Opinión

Niños perdidos

Javier Fernández Arribas

No debemos permanecer insensibles al estremecedor dato facilitado por Europol sobre la desaparición en Europa, durante 2015, de 10.000 niños refugiados. Nuestras conciencias se conmueven cuando aparece la foto de un niño, de unos cuatro años, ahogado y tirado en una playa griega. Es cierto que una imagen impacta, diría yo, más que las palabras que anuncian la desaparición de 10.000 niños como el ahogado, cuyo destino no queremos ni pensarlo. Las principales víctimas de una guerra siempre son los más débiles como los niños, las mujeres o los ancianos, que sufren todo tipo de penurias y sacrificios; de terror y angustia por los bombardeos; de hambre y miseria porque los pocos alimentos y medicinas disponibles son para los combatientes. El gran horror radica que una vez que estos críos pueden escapar del infierno en el que unos indeseables han convertido su casa, su barrio, su pueblo, su país, resulta que caen en manos de unas mafias sin alma que los hacen desaparecer sin que nadie se plantee dedicar más recursos de los estrictamente necesarios para evitarlo. El negocio es tremendamente lucrativo porque el destino de estos niños, me estremece simplemente pensarlo y me horroriza escribirlo, es el tráfico de órganos, explotación sexual, laboral, niños soldados en algún país del Tercer Mundo, ‘mulas’ para pasar droga y otros muchos trabajos más que sucios, repugnantes para cualquier persona con unos mínimos principios y valores. Para los criminales que utilizan a los niños para todos tipo de bajezas morales y corporales, lo único que cuenta es el dinero, el dinero sucio y podrido que debería corroer todo lo que tocara, sobre todo a estos inmundos traficantes de niños. En Ginebra, la negociación para poner fin al origen de este infierno sirio, una pesadilla que dura ya casi cinco años y ha costado la muerte de más de 250.000 personas, el desplazamiento de 10 millones, debe ignorar los intereses personales y partidistas de cada uno y mirar por el final de una guerra civil encarnizada. Gobierno y oposición afrontan una gran responsabilidad, una obligación inexcusable como es terminar con un enfrentamiento que ha sido utilizado por grupos terroristas de criminales y narcotraficantes para ocupar el vacío de poder e intentar imponer por la barbarie sus intereses. El ejemplo de lo importante que son estas negociaciones es el atentado en un mercado de Damasco, con más de 70 muertos, reivindicado por Daesh para dinamitar además las negociaciones de Ginebra.