Opinión

Nos jugamos España

Antonio Regalado

Este domingo tenemos la oportunidad de cambiar el curso de la historia: o apostamos por ser ciudadanos libres e iguales con un gobierno constitucionalista o normalizamos al terrorismo y al separatismo.

Este domingo tenemos una cita con las urnas. Una cita imprescindible. No sobra ni un voto. La campaña electoral ha servido para movilizar a poca gente. Solo la convencida. Los casi 10 millones de personas que siguieron los debates de TVE y de Atresmedia, no despejaron las dudas. Las empresas demoscópicas elevan hasta siete millones el número de indecisos. Se trata de una excusa tras los fracasos de los últimos diez años empezando por el CIS, hoy reconvertido en una sucursal de Ferraz, 70. Cuando a las ocho de la tarde comience el recuento, las “israelitas” desvelarán si hemos perdido solo este mes de abril o nos espera a la vuelta del acueducto de mayo la mayor incertidumbre de nuestra vida.

Adiós al bipartidismo

Roto el bipartidismo, la primera enseñanza de los debates televisivos es la de que hay que regularlos por ley con las mismas reglas para todos los aspirantes. Y un cara a cara entre los dos partidos más votados.  El presidente del Gobierno debe ser un candidato más y el señor Ábalos no puede “okupar” el set de invitados porque su jefe, enfadado por perder el debate, no quiso comparecer. Jugar con las cartas marcadas es muy propio de este Gobierno que llegó prometiendo elecciones inmediatas y un poco más y las prolonga por decreto-ley hasta el 2030.

La Ley de Gobierno y la Ley Electoral deben cambiarse con urgencia. La primera, para que el Ejecutivo quede en funciones desde el mismo día de la convocatoria evitando así sus viernes electorales a base de regar con dinero público y, la segunda, para que quien no obtenga el 3 por 100 de los votos no ostente representación en el Congreso y acuda a la Cámara Territorial. Otra reforma obligada es la de la Junta Electoral Central (JEC) que interpreta la norma como le viene en gana; no permite que VOX (con representación en el Senado) se mida con los grandes, pero autoriza debates y coloquios en la cárcel con los golpistas catalanes. ¿Haría lo propio con violadores y pederastas?

Lo que venimos denunciado hace años se ha cumplido: se ha roto el bipartidismo y los cuatro o cinco partidos grandes tienen que comenzar conversaciones a varias bandas para alcanzar mayorías y gobernar; ya no vale ganar las elecciones sino tener compañeros de viaje para llevar a cabo los programas económicos y sociales para la XIII Legislatura. Hace falta una cultura del pacto. Ya hay un referente: el Parlamento Europeo.

Ni izquierdas ni derechas

Estas elecciones del 28-A no van de izquierdas o de derechas. Los bloques están claros: PP y Ciudadanos apoyando la Constitución y la bajada de impuestos frente a PSOE y Podemos que abogan por aliarse con nacionalistas y separatistas. La incógnita de VOX puede cambiar todas las previsiones. De un partido que no concede entrevistas y que veta la presencia de periodistas en sus mítines -también lo hacen Podemos y Bildu- no es de fiar. Y acabar con las Autonomías es, sencillamente, cargarse la Carta Magna del 78.

En los debates televisivos confirmamos lo que ya sabíamos: que Pedro Sánchez tiene un proyecto firme para seguir en La Moncloa: gobernar con Podemos y con los separatistas. Todas las medidas que ha tomado han sido para contentar a la izquierda, al PNV y a Torra. Una reflexión: si Sánchez ha gobernado cabalgando en el autoritarismo del decreto-Ley ¿cómo gobernará siendo el partido más votado?

Con su expresión corporal lo dijo todo: estuvo agresivo y deshonesto al encadenar mentiras con medias verdades y exhibiendo documentos falsos acusando al gobierno andaluz de perseguir a funcionarios. Oportunismo, impostura y soberbia aderezados con una excelente ración de propaganda a golpe de talonario. Lo que llama justicia social mientras mete en el mismo saco a lo que la ministra de Justicia -la amiga de Garzón y Villarejo- la triderecha.

Su socio Pablo Iglesias demostró que se transforma como nadie apoyándose en la parte de la Constitución que le interesa mientras reinterpreta el artículo 1 y 2 como si no hubiera mañana. La España plurinacional le otorga un plus dialogante que vale lo mismo para apoyar un referéndum (ilegal) en Cataluña y en el País Vasco que para reivindicar el Movimiento por la Autodeterminación y la Independencia del Archipiélago canario (MPAIAC) de Antonio Cubillo. Aunque su actitud franciscana no oculta su verdadera ambición: disfrutar de poder ministerial. Ya ha engañado a mucha gente mucho tiempo.

Toda una izquierda progresista y reaccionaria aliada con los que quieren romper España. En resumen: un Frente Popular encubierto que nos retrotraiga a 1934. O sea, volver al odio y al rencor de los prolegómenos de la guerra civil.

El líder de Ciudadanos Albert Rivera le ha perdido el respeto a Sánchez porque sabe que no cumple lo que promete. Y porque el socialista ningunea a todos sus rivales desde que accedió al poder. Las  fotos  con el presidente de la Generalidad, en Madrid y  Barcelona; la foto de la  penúltima cena entre Mendía y Otegui, la aprobación de la ley vasca contra las FSE, los silencios cómplices de los indultos a los golpistas catalanes, la defenestración del fiscal jefe, Edmund Bal -el mejor fichaje de Cs- por negarse a rebajar las penas Junqueras y asociados, el plagio de su tesis doctoral, (alimentado por los falsos informes emitidos desde  La Moncloa) son motivos suficientes para aclarar, desde el minuto uno, que no se puede pactar nada con el sanchismo, porque “un presidente que miente y que es capaz de dar las llaves de España a Torra, es un peligro”.

El presidente del Partido Popular aprendió en el segundo round televisivo que la estrategia es el mejor ataque. Acusó abiertamente a Pedro Sánchez de “blanquear a terroristas y golpistas por un puñado de votos”. He aquí otras dos perlas contra PS: “es de chiste es usted hable de fraude fiscal. Su Gobierno es como el aloe vera, cuando más le investigan más propiedades le salen" Y apostilló: "Es usted una matrioska, una muñeca rusa, con partidos como Podemos, independentistas catalanes y Bildu dentro".

Pablo Casado tiene un mérito extraordinario porque cargar con el viacrucis y el legado de Rajoy no ha sido fácil. Demasiados sorayos todavía en sus filas. Y, en el cogote VOX. Ocho meses de trabajo le han convertido en el líder de la derecha conservadora y sin complejos.

Es una lástima que en cuatro horas de confrontación no se hablara de Europa -el 80 por 100 de las decisiones económicas se toman en Bruselas- y que nadie propusiera unos PACTOS DE LA MONCLOA II para iniciar una cultura del diálogo que no nos condene a estar otros 40 años entregados al cáncer nacionalista. Y que resuelva los graves problemas de la unidad de España, del paro, del agua, del despoblamiento, de la natalidad, del envejecimiento, de las pensiones, de la obesidad, de la digitalización, de la inmigración, de la FP, de la enseñanza en español en todo el territorio nacional, de las Universidades, de las energías, de la globalización, del cambio climático, de las drogas y de la ludopatía infantil.

Acabar democráticamente, voto a voto, con el señor Sánchez - “Ana, yo soy el presidente del gobierno”- es el primer paso para evitar que vivamos otros 10 meses de desconcierto e incertidumbres que ya reflejan una desaceleración, falta de inversiones y la pérdida de empleo. ¿Hay algo más progresista que crear empleo? Esto es responsabilidad de todos los ciudadanos.

Fragmentación del voto

Hay que felicitarse porque la izquierda no cuestionó en esta ocasión la Monarquía Parlamentaria como se contempla en los 21 puntos del chantaje separatista, podemita, bilduetarra y peneuvista y porque los españoles han descubierto a dos políticas valientes: Inés Arrimadas (Cs) y Cayetana Álvarez de Toledo (PP).  Dos candidatas inmejorables para ser las primeras mujeres presidentas de Gobierno de España cuanto antes.

Pero la Ley D’Hondt, que, por cierto, se aplica en más de 30 democracias para asignar escaños atendiendo a la proporcionalidad, perjudica mucho a los terceros y cuartos partidos. Víctor D’Hondt (1841-1901) fue un matemático y jurista belga que diseñó la fórmula en 1878 aunque fue propuesta mucho antes por el presidente Thomas Jefferson.

En las 28 provincias españolas que tienen 4 o menos escaños, el partido más votado obtiene una sobrerrepresentación al obtener automáticamente el tercer resto.

Hay que recordar que Casado propuso antes de la campaña un acuerdo a Ciudadanos y a Vox para compartir lista en esas provincias sin condiciones para elaborar las listas y que todos salieran beneficiados. Hoy Rivera se ofrece a gobernar con Pablo Casado mientras Abascal, sin bajar de su cabello, augura un final de los populares como ocurrió con UCD.

La alternativa de acudir conjuntamente al Senado en esas provincias con menor censo, en Navarra, País Vasco y Cataluña, tampoco funcionó. Hay que reconocer que la estrategia del divide y vencerás ideada por José Félix Tezanos y por Iván Redondo, puede funcionar. Si el PSOE consigue mayoría en la Cámara Alta, adiós a la aplicación del 155 en las cuatro provincias catalanas, se propugnará un tripartito separatista en el que entre el PSE y, a partir de aquí, como adelantó Miquel Iceta, se abrirán de par en par las puertas del nuevo referéndum (si lo pide el 65% de los catalanes) y a la cuarta proclamación de la República catalana. Y abierto el melón...

Votar sin miedo

Antes de que llegue la “hoja roja” del librito de empaquetar el tabaco, como nos enseñó Miguel Delibes, tenemos un sábado de reflexión. Hay que votar sin miedo. En libertad. Sin complejos. No sabemos, si como dice el inquilino Sánchez, “el único partido que puede ganar a las tres derechas es el PSOE. Estamos muy cerca"
No sabemos qué hará el centro y la derecha; sí sabemos que la fórmula andaluza ha terminado con un régimen de 40 años corrompido hasta la médula y con dos presidentes del PSOE y de la Junta que han sido procesados. Sí sabemos en estos 300 días de Gobierno sanchista cómo han avanzado las huestes de la izquierda, de la extrema izquierda del terrorismo y separatismo: en la imposición del partido único.

Este domingo tenemos la oportunidad de cambiar el curso de la historia: o apostamos por ser ciudadanos libres e iguales con un gobierno constitucionalista o normalizamos al terrorismo y al separatismo. Hablamos, sencillamente, de nuestro futuro, del de nuestros hijos y del de nuestros nietos. No podemos dejar el Ejecutivo en manos de aventureros. Nos jugamos España.