Opinión

Trump sugiere un único Estado palestino-israelí: y si fuese la solución

Pedro Canales

El presidente estadounidense Donald Trump ha vuelto a sorprender. Aunque ya no sorprende tanta sorpresa. Parecería como si quisiera ser original en un mundo, el de los políticos, donde la cordura, la sensatez y las verdades de Perogrullo simplemente no existen. La sorpresa ahora ha sido la de sugerir que si la propuesta de constituir dos Estados en Oriente Medio - uno israelí, que ya existe, y otro Palestino, que no está ni en el papel -, no va adelante, bien podría pensarse en la solución de un solo Estado en el que estén todos, israelíes y palestinos.

Las reacciones no se han hecho esperar. En particular la de Europa, donde más por sentimiento de culpabilidad y de impotencia, se achaca a Trump poco menos que traicionar la solución de dos Estados. Los europeos, sobre todo los franceses, se rasgan las vestiduras, alegando que “la única solución” es la de que las dos comunidades vivan separadas, la de los israelíes en su Estado, y la de los palestinos en el futuro Estado palestino independiente.

En Israel las reacciones han sido más comedidas. Los ultra-religiosos la aplauden, porque no aceptan que haya un Estado palestino en sus fronteras. En cambio, el gobierno se muestra cauto. Trump hizo la sugerencia – que no es una propuesta formal – en la conferencia de prensa en la Casa Blanca tras recibir al primer ministro de Tel Aviv, Benjamin Netanyahu.

También cautela por parte palestina. El gobierno que tiene su administración en Ramallah, sigue apostando por la creación de un Estado propio para los palestinos, pero no rechaza la idea de Trump. De hecho, Hanane Achraui, una dirigente dr la Organización de Liberaciñon de la Palestina (OLP) y experta negociadora, dice que “la única alternativa a un Estado palestino sería, la de un solo Estado que tenga derechos iguales para todos los habitantes y ciudadanía para todos”, aunque desconfía de que los israelíes accedan a ello. También la Liga Árabe se ha opuesto a la idea de Trump, pero su peso en la escena medio-oriental es casi insignificante.

Sin embargo, hay que ver la realidad de los hechos: Israel fue proclamado como Estado independiente por la buena voluntad de Su Majestad británica en 1948 y con el visto bueno de las Naciones Unidas; y desde entonces en sucesivas guerras ha ido ampliando su territorio. Aun hoy, con fronteras que teóricamente ya no deberían cambiar, sigue ocupando territorio de facto con la construcción de colonias en tierras palestinas.

Esta es la única razón del fracaso de la solución de dos Estados, que los europeos se empeñan en defender desde hace un cuarto de siglo. Porque aun en el hipotético escenario de que se llegase a un acuerdo para que los palestinos tuviesen su propio territorio para edificar un Estado independiente, Israel seguiría penetrando en el mismo, construyendo colonias e impidiendo la estabilidad. Es decir que un estado palestino independiente es mera utopía.

Queda como alternativa, la idea de Trump, que al menos es algo tangible. La cuestión es muy compleja y delicada, porque se abren al menos tres frentes de batalla ahí:

-       Un frente interno en Israel, donde los extremistas religiosos judíos, además de tratar de completar el Eretz Israel, el gran país de la época bíblica que desborda sus fronteras sobre Siria, Jordania, Líbano, Turquía y Egipto, no admitirán un ápice en ceder sobre el carácter teocrático del Estado, que niega todo atisbo de democracia moderna.

-       Un frente interno palestino, donde chocarán los sectores pragmáticos que buscan una solución, aunque sea temporal y transitoria, con los extremistas que no aceptan someterse al orden político israelí, ni desarmarse.

-       A este puzzle palestino hay que añadir otro frente, el de la corriente de los “árabes de Israel”, un 20% de la población israelí, que ascienden a más de 1.400.000 habitantes, en su mayoría musulmanes (83%), pero también cristianos (8,5%) y drusos (8,5%), que actualmente son ciudadanos de Israel, aunque de segunda clase en ciertos aspectos.

Pero no son éstos los únicos problemas que habrá que hacer frente para ir tejiendo la trama que supone la idea de un solo Estado. Porque antes incluso de que se plasme en un proyecto concreto, será necesario elucidar:

-       ¿En base a qué concepto legal se edificará el futuro Estado? ¿Será el mismo Estado israelí actual “abierto” a la población palestina de Cisjordania y Gaza? ¿O se trata de un nuevo Estado?

-       ¿Los derechos y libertades serán los mismos para todos los habitantes, independientemente de creencias religiosas y ascendencia étnica? ¿O habrá diferentes derechos según pertenencia, de primera, de segunda o de tercera?

-       ¿Se prevén elecciones? El actual gobierno israelí y sus partidos nunca aceptarán que unas futuras Elecciones sean ganadas por los árabes-palestinos.

-       ¿Quién garantizará la solvencia de dicho Estado? ¿Una coalición internacional? ¿Las Naciones Unidas? Ahí habrá que recordar que el gobierno actual israelí nunca aceptará tutela por parte de nadie del exterior, ni siquiera por parte de su aliado incondicional los Estados Unidos.

-       ¿Habrá un periodo de transición? ¿Quién lo controlará? ¿tendrán algún papel las Naciones Unidas?

-       ¿Quién formará el Ejército y las Fuerzas de Seguridad? ¿Una adición simple de los actuales, divididos en dos bandos más las milicias armadas independientes? ¿O unas fuerzas militares y de seguridad nuevas?

El conflicto palestino-israelí lleva casi 70 años de contienda, y no hay atisbos de solución. Las Naciones Unidas han cosechado un rotundo fracaso; las Resoluciones del Consejo de Seguridad no han servido para nada, papel mojado. Las guerras árabo-israelíes, no menos de cinco contando la invasión israelí del sur de Líbano, tampoco. La solución de dos Estados lleva un cuarto de siglo empantanada.

¿Podría ser una solución viable la de un único Estado en el que vivan árabes e israelíes; judíos, musulmanes, cristianos y drusos?

Hay quien piensa que sí, que al menos se puede intentar. Pero hay muchos intereses creados, que prefieren el statu quo, echar leña al fuego, y continuar vendiendo armamento y preservar influencias.