Opinión

Sudán es Sudán

Nour Larbi/The Diplomat 

Sudán es Sudán.

Sudán no es Argelia. Las causas que han llevado a la manifestación son distintas en ambos países. En Argelia el catalizador ha sido el sentimiento de humillación por un posible sexto mandato de un presidente inexistente. En Sudán ha sido por cuestiones económicas. Se tratan de rasgos comunes en contextos diferentes.

Sudán no es Libia. En Libia el caos se remonta a la caída de Gadafi. El pueblo, desgraciadamente, es la victima en una batalla en la que no juega ningún rol. Libia es una batalla de autoridades y potencias extranjeras.

Sudán no es Egipto. En Egipto se observa un mayor control y poder de las Fuerzas Armadas y menos independencia del poder judicial. Egipto y Sudán tienen el Nilo en Común. Un río que, en vez de conectar y unir, separa y destruye.

Sudán es Sudán. África es una batalla en la que todos los países, vecinos y menos vecinos, tienen su propio bando y lucha por su interés. Una África olvidada por muchos en cuanto a humanidad se refiere, pero querida y aprovechada por muchos otros, cuando de petróleo y recursos se trata.

¿Cómo era Sudán antes de llegar Al Bashir? En 1990 el 85% de la población vivía en la pobreza, ninguno de los partidos anteriores había conseguido mejoras, y el país se desangraba lentamente por el conflicto con el Sur. 

Nacido en Sudán en 1944, Al Bashir accedió al mando por un golpe militar en 1989 que derrocó a Sadiq Al Mahdi. Comenzó su mandato con medidas aperturistas y tolerantes. Y se comprometió a suprimir la aplicación de la ley Islámica para los no musulmanes. 

En 2003 estalló la guerra en Darfour. Un grupo de ciudadanos del oeste de Sudán atacaron una base militar lo cual produjo la ira de Al Bashir que contestó con bombarderos que dejó miles de muertos. Este crimen hizo que Bashir se convirtiera en el primer jefe de estado en cargo sobre el que pesa una orden de la corte internacional del tribunal de La Haya.

En 2011 se firmó la independencia de Sudán del Sur. Al Bashir vio que gran parte del  petróleo -hasta el 85 por ciento- quedó en el sur. Esto hizo que se tuviera que acercarse a Arabia Saudí, que invirtió más de 11.000 millones de euros en 2016 y se hizo con 404.685 hectáreas de tierra de cultivo que podrá explotar en 99 años.

Sudán, a cambio, ha tenido que participar militarmente en la guerra de Yemen.

El 19 de diciembre, cientos de manifestantes salieron para mostrar su descontento ante el malestar económico del país. Los grupos políticos de la oposición se adhirieron a las manifestaciones y pidieron la dimisión del presidente.

El pueblo derrocó, con la ayuda de los militares, a Omar Al Bashir. El ministro de Defensa, Awad Ibn Ouf, fue nombrado para encabezar el Consejo Militar de Transición, pero dimitió al día siguiente. Abdel Fattah Al Burhan Abderrahman asumió la sucesión y se comprometió a una alineación completa con las demandas del pueblo sudanés.

La primera complejidad de la escena actual son los partidos de la oposición. Quienes organizan las continuas manifestaciones en la capital son precisamente estos partidos.¿Es el pueblo sudanés una marioneta del partido de la oposición para que estos últimos lleguen al poder? Esperemos que no.

El consejo militar de transición tiene como principal reto llegar a un acuerdo con el partido de la oposición. Las negociaciones han empezado, pero ningún resultado se ha alcanzado.

El pueblo sudanés necesita tiempo para asimilar los cambios que están teniendo lugar. Necesita tiempo para darse cuenta de que el poder lo tienen ellos. 

El pueblo sudanés sigue en las calles pese al derrocamiento del presidente. Siguen sin estar satisfechos. Unos apuntan a que partidos de la oposición se están aprovechando del descontento de los revolucionarios para llegar al poder. Otros piensan que se trata de un falso golpe militar independiente que no responde a las demandas del pueblo. El pueblo ha perdido la confianza en los altos mandos, está confuso, no sabe lo que quiere y sueña con un Sudán nuevo: el Sudán de los viejos tiempo.