Opinión

STOP a Erdogan

Javier Fernández Arribas

Los turcos han evitado el sultanato de Erdogan al no permitir una nueva mayoría absoluta para el partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) del presidente Recep Tayip Erdogan en las elecciones parlamentarias de este pasado domingo. En esta ocasión estaba en juego la forma de Estado en Turquía porque el objetivo del líder islamista turco era poder reformar la Constitución para convertir la República parlamentaria turca, laica desde 1924 gracias a  Mustafá Kemal Attaturk, en presidencialista e islámica y poder ejercer todo el poder, mucho más del que tiene actualmente. Es un enorme alivio para los propios ciudadanos turcos, para la región y para la estabilidad internacional. La actitud dictatorial de Erdogan se había demostrado claramente hace dos años durante la dura represión de las protestas nacionales a cuenta del conflicto por el parque Gezi en Estambul. Sin embargo, el pasado mes de agosto Erdogan ganó las elecciones presidenciales con el 52% de los votos. En estos meses se ha deteriorado uno de los grandes soportes de su popularidad, la situación económica con un crecimiento previsto por debajo del 3%. Pero, sobre todo, las causas del stop a una nueva mayoría absoluta son la deriva represiva dictatorial con un dirigente crecido en el orgullo y la soberbia, con declaraciones y decisiones sobre la vida de los turcos, sobre todo de las mujeres, amenazantes de su libertad. El AKP ha perdido nueve puntos y 71 escaños quedando a 21 de la ansiada mayoría absoluta para poder alcanzar un sueño que algunos dudan si se debía a cuestiones ideológicas y religiosas para establecer una República Islámica o a ambiciones puramente personales de poder.  Los kurdos han sido clave para trastocar los planes de Erdogan al entrar en el Parlamento con más del 12% de los votos y superar el listón del 10%. Además de sus reivindicaciones históricas, agudizadas por la guerra en Siria e Irak, han sabido canalizar el descontento popular por la política autoritaria de Erdogan.

 Turquía ha sido durante los 13 años de Erdogan al frente del Gobierno un ejemplo de cómo un partido islamista moderado podía convivir perfectamente con la democracia. Un asunto vital para el mundo musulmán: Islam y democracia. Por eso sufría ataques terroristas de los grupos que pretendían derribar una experiencia que contradice todos sus falaces argumentos tras tergiversar la interpretación del Corán.  Ahora, afronta una nueva etapa.