Blanca y globalizada navidad

Sebastián Ruiz áfrica/Mundo Negro/Fotografías: Getty Images

Las navidades no son blancas. Hollywood se ha empecinado en dotar a esta fiesta de un componente cromático y frío. El fogonazo de partida lo dio el cineasta Michael Curtiz quien en 1954 estrenaba el musical Blancas navidades. Era la época del renacer americano tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y una película de este calado debía ser directa y con moraleja: arrimar el hombro para salir a flote cuando vienen mal dadas. 

Aceptamos la homilía de Curtiz, pero claro, combatir la fuerza propagandística de Hollywood es colgarte el sambenito de hereje a pesar de que en dos tercios del mundo las temperaturas de diciembre se mantienen por encima de los 20 grados, no nieva y el regalo de Reyes consiste en saber que mañana habrá alguna hogaza de pan encima de la mesa.

La narrativa que envuelve el 25 de diciembre es tan traviesa que hace que en plena hora punta en Dakar (Senegal) haya vendedores ambulantes con gorros navideños ofreciendo adornos para las puertas de las casas. Y cuando uno acude a un centro comercial en Abiyán (Costa de Marfil) o Nairobi (Kenia) en sandalias y bermudas es evidente que pueda pensar que ha llegado el carnaval antes de hora: la fotografía es la de decenas de abetos decorando los aledaños, guirnaldas de colores y algún Papá Noel negro que no ubica bien el elástico de la barba blanca acartonada alrededor de la cabeza. Incluso se cantan villancicos en latín en la puerta de la catedral de Kampala (Uganda). Algunos, lo llaman globalización; otros matizan: business.

Aquellos indios negros


En estas fechas de consumo acelerado se cumplen diez años de la compra, por parte de una comunidad de indios nativos americanos, los seminoles, de la franquicia Hard Rock Cafe por 725 millones de euros. Era la primera adquisición de una gran corporación por parte de unos a los que el cine y la historia se han encargado de arrinconar para que afilen sus flechas en reservas cargadas de sabiduría y, en ocasiones, de alcohol e incomprensión.

Los seminoles, unos 4.000, han configurado un auténtico emporio que comenzó en los 70 del siglo pasado con la venta de cigarrillos libres de impuestos. Posteriormente ampliaron sus negocios hacia el sector hotelero, plantaciones de cítricos, atracciones turísticas y casinos, empleando a más de 2.000 personas externas. Resulta curiosa la connivencia estatal con este grupo, ya que los seminoles son el único grupo indígena que nunca ha firmado oficialmente la paz con Estados Unidos. Una guerra que ganaron gracias a los negros libertos que se refugiaron en el sur del país, en Florida.

El día de Navidad de 1837, los africanos y los seminoles vencieron en la batalla final a un ejército inmensamente superior que trataba de agrietar esta coalición para devolver a los negros, de nuevo, a la esclavitud. Muchos de los africanos que se encontraban en Florida habían huido de las plantaciones de algodón en busca de libertad y enseñaron a los indios métodos de cultivo como el del arroz, que habían aprendido en la región de Senegambia y Sierra Leona. Incluso se llegaron a mezclar entre ellos. Al frente, los negros John Caesar o John Horse jugaron un rol muy importante en la marcha de la libertad americana, aunque las leyes acabarían beneficiando a los indios no negros hasta hoy. La pipa de la paz no se enciende desde entonces.

El café globalizado


Así que la de Barack Obama no fue la primera revolución victoriosa y negra de los Estados Unidos. Y no es una perogrullada. El debate dialéctico entre Clinton y Trump ha desvencijado no solo los programas políticos sino la historia contemporánea americana. Así que cualquier siglo pasado… rezuma ficción. Tanto Bush y sus torres gemelas, como Obama y sus guiños a lo afro, han conseguido apuntalar el presente en un precipicio sin contextos, señalando que el recuerdo histórico e institucional comienza prácticamente en septiembre de 2001. EE. UU. no solo lo forman latinos, europeos rezagados y oriundos de la américa profunda. También indios negros que el día de Navidad de 1837 hicieron historia. Es parte de las globalizadas y blancas navidades que nos consumen sin cuestionar la historia: degusten una buena hamburguesa en el Hard Rock Cafe de Lagos o Johanesburgo frente a un hermoso atril de regalos empaquetados, pero celebren también en este popurrí que es tiempo de entrega y amor hacia los más desfavorecidos y vulnerables.

Navidades en África


A aquellos que tengan pensado pasar el período navideño en el continente africano, quizás les convenga saber que en Liberia en vez de ver a Papá Noel, lo más probable es que vean al Viejo Bayka. Aquí la historia es al revés, porque Bayka ataviado con algunos harapos de colores recibe regalos en vez de darlos. Y en lugar de decir ‘Feliz Navidad’, los liberianos subrayan ‘Que mi Navidad esté en ti’. En Ghana, en la lengua akan, en esta época comienzan el saludo diciendo afenhyiapa, algo así como ‘Feliz Navidad y feliz Año Nuevo”. La diferencia más significativa la encontramos en aquellos países que se rigen por otros almanaques. El calendario copto, llamado también alejandrino, es el mismo para egipcios y etíopes, pero con diferentes nombres y números. En Egipto, un país de mayoría musulmana, la Iglesia copta celebra el nacimiento de Jesús el 7 de enero, el mismo día que la Iglesia ortodoxa etíope. En Etiopía para estas fechas tiene lugar una gran fiesta en la ciudad de Lalibela, al norte del país, un epicentro de religiosidad patrimonio de la humanidad en el que 13 iglesias fueron talladas en la roca en el siglo XII.

Kwanzaa, la alternativa afro al 25 de diciembre

Kwanzaa es una fiesta en la que se celebra la cultura y la historia afroamericana de los ­Estados Unidos. Maulana Karenga, un activista y nacionalista negro, la creó en 1966 para unir y fortalecer a su comunidad a partir de tradiciones africanas, de hecho, kwanzaa en suahili hace referencia a la frase ‘matunda ya Kwanza’, que significa ‘primeros frutos’, en alusión a la tradición de recoger las cosechas en esta época del año en muchos países africanos y celebrar y dar gracias por las cosas buenas de sus vidas. Cada día desde el 26 de diciembre al 1 de enero se enciende una vela –como reminiscencia del Janucá– y cada una de ellas mantiene los colores rojo y verde –en alegoría a la Navidad– con un significado diferente: umoja, o unidad; kujichagulia, o autodeterminación; ujima, o trabajo colectivo y responsabilidad; ujamaa, o economía cooperativa; nia, o propósito; kuumba, o creatividad; e imani, o fe.

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