Seguridad compartida y compromiso con África

Por el teniente coronel Jesús Díez Alcalde (analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos)
Foto:  Inmigrantes subsaharianos, en Ain Chouater, frontera entre Marruecos y Argelia.
 
África es un continente de oportunidades, y su progresiva relevancia en el escenario internacional es una realidad ya incuestionable. Aunque persisten grandes desigualdades, su crecimiento económico, que el Banco Mundial situó en torno al 5% en 2012, su ingente riqueza energética y el incremento de los procesos democráticos nacionales parece que así lo avalan. Sin embargo, estos indicadores no ocultan los enormes desafíos que enfrenta para alcanzar la estabilidad política y fomentar un desarrollo sostenible, del que se beneficien todas sus poblaciones. Por el contrario, muchos países se ahogan en el caos, la violencia y el mal gobierno, lo que obliga a cientos de miles de africanos a emigrar tanto dentro del continente como hacia Europa, donde buscan unas mejores condiciones de vida o, aún más lamentable, su propia supervivencia.
 
Apoyo y cooperación 
En los últimos meses, la llegada de inmigrantes africanos a las fronteras exteriores de Europa se ha incrementado de forma muy significativa, y ha vuelto a trasladar a la actualidad la grave situación y la enorme frustración que éstos sufren en sus propios países. Sin obviar la necesidad de preservar la seguridad fronteriza, es urgente frenar esta tragedia, de la que se benefician las mafias que explotan el sufrimiento humano. Y este objetivo solo se logrará apoyando, desde el exterior, la transformación de las políticas, las instituciones y las economías africanas, para sustentar la consolidación de unos Estados más inclusivos, abiertos y pluralistas, en los que el ciudadano se convierta en el verdadero epicentro de la soberanía nacional. Para ello, se debe fortalecer la cooperación y el control internacionales con los objetivos de aliviar la pobreza extrema, promover el equilibrio social y una mejor distribución de la riqueza, y también de aumentar los niveles educativos como elemento vertebrador de unas sociedades más libres e igualitarias. Pero ante todo, y como condición sine qua non, es imprescindible fomentar la creación de Estados sólidos y democráticos, que asuman el buen gobierno, el desarrollo y el bienestar de sus ciudadanos, y que sean capaces de ejercer un control efectivo sobre todo su territorio. 
 
El problema del terrorismo
Sin embargo, ninguno de estos avances será factible hasta que no se consiga erradicar la violencia que se extiende de forma alarmante por el África subsahariana. En esa zona del continente, muchas naciones, por incapacidad o desinterés, todavía no cuentan con sistemas eficientes de seguridad y defensa que les permitan enfrentar la anarquía dentro de sus fronteras, ni pueden frenar el crimen organizado y la amenaza yihadista que se extienden y buscan refugio en los vastos territorios africanos que están fuera del control estatal. En Somalia, la lenta evolución política se enfrenta a los continuos ataques yihadistas de Al Shabab y a la piratería marítima en sus aguas territoriales; la población cristiana del norte de Nigeria está siendo masacrada por los terroristas de Boko Haram y Ansaru; y la fragilidad de las instituciones estatales en Libia está provocando que grupos salafistas y criminales conformen un polvorín impredecible en la ribera sur del Mediterráneo. Por su parte, el norte de Mali se estanca en una volátil estabilidad aguijoneada por los atentados de AQMI (Al Qaeda del Magreb Islámico), al tiempo que el aún fallido proceso de reconciliación nacional sigue condicionando cualquier avance político.
 
Múltiples conflictos
En otros países africanos, las luchas por el poder político no son sino el trasunto de las diferencias étnicas o religiosas, que están provocando grandes matanzas y desplazamientos forzados de millones de africanos. Así, en Sudán del Sur, el creciente enfrentamiento tribal dinamita su viabilidad como nación independiente; mientras que, en la República Centroafricana, el enfrentamiento religioso se ha convertido en un factor de conflictividad, instigado por los grupos políticos que pretenden recuperar las riendas del Estado. Por último, en la República Democrática del Congo, y a pesar del acuerdo de paz firmado con el movimiento rebelde M23 el pasado diciembre, el lento proceso de desarme y desmovilización de todos los grupos armados no invita a un excesivo optimismo en un futuro pacífico y estable. 
 
Respuestas desde Europa
Ante este alarmante panorama, la Unión Europea ha incrementado su cooperación con África, desde el convencimiento de que sus problemas de seguridad comprometen a Europa. En la actualidad, las nueve operaciones militares europeas, junto con otras nueve de Naciones Unidas, conforman el mayor esfuerzo internacional desplegado hasta la fecha por la estabilidad africana. La Cumbre UE-África, celebrada en Bruselas los pasados 2 y 3 de abril, fue el escenario de búsqueda de soluciones que permitan adaptar la relación entre ambos continentes a los nuevos retos, pero también a las nuevas oportunidades. Una relación que, en palabras del presidente Mariano Rajoy, deben asentarse en tres pilares: “responder a los desafíos a la paz y a la seguridad africanas, contribuir al avance de la democracia y los derechos humanos, y promover una asociación económica entre África y Europea, al servicio de la creciente prosperidad de los africanos”. Sin duda, España debe convertirse, por su proximidad y por las posibilidades que el continente ofrece, en un aliado cada vez más firme de África, e impulsar las políticas europeas de cooperación en todos los ámbitos. Solo así se podrán erradicar los graves problemas que ahogan a nuestros vecinos del sur, y evitar que la emigración sea la única opción para muchos africanos. Como sociedad, nuestra solidaridad y compromiso serán determinantes para alcanzar este complicado objetivo.
 

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