Vive la France!

Paco Soto

Pie de foto: Un bombero cura a una persona herida en la masacre terrorista de París/ Reuters.

Lo primero que quiero hacer en este artículo es rendir un homenaje a las víctimas de la masacre de París y transmitir mi más sincero pésame a sus familias. Dos de estas víctimas eran compatriotas: Juan Alberto González y la joven de origen mexicano y nacionalidad española Michelle Gil Jaimes. Han sido asesinados una mayoría de franceses, pero también ciudadanos de otras nacionalidades: tunecinos, británicos, chilenos… La verdad es que todos estos seres humanos son mis compatriotas, porque la patria para mí, en este momento tan duro, son los hombres y mujeres que han sufrido los zarpazos del terrorismo yihadista en París, la Ville Lumière. No me importa la nacionalidad, la lengua, la cultura, la religión, el color de piel…

Los asesinos sin entrañas que han sembrado el terror y el caos en París son seres cobardes y despreciables y su mejor lugar es la cárcel o el cementerio. Estos criminales que matan en nombre de Dios y utilizan el islam para desprestigiarlo, embaucar a jóvenes descarriados y justificar sus aberraciones, están en guerra contra la civilización democrática en Europa y en el conjunto de Occidente, pero también en el mundo islámico. Los musulmanes son sus principales víctimas. Además de asesinos, son mafiosos que roban, saquean, venden petróleo ilegalmente, violan y siembran dolor y lágrimas en los territorios que conquistan a sangre y fuego. En Europa, y especialmente en un país como Francia, intentan dividir a la sociedad entre la minoría musulmana y el resto y provocar conflictos civiles, además de chantajear a los gobiernos legítimos, sean éstos de derecha, centro o izquierda, y difundir el pánico en la población.

Ofensiva policial, educativa y social

Que estos criminales yihadistas no lo consigan depende en gran medida de la unidad de los demócratas, de una acertada ofensiva policial y militar de los estados y de políticas educativas y sociales adecuadas para evitar que jóvenes de origen musulmán, que en muchos casos ya no son inmigrantes como sus padres y abuelos, no se desenganchen de los países donde han crecido y no se dejen atrapar por los tentáculos del yihadismo y las corrientes ultrareaccionarias que se reclaman del islam. Creo que esto debería ser asumido por cualquier demócrata y ser humano con un mínimo de sensibilidad e inteligencia política. Yo no quiero que los dos millones de musulmanes que viven en España se conviertan en seres marginales. Al revés, aspiro a que la nación española, rica, diversa y plural, sea la casa común de todos sus ciudadanos; deseo que esta nación democrática sea la comunidad política que una dentro de la diversidad ideológica, cultural, social, religiosa y lingüística a un conjunto de ciudadanos iguales ante la ley y deseosos de compartir los mismos valores y  normas.

Esto es lo realmente importante y decisivo y no la pesadez de las raíces identitarias o las diferencias en materia religiosa o cultural. Estas diferencias deben subordinarse a los valores de la casa común cívica y democrática. Hoy más que nunca, después de la terrible masacre terrorista de París, deberíamos evitar la desunión, las luchas políticas mezquinas, los ataques sectarios al adversario, porque es una manera de hacerle el juego al terrorismo. Habrá tiempo para la crítica y el legítimo debate político contradictorio. Ahora no, por favor. El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, dejó muy claro en el discurso institucional que pronunció después de los atentados terroristas de París que no hay una guerra de religiones entre Occidente y los musulmanes, sino un conflicto entre la barbarie y la civilización.

Unidad contra la barbarie

La clase política francesa, con contadas excepciones, ha difundido un mensaje a la ciudadanía de unidad y firmeza contra el terrorismo yihadista. El líder de la izquierda radical gala, Jean-Luc Mélenchon, ha dejado claro que Francia no está en guerra contra el islam, sino contra un ejército de bárbaros, cobardes y delincuentes que cuentan con apoyos políticos y económicos en algunos países del Golfo Pérsico. Mélenchon no ha aprovechado los trágicos sucesos parisinos para atacar al Gobierno socialista de Manuel Valls y al presidente François Hollande, y ha dejado bien claro que los tiempos de las disputas políticas sobre los orígenes del yihadismo y los errores cometidos por las potencias occidentales en el mundo islámico en las últimas décadas ya llegaran, pero ahora, ha insistido el dirigente izquierdista, lo que toca es la solidaridad con las víctimas del terror y sus familias y tejer lazos de amor y respeto entre los ciudadanos para evitar conflictos y divisiones. Amor y respeto es algo que no entienden los asesinos yihadistas.

Mélenchon se ha comportado como un político responsable y un patriota francés honorable. A ver si se les pega algo a los gerifaltes de la ultraizquierda española, que odian a su propio país con toda su alma, desprecian la bandera y los símbolos constitucionales, se aprovechan de las crisis que ha vivido España en los últimos años para sacar rédito electoral, y miran con cariño y devoción a regímenes corruptos y autoritarios como la Cuba de los hermanos Castro o el Venezuela del chavismo.

Llorar a sus muertos

Francia sufre y llora a sus muertos y los españoles tenemos que estar con nuestros vecinos del Norte. Pocos como los españoles saben en Europa lo que es el terrorismo. Hemos sufrido la barbarie de ETA durante décadas, pero también la de otros grupos criminales como el GRAPO y la extrema derecha. El 11 de marzo de 2004, 193 seres humanos, españoles y de muchas otras nacionalidades, fueron asesinados por el yihadismo combatiente en varios atentados terroristas contra trenes de cercanías de Madrid. En esta dramática situación la sociedad española hizo prueba de una gran entereza y sensatez y no cayó en la trampa de la xenofobia y la islamofobia que le tendieron algunos comentaristas manipuladores, periodistas sin ética y profesionales de la mentira y la desvergüenza. España demostró al mundo que era un país democráticamente maduro y socialmente tolerante y moderado.

Los españoles de bien, que son la inmensa mayoría de la sociedad, entienden perfectamente lo que sufren en este momento los parisinos y el conjunto de los franceses. Los españoles también somos franceses, porque, además de estar unidos en el dolor, ambos pueblos, a pesar de diferencias y conflictos circunstanciales, compartimos los mismos valores y rechazamos peligros parecidos.

Blanco perfecto del terror

François Hollande y Manuel Valls tienen razón cuando dicen que Francia está en guerra contra el yihadismo. O quizá lo más acertado hubiera sido decir que el yihadismo criminal está en guerra contra todos. Pero en fin da igual. Muchos expertos en terrorismo salafista comparten la segunda opinión. Fernando Reinares, investigador principal del Real Instituto Elcano y catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos, entre otras responsabilidades, señala en un artículo en el diario El País: “Francia es el blanco preferente de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y sus organizaciones asociadas en la región [magrebí]. Desde que una intervención militar francesa puso fin en 2013 al condominio yihadista que mantuvieron en el norte de Malí durante casi un año, se han sucedido los juramentos de venganza hacia Francia, que en agosto de 2014 extendió al conjunto del Sahel su misión militar contra el terrorismo con la Operación Barkhane.

Hace algunos días, el máximo dirigente de Ansar al Din, una de esas entidades subordinadas a la rama norteafricana de Al Qaeda, emitió una proclama en la que amenazaba a Francia e instaba a la yihad contra los franceses dentro y fuera del territorio maliense… Por su parte, el Estado Islámico, mediante su órgano de propaganda Dabiq, ha declarado que Francia, ‘nación de la coalición cruzada contra el Califato’ (número 10, julio de 2015), está entre los cinco países donde ‘es muy importante que tengan lugar atentados’ (número 4, octubre de 2014) y ‘los musulmanes continuarán flanqueando a los cruzados en sus propias calles y llevando la guerra a su propio suelo’ (número 6, diciembre de 2014).

Lo ocurrido en París es la hasta ahora más mortífera expresión de la insólita y creciente amenaza que el terrorismo yihadista supone en la actualidad para Francia”. Reinares destaca: “Entre tanto, la intensidad de los procesos de radicalización yihadista alcanzaba en Francia cotas sin precedentes, sobre todo entre jóvenes, descendientes de inmigrantes musulmanes, afectados por una explosiva combinación de insatisfacción existencial, privación relativa, odio inducido y crisis de identidad”. La situación que describe el investigador español es altamente preocupante. Ahora bien, tenemos que preguntarnos honestamente si la matanza de París demuestra realmente la fortaleza del grupo yihadista Daesh.

La debilidad de Daesh

Javier Fernández Arribas, director de Atalayar, pone de relieve en un artículo de opinión en el medio que dirige que “en el escenario de guerra fría que se vive desde hace meses entre Rusia y China contra Estados Unidos y Europa, en lo que el Papa Francisco llama sin pudor tercera guerra mundial, el caos en Siria e Irak ha propiciado la actuación y fortalecimiento de grupos terroristas, utilizados como instrumentos mortales en la lucha entre sunníes y chiíes,  no por intereses religiosos sino de poder y control, por parte de potencias regionales enfrentadas como, entre otras, Arabia Saudí e Irán. El grupo que más creció en el norte de Siria y, sobre todo, en el rico norte de Irak con sus pozos de petróleo, es el Daesh, que hace poco más de un año declaró el establecimiento de un Califato”.

Considera el director de Atalayar que “a día de hoy, tras centenares de personas decapitadas, miles de muertos, millones de desplazados, terror y miedo por todos los rincones que controlan, desestabilización de la región  y la falta de unidad de acción de la comunidad internacional parece que no corren buenos tiempos para los terroristas sobre el terreno que controlan”. A su juicio: “Su debilidad se debe a los bombardeos continuos de la coalición internacional que se han reforzado por la unidad de acción con Rusia en un acercamiento militar que tiene su respaldo en las negociaciones políticas que se vienen celebrando en Viena”. En este contexto, piensa Fernández Arribas que “los asesinatos de París tienen también un objetivo interno de reafirmación entre sus propias filas que están flaqueando.

La unidad de todos debe prevalecer para acabar con la grave amenaza terrorista del Daesh y aprender de los ataques, como hizo España tras el 11-M donde los recursos, la prevención y el cambio del código penal contribuyen a una acción policial que está neutralizando a los terroristas que pretenden atentar en España”. La tesis planteada por el director de Atalayar me parece razonable e interesante, y sólo espero que pueda demostrar su veracidad en los próximos meses. Mientras, creo que los españoles, los europeos y los ciudadanos demócratas del mundo entero debemos sentirnos partícipes de los valores defendidos por la Revolución francesa de 1789: Libertad, Igualdad, Fraternidad. Y solo me queda por decir una cosa: Vive la France!

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