parte, el componente sanitario que conlleva el problema abortivo, y que afecta a la salud pública, se ha visto reflejado en el gran hospital Cheikh Khalifa Ibn Zaid Al Nahyane de Casablanca, inaugurado recientemente por Mohamed VI acompañado por el Príncipe Moulay Rachid (hermano del Rey) y por Cheikh Mohammed Ben Zayed Al-Nayane, Príncipe Heredero de Abou Dhabi, y Comandante Supremo Adjunto de las Fuerzas Armadas del Estado de los Emiratos Árabes Unidos, con quién Marruecos firmó un Tratado de Defensa bilateral, como respuesta al peligro que supone para la paz, seguridad y estabilidad en la Región el avance del yihadismo islámico, el gran problema de nuestro tiempo. Este moderno hospital de Casablanca, fruto de un partenariado estratégico entre el Reino de Marruecos y el Estado de los Emiratos Árabes Unidos, se inscribe en los denodados esfuerzos para mejorar la calidad de la oferta hospitalaria y los servicios sanitarios, y constituye un nuevo logro de Mohamed VI, auspiciado por los acuerdos de cooperación bilateral suscritos entre Marruecos y los EAU, en el marco de las buenas relaciones de amistad y cooperación que presiden las relaciones del Reino de Marruecos con todas las Monarquías del Golfo Pérsico. Y constituye todo un referente y el inequívoco buque insignia de la Sanidad en África. 
 
Construido en un terreno de 6, 5 hectáreas (41.000 m2 construidos) dispone de 46 salas de consulta, 86 salas de exploración y tratamiento y 8 salas para intervenciones quirúrgicas, con cuatro áreas principales de oncología, cardiología, pediatría y urgencias. La propuesta del nuevo hospital Cheikh Khalifa Ibn Al-Nahyane, consiste no solo en mejorar la salud de los marroquíes, sino mejorar la formación de los profesionales de la sanidad marroquí mediante un partenariado con la Universidad Mohamed VI de ciencias de la salud. Gracias a una moderna concepción técnica y a su novedosa estructura, este nueva instalación sanitaria está llamada a dar respuestas médicas a la población de Marruecos e, inclusive, a las poblaciones de África Occidental, al disponer de la más moderna tecnología y avances científicos en materia sanitaria y de salud pública; contribuyendo, sin duda, al desarrollo de las infraestructuras hospitalarias de la Gran Casablanca, la capital económica del Reino, y a la promoción y desarrollo del sector de la sanidad en Marruecos.
 
Concluyendo: la legalización del aborto, junto con la Ley de la Familia, Moduana, donde queda reforzada la figura femenina, representan un gran avance en la consolidación de los derechos y libertades de la mujer marroquí, que ya ha dejado de ser un simple objeto. Hasta el extremo, que una mujer soltera puede tener ya su libro de familia y, casada con un extranjero, el hijo tendrá nada más nacer la nacionalidad marroquí. Por tanto, si tal como ha indicado Mohamed VI, la Ley del Aborto es pronto una realidad, la mujer marroquí no tendrá nada que envidiar a cualquier mujer occidental ya emancipada; lo que evidentemente pone en valor las reformas sociales impulsadas por el Soberano marroquí, y supone un aleccionador ejemplo de modernidad para el resto de los países del Magreb y de África en general.-
 
 
 

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