Opinión

Protestas en el Rif

Javier Fernández Arribas

Las protestas en el Rif están afectando a toda la región del norte de África y ha disparado algunas alarmas en España. No hay duda de la importancia de unos disturbios que llevan produciéndose desde hace seis meses tras la muerte de una persona en un contenedor de basura. Hace falta la muerte de un ser humano para que el resto tenga el arrojo de protestar ante una serie de injusticias y de vida precaria que deben ser denunciadas y rechazadas sin que se le lleve la vida a alguien. Una situación que no es de ahora porque la convivencia de los habitantes del Rif en el seno de Marruecos ha sido históricamente complicada.

Su idioma amazigh fue reconocido y el rey Mohamed VI ha intentado mejorar la situación de esta región que tiene ambiciones independientes pero que ha sufrido insistentemente los problemas derivados de una política que no ha tenido algún signo favorable en los últimos años hasta la llegada al poder del monarca actual. No es sencillo poder superar años de represión y de revancha promovidos por el Gobierno de Hasan II, el padre del rey actual, que nunca perdonó que en el Rif surgiera alguna de las intentonas para asesinarlo, un golpe de Estado frustrado por los pelos y que influyó en las decisiones de Hasan II hasta el punto de aplicar una dura represión.

El recién nombrado Gobierno de Marruecos, después de muchos de meses de interinidad, ha intentado en las últimas semanas combinar la opción de diálogo para intentar buscar vías de solución con la represión policial que ha culminado con disturbios constantes en los últimos meses, agudizados en los últimos días tras la detención del líder del levantamiento popular, Nasser Zafzafi, un parado de 39 años que se convirtió en líder de la revuelta, y de buena parte de los principales activistas población, que piensa que el actual Ejecutivo es una mafia.

El viento de descontento social que empezó a soplar hace medio año se ha convertido en un huracán por la pobreza, las injusticias, el desempleo, la corrupción, el autoritarismo de los gobernantes regionales y el abandono que sufren amplias zonas del Rif. Hay muchas incógnitas que resolver para explicar que estas protestas se mantengan en el tiempo y se intensifiquen en un momento de especial trascendencia. No hay que ignorar que el descontento popular justificado pueda tentar a algunos radicales para desestabilizar a Marruecos, una situación que afecta a España y a Europa.