Marruecos y el Sáhara

Por Ramón Moreno Castilla
Foto: El Ouali Mustafá Saied, fundador del Frente Polisario (a la izquierda) con otro dirigente independentista.
A propósito de la entrevista que el ex diplomático marroquí, Jamal Mechbal concedió la semana pasada a Atalayar, que tanto eco mediático ha tenido, y en la cual denunciaba que la ONU no había abordado las “cuestiones previas” imprescindibles para la solución del problema del Sáhara; unido a la exigencia de Marruecos a que el representante personal del secretario general de Naciones Unidas para el territorio, Christopher Ross, explique los motivos de su previsto nuevo viaje al Sáhara, creo conveniente profundizar en esta controvertida cuestión que tanto está incidiendo en las relaciones entre Marruecos y Argelia y, por extensión, en la propia  integración de la Unión Magrebí Árabe (UMA).  Porque sobre el Sáhara, y a pesar de la amplia y variada bibliografía, estudios y trabajos periodísticos existentes -que sería prolijo enumerar ahora-, hay algunos aspectos poco conocidos que, por su importancia y trascendencia, sería interesante desvelar. Por tanto, y prescindiendo de la historia, más o menos conocida, nos centraremos en cómo se gestó el llamado Frente Polisario, que es el verdadero obstáculo para la solución del problema del Sáhara; y que constituye, al mismo tiempo, la génesis del conflicto entre Marruecos y Argelia por la marroquinidad del Sáhara, en el que subyace, además, el histórico contencioso fronterizo entre ambos países, con el telón de fondo del ‘Tratado de Lalla Marnia’, de 18 de marzo de 1845, que delimitaba las fronteras entre los dos países (ver, entrevista citada).
 
La lucha por la independencia del Sáhara resurge a partir de 1956, año de la independencia de Marruecos, y se intensifica con la creación del Ejército de la Liberación del Sur (ALS), guerrilla saharaui, alentada y armada por grupos nacionalistas marroquíes cercanos al poder central, que pronto domina la mayor parte del territorio e inflige severas derrotas a las fuerzas españolas y a las francesas acantonadas en Mauritania. En 1958, España y Francia coordinan la ‘Operación Teide’, (en español) u ‘Operación Ecouvillon’ (en francés) para aplastar a la guerrilla. Una copia exacta de lo que España y Francia ya habían hecho en el Rif -donde, por cierto, emplearon gas mostaza- que obligó a la guerrilla a ponerse a salvo y la mayoría de esos combatientes se refugian en Marrakech, como es el caso del padre (jubilado de las FAR marroquíes) del actual presidente de la fantasmagórica RASD, Mohamed Abdelaziz, y de otros dirigentes del Polisario. Poco después de la operación militar, España devuelve a Marruecos la región de Cabo Juby, entre Tarfaya (antigua Villa Bens) y Tiznit y se establece la frontera que actualmente delimita el territorio saharaui en litigio. En 1966, Naciones Unidas pide a España organizar un referéndum de autodeterminación. En 1967, el saharaui Mohamed Basiri (que estudió en El Cairo y Damasco) funda el Movimiento de Liberación del Sáhara (Harakat Tahir), anticolonialista y pacífico. En 1970, una manifestación de este movimiento en El Aaiún es brutalmente reprimida por las fuerzas españolas causando 11 muertos y centenares de heridos y Basiri desaparece de la escena tras ser arrestado. Este hecho fue el inicio, en 1973, de la formación del Frente Popular para la Liberación de Seguia al Hamra y Rio de Oro (Polisario), fundado por El Ouali Mustafá Saied y otros estudiantes saharauis en universidades marroquíes que lanzan una exitosa serie de ataques a las tropas españolas. Aquí hay que señalar, que tanto Mustafá Saied como otros fundadores del Polisario pertenecían al contingente de niños saharauis, todos hijos de excombatientes, reunidos por Bensaid Ait Eder, que estudiaron en Casablanca y luego continuaron en las universidades marroquíes. Para contrarrestar esa ofensiva, y ante los deseos de Marruecos y Mauritania, que había apoyado a los independentistas, ante el temor -infundado- de que Marruecos reclamara la anexión de ese país, España empezó a considerar la posibilidad de la autonomía y crea a finales de 1974 la formación pro-española Partido de la Unión Nacional Saharaui (PUNS). 
Ese año, Marruecos, que desde su independencia reclama la devolución del Sáhara, lleva el caso ante el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de La Haya, que en otoño de 1975 emitió un veredicto, no vinculante, constatando que el territorio saharaui no era “tierra sin dueño” en 1884; fecha de la primera ocupación española, en virtud del Acuerdo de Berlín del mismo año, mediante el cual las potencias europeas se repartieron África. En noviembre de 1975, Hassan II, rey de Marruecos, lanza la Marcha Verde, una manifestación pacífica de 350.000 civiles, acompañados de 20.000 soldados y gendarmes, que se desplaza hasta Tarfaya. Luego vinieron los Acuerdos de Madrid y todo el largo proceso ante la ONU, con la creación de la MINURSO, hasta nuestros días… ¿Por qué Marruecos se muestra tan reticente con Christopher Ross? Es que los antecedentes de Ross no ayudan, precisamente, a disipar las suspicacias y los recelos de Marruecos. Ross fue embajador de los Estados Unidos en Argel, y es de sobra conocida su vinculación con el lobby petrolero norteamericano. ¿Cómo un personaje de estas características, que tendría que mantener una absoluta asepsia política, puede mantener una rigurosa neutralidad en una controversia que lo vincula a una de las partes en conflicto? ¿No pudo Ban ki moon haber elegido a otro acreditado diplomático independiente para ser su representante personal en el Sahara? No es de extrañar, pues, que Marruecos se niegue ahora a recibir al enviado de la ONU para el Sáhara, hasta obtener “aclaraciones sobre los límites de su misión”. ¿No está Marruecos en su derecho?
 
Pero en honor a la verdad de lo que realmente ocurre en el Sáhara, tendríamos que referirnos a la ‘historia secreta’ del Polisario, siquiera someramente, porque ahí está la clave. Fue en las universidades marroquíes, donde se gestó este acrónimo de Frente Popular de Liberación de Seguia el Hamra y Río de Oro. Marruecos era a mediados de los 60 un país presa de la duda; y la universidad era el principal lugar de la contestación al poder establecido por Hassan II, después del fallecimiento de su padre Mohamed V. El Reino Jerifiano era presa de vivas tensiones en el seno de la izquierda, indecisa ante el proceso que había que seguir. Un verdadero proyecto republicano estaba en curso en las aulas de la universidad marroquí. Entre esos estudiantes, un grupo de saharauis para los que no había lugar plantear una cuestión de identidad o un proyecto particular para el Sáhara; y cuyos ideales son más de naturaleza comunista o revolucionaria, y sus diferencias se hacían patentes en los retratos que colgaban en sus habitaciones: Mao Tsé Tung, Lenin, Trotski o Fidel Castro. Pero sobre todo, del Che Guevara, verdadero ideólogo de los Movimientos de Liberación Nacional que tenían su sede en Argel. Era la época de la guerra fría, que también tenía sus actores en el Magreb y en toda África.
 
Un alumno aventajado del Che, que era su ídolo, fue Ouali Mustafá Saied, fundador del Frente Polisario, y que fue su segundo secretario general y primer presidente de la autoproclamada RASD. Descontento con el plante del Partido Istiqlal y del Gobierno marroquí, que le negaron apoyo, decide precipitar los acontecimientos; y tomando en cuenta los elementos teorizados por el Che Guevara en 1963, añade la doctrina islamizada teorizada por Mohamed Sidi Brahim Basiri, creando el Frente Polisario el 10 de marzo de 1973 en Zuirate (Mauritania). Mientras, y coincidiendo con la agonía de Franco, marroquíes, argelinos y mauritanos empiezan contactos secretos para determinar el futuro del Sahara. Para Houari Boumediene, la causa es entendida, y lo más importante para él es hallar una salida al hierro de Dar Jbilet, que no era rentable transportarlo al norte del país hacia el Mediterráneo. Es ideado un proyecto Marruecos-Argelia, en varias reuniones; y estaba determinado que el puerto de Tarfaya fuera rehabilitado, así como carreteras y una vía ferroviaria que uniera Dar Jbilet y Tarfaya. No obstante, en el periodo que va desde 1973 a 1975 se produce un duro enfrentamiento por la marroquinidad del Sáhara entre Hassan II, que tiene la legitimidad, y Boumediene, que tiene una necesidad vital de una salida al Atlántico. 
 
Abdelaziz Buteflika, que era entonces ministro de Asuntos Exteriores de Argelia, presentó el dossier sobre el Sáhara en el transcurso de la Cumbre de la OUA en 1972 celebrada en Rabat. Pero monta en cólera, cuando se entera de que Marruecos y Mauritania habían solucionado sus diferencias y se disponían a firmar un acuerdo con España, la potencia colonizadora del territorio. Buteflika, que mantenía buenas relaciones con Marruecos (él nació en Uchda), pensaba que al menos tenía que habérsele  informado. Boumediene, por su parte, explota cuando dos años más tarde sus servicios secretos le informan de que Marruecos estaba preparando lo que sería la Marcha Verde. Esta información indigna a Boumediene ya que, según él, esa marcha echaba por tierra su acuerdo de creación de la sociedad común argelino-marroquí. Acuerdo secreto, que los marroquíes no pusieron nunca en duda, y que hubiera sido muy beneficioso para las partes.
 
Pero lo que realmente pone fuera de si a Boumediene es que la Marcha Verde es una magnífica oportunidad de Hassan II para demostrar su sabiduría única de estratega y  legitimar su posición de mediador en Oriente Medio, que ya había empezado a verse en la Conferencia Árabe de Casablanca. Es ahí cuando Boumediene comprende que la historia está pasando por delante de él e, impotente, decide reactivar la ‘Doctrina Guevara para el Sáhara’ y entra en contacto, a través de Kasdi Merbah, jefe de los servicios secretos, con Ouali Mustafá Sayed. Al principio reticente, Mustafá Sayed comprende el enorme partido que podrá sacar del apoyo de Argelia; pero no sabe aún que otro interlocutor, alertado por Kasdi Merbah, ha hecho su aparición en escena y se muestra muy interesado por el dossier del Che. Su nombre es Yuri Andropov, a la sazón, director del todopoderoso KGB, y futuro dirigente soviético. Este maestro de espías ruso aconseja a su homólogo Kasdi Merbah de proclamar sin esperas una república para “instalar” al Frente Polisario. 
 
Paralelamente, Andropov se propone recuperar a los cerca de 3.000 saharauis desmovilizados por España, y que consideraban que Marruecos les arrebató su pan. Urdida la farsa, el 25 de febrero de 1976, un decorador de plató de la sociedad rusa Mosfilm, Grigori Andriovitch, es llevado al Sáhara para preparar la escenografía de una declaración de independencia. Pero había un problema: el joven Frente Polisario no poseía suficientes miembros alfabetizados para formar un ejército creíble. Poco importó, el ‘Gobierno’ contaría con nueve ministros; el ‘Politburó’ con 21 miembros y los ‘Comités de Bases del Pueblo’ con 19, todos ‘elegidos’. Este desequilibrio tenía una razón simple: el Frente Polisario sólo contaba entonces con 600 efectivos. Andropov y Merbah debían encontrar una reserva de crecimiento para el Frente. Y este es, de forma sucinta, el relato de la “historia secreta” del Frente Polisario. Así se escenificó la estafa del siglo, teorizada por un cubano, puesta en marcha por Argelia y sostenida por el KGB soviético.
 

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