“Lo que cosechamos ahora es lo que plantó el régimen de Gadafi”

Atalayar entrevista al embajador de Libia en España cuando se cumplen tres años de la muerte de Muamar Gadafi
 
Por  Lorena Cano
Foto:  Mohamed Alfaqeeh Saleh, embajador de Libia en España.
 
Parece que fue ayer cuando las imágenes de un Gadafi amoratado, lleno de sangre y tendido en el suelo recorrían los informativos de todo el mundo como prueba irrefutable de que Libia había sido liberada. Aquello ocurrió el 20 de octubre de 2011. Tres años después, los libios se asoman al abismo de una guerra civil que, parece, no tiene marcha atrás. Con un Gobierno electo exiliado a la fuerza, y otro con tintes radicales asentado en Trípoli, Libia se ha convertido, para muchos, en un Estado fallido que, lejos de resurgir de sus cenizas, se ha hundido en el extremismo y en la corrupción. Llego antes de la hora, pero en la Embajada libia en Madrid lo tienen ya todo listo. Me da tiempo a sacar la grabadora y poco más, cuando el señor Mohamed Alfaqeeh Saleh, embajador de Libia en España, entra en el amplio salón en el que me preparo para comenzar la entrevista. Con nosotros estará un traductor. Me preguntan si quiero tomar algo, un té o un café. Deniego la amable invitación. El señor Alfaqeeh me cuenta que hay un dicho popular árabe que dice que el agua es un símbolo de buena esperanza en las relaciones entre las personas. Así que no lo dudo: “Tomaré agua, gracias”.
 
Pregunta: Se cumplen tres años de la muerte de Muamar Gadafi. Usted pasó casi diez años en la cárcel durante el régimen del dictador, simplemente, por tener una opinión propia. ¿Cómo ve a Libia en este tercer aniversario?
Respuesta: "El régimen de Gadafi fue dictatorial y tiránico. Perduró en el poder más de 40 años. Fue uno de los peores regímenes a todos los niveles; en el de la represión, la corrupción e, incluso, en el de la seguridad. A pesar de que ahora Libia atraviesa circunstancias muy difíciles y se enfrenta a la división y la ‘somalización’, a pesar de todo eso, no puedo decir que con Gadafi fue mejor. La mayoría de los problemas que sufrimos ahora vienen del régimen anterior; lo que cosechamos ahora es lo que plantó el régimen de Gadafi”.
 
P: Si la Organización de Naciones Unidas (ONU) formó parte del derrocamiento de Gadafi y ha hecho un seguimiento en la reconstrucción del país, ¿cómo ha llegado Libia a esta situación?
R: “Nosotros desde el principio hemos instando a la comunidad internacional a no dejar Libia hasta que no se reconstruyera el Estado. Y, sin embargo, los gobiernos influyentes del mundo no nos han escuchado. Creo que la ONU se ha precipitado en salir del país. Pero, le voy a explicar algo. A mí siempre me gusta diferenciar entre lo que es un dictador y lo que es un tirano. El primero construye un Estado y se apoya en él. Pero si el dictador cae, las instituciones siguen en pie. Sin embargo, en el caso del segundo, el Estado siempre gira a su alrededor, y si el tirano cae, el Estado cae con él. Esa es la diferencia entre lo que ocurrió en Túnez, en Egipto o, incluso, en España, con lo que ha pasado en Libia. Cuando cayó el régimen de Gadafi, el Estado se hundió, con lo que surgió un vacío de poder y de seguridad en la política y en las instituciones”.
 
P: Con todo ese vacío político, ¿ha dado tiempo a generar nuevos partidos capaces de gobernar Libia?
R: “La construcción de partidos políticos requiere tiempo. Por eso, ese vacío existente se ha ocupado con fuerzas políticas que ya estaban organizadas, como Hermanos Musulmanes, el Grupo Islámico Combatiente y los salafistas”.
 
P: ¿No es esta mezcla un tanto peligrosa?
R: “Estos tres grupos representan el islam político, y son sucursales de organizaciones internacionales que están apoyadas por grupos a nivel regional. Sin embargo, las fuerzas nacionalistas que podrían hacerles frente aún no estaban reconstruidas. Por eso, tuvieron la oportunidad de ocupar el vacío que había quedado. Esto es así en el aspecto político. Respecto a la cuestión de seguridad, el lugar fue ocupado por grupos milicianos que fueron formados tras el régimen de Gadafi. Cada grupo creaba su propia milicia. Incluso más de 15.000 presos, hablamos de criminales, fueron liberados metiéndoles en las milicias. Era una forma de evitar la vuelta a las cárceles”.
 
P: ¿Y quién paga las armas? Porque se señala a los países del Golfo Pérsico como los proveedores del armamento.
R: “En realidad, debemos explicar primero la situación libia para analizar la exposición exterior. Como el Estado no tenía ejército, ni policías, se intentaba unir a estos grupos para utilizarlos como tal. Se les pagaba incluso un sueldo para evitar que se dedicaran a la violencia o al robo. Era una medida provisional. Sin embargo, esos grupos armados impedían cualquier movimiento que rehiciera las instituciones. Sólo le digo que los combatientes que luchaban contra Gadafi no pasaban de 30.000 hombres, y que los milicianos, actualmente, son más de 200.000”.
 
P: El español Bernardino León, nombrado recientemente representante especial de la ONU para Libia, ha asegurado que “es urgente estabilizar el país [Libia], porque si no se convertirá en base del Estado Islámico”. ¿Esto puede pasar?
R: “Sí. La existencia de grandes cantidades de armas en el país y la presencia de muchos grupos armados, además de la división actual y la debilidad de las instituciones, conduce al mantenimiento de la anarquía. Y este es el escenario ideal para este tipo de grupos. Permite que el terrorismo se haga con el poder en el país”.
 
P: El ministro alemán de Ayuda al Desarrollo, Gerd Müller, acusa directamente a Catar de financiar al Estado Islámico. ¿Cree que Müller está en lo cierto?
R: “Claro que existen apoyos externos a este tipo de grupos para influir dentro del proceso político de Libia. Pero no sólo hay que hablar de Catar. Muchos países del Golfo Pérsico están intentando intervenir para tener influencia en el país. El mayor miedo es que el éxito del proceso democrático de transición en Libia pueda dejar al descubierto muchos otros regímenes de la región que quedarían en evidencia. Pero esta es una opinión personal”.
 
P:  Con todo esto, ¿cómo ve el futuro de su país?
R: “Veo que estamos ante un cruce de caminos. O se mantiene esta situación de anarquía y de crímenes, lo que puede conducirnos a una intervención militar internacional que tendría efectos nefastos para el país, o conseguimos reconstruir las instituciones del Estado rápidamente. Aunque, para que se dé este otro camino, tendría que producirse, al mismo tiempo, una reconciliación nacional y de diálogo, y la reducción de las fuerzas de las milicias. Estos serían tres puntos que deberían ir en paralelo. Si conseguimos con la mayor brevedad posible reconducir estas tres direcciones, podríamos recuperar el país”.
 
P: Pablo Iglesias, eurodiputado y líder del partido Podemos, denunció hace unos días ante el Parlamento Europeo, que tanto la ONU como la Unión Europea (UE) intervinieron militarmente en Libia durante el gobierno de Gadafi por intereses puramente económicos y no para ayudar a la población civil. En concreto, Iglesias describió aquel momento como “el tiempo en el que Gadafi financiaba la campaña electoral de Sarkozy y regalaba caballos a José María Aznar”. ¿Está de acuerdo?
R: “Es una buena pregunta. Desde luego que los países occidentales o Estados Unidos se mueven por sus intereses. Cuando Gadafi tenía mano de hierro en Libia todos trataban con él. Pero cuando empezaron a ver que el suelo se tambaleaba a sus pies, y que no le queda mucho tiempo en el poder, se dieron cuenta de que la guerra se recrudecía y de que aumentarían las matanzas, lo que podía conducir a un mayor nivel de terrorismo. Por eso se pusieron de parte del pueblo. Y reitero que lo hicieron defendiendo sus propios intereses”.
 
P: Sabe que no todo el mundo es tan sincero, ¿verdad?
R: “Bueno, nosotros decimos lo que pensamos”.
 
P: La cumbre sobre la crisis de Libia que tuvo lugar en septiembre en Madrid, descartó una solución militar y abogó por el diálogo. Sin embargo, Francia está convencida de que es necesario intervenir. ¿Qué opina?
R: “Yo no creo que Francia esté animada a intervenir. Lo que ocurre es que tiene miedo de que lo que está viviendo Libia se contagie a los países del sur de África de lengua francófona. Por eso, su temor es mayor que el de otros países. La intervención militar está regulada en un acuerdo internacional que marca las condiciones que se tienen que dar para que eso pase, y la intervención sería la última opción”.
 
P: ¿Cómo describiría el papel que está jugando España en el conflicto libio?
R: “España es considera por Libia como uno de los países más importantes en la región, sobre todo en materia de seguridad del Mediterráneo, tanto en el plano económico como estratégico. Además, España tiene una gran experiencia  en el proceso de transiciones políticas, y para nosotros está haciendo un papel muy positivo con el objetivo de ayudarnos a pasar esta página negra de la historia de nuestro país”.
 
P: Para terminar, tengo que preguntarle qué tipo de Gobierno cree que le espera a Libia, ¿islámico o islamista?
R: “Libia es un pueblo musulmán, que tiene su cultura islámica y su religión musulmana, y que siempre ha adoptado una postura moderada. Los grupos islamistas son grupos políticos que quieren politizar, ideologizar la religión. En los tres procesos electorales que han tenido lugar en el país, dos terceras partes del electorado siempre han estado a favor del proceso democrático libio, mientras que el proyecto islamista ha tenido un apoyo ínfimo. Lo que ocurrió el pasado mes de junio es que el islam político, al no tener apoyo popular, utilizó la fuerza para imponer su propia ideología. Desde aquí pedimos a nuestros amigos en el mundo, y por supuesto a España, que entiendan a la población libia, y que se opongan a los que quieren imponernos una nueva dictadura y un régimen tiránico”.
 

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