Brasil vuelve a dar dolor de cabeza a las empresas españolas

Carlos Álvaro/CapitalMadrid.com 

Pie de foto: En la foto, Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. 

La in­cer­ti­dumbre vuelve a Brasil, de la mano de malos datos eco­nó­mi­cos, al mismo tiempo que el op­ti­mismo en los mer­cados y la tregua que dieron al nuevo pre­si­dente, Jair Bolsonaro, pa­rece es­fu­marse tras su apa­rente in­ca­pa­cidad para re­solver la si­tua­ción macro y lo­grar el visto bueno a las re­for­mas, entre ellas la de pen­sio­nes. Para las más de 500 firmas es­pañolas ins­ta­ladas allí los tiempos de zo­zobra re­gre­san. Y lo hacen cuando Brasil trata de aumentar la inversión española para salir de la crisis. La dificultad para que se aprueben las reformas y la inseguridad política afectan el gigante del área.

Solo dos años después de su mayor colapso en décadas (2015-16), la economía más grande de Latam vuelve a coquetear con la recesión. Brasil registró una contracción del 0,2% en su PIB en enero-marzo, su primer retroceso trimestral desde fines del 2016, lo que daña las expectativas de que la llegada al poder de Bolsonaro con un programa liberal impulse la economía. Máxime cuando el magro avance del PIB en el último trimestre de 2018, +0,1%, podría ser revisado a la baja. El dato causa preocupación en un país que arrastra los efectos de la recesión de 2015-16, cuando el PIB cayó el 3,5% ambos años, y que encadenó avances endebles los dos años siguientes (+1,1%).

Además, y en comparación con el primer trimestre del 2018, el PIB creció apenas el 0,5%, el peor resultado desde el primer trimestre del 2017. Ahora el banco central prevé que el crecimiento en 2019 sea del 1,2%, frente al 2,6% estimado en enero. El Gobierno lo ha recortado del 2,5% al 1,6% y el FMI lo ha rebajado al 2,1% para este año. Y a esto se suma el ajuste fiscal, que inhibe consumo frena inversiones públicas.

Entre las causas de la crisis, los expertos apuntan a la contracción de las exportaciones (-1,9%) en el primer trimestre en un contexto de guerra comercial China-EEUU y, especialmente, a la frustración provocada por el retraso en la aprobación de la reforma del régimen de jubilaciones, con el que el Gobierno pretende ahorrar 300.000 millones en 10 años.

Bolsonaro, en sus primeros cinco meses, se ha visto involucrado en polémicas con sus aliados, lo que ha retrasado su agenda y erosionado la confianza de los mercados. Su popularidad cae como el PIB, ya que se apostaba porque el equipo económico, dirigido por el ‘superministro’ Guedes impulsaría la actividad. Entre la población, la aprobación hacia Bolsonaro cae al 34% y el rechazo sube al 36%. Y la aprobación entre inversores ha bajado del 86% al 14%, según XP Inversiones.

Además, otros datos se suman a la hora de trazar una radiografía inquietante. Más de 13 millones de personas están actualmente desempleadas (el 12,5%) y millones más están sub-empleadas. Aunque el paro bajó en el trimestre acabado en abril, la mano de obra subutilizada alcanzó el récord del 24,9%.

La producción industrial cayó en enero-abril el 2,7% y la inversión empresarial disminuyó el 1,7% respecto al cuarto trimestre de 2018 y suma 6 meses en baja. En el plano comercial las exportaciones se ven amenazadas por la desaceleración china. Una recesión agravaría la ya difícil situación fiscal de Brasil, que tiene un déficit del 6,9% del PIB.

La baja de las inversiones ha deteriorado buena parte de las infraestructuras y apenas se ha recuperado el 6% desde 2016 tras el colapso del 32% en los dos años anteriores. Y a la mala coyuntura se suma la percepción de que Bolsonaro pretende basar su futuro político en la polarización.

En este contexto de bajo crecimiento y necesidad de más inversión, Brasil trata de aumentar el interés de las firmas españolas. Días atrás el responsable de la Secretaría del Programa de Parcerias de Inversiones (PPI), Santos de Vasconcelos, destacó en Madrid que Brasil ve a España como gran aliado en las infraestructuras que tiene previstas, especialmente bajo colaboración público-privada, y por las que espera una inversión exterior de 350.000 millones en 30 años. Vasconcelos destacó el “gran interés” español en el plan privatizador y su confianza en que las empresas españolas participarán activamente en el mismo.

“En los últimos 15 años las inversiones en infraestructuras han sido insuficientes”, según Vasconcelos, para el que hasta ahora el PPI (alianzas con empresas privadas) ha alcanzado el 59,3% de la cartera de proyectos, con inversiones de 57.700 millones en concesiones de aeropuertos, carreteras, contratos mineros o privatización de puertos y firmas estatales.

Aseguró que, de los 147 proyectos realizados, 55 tienen empresas extranjeras como ganadoras en solitario o en consorcio con locales y suman inversiones por 60.000 millones, de los que 3.400 millones son de firmas españolas. El plan cuenta con una cartera de 101 oportunidades nuevas de inversión, entre las que destacan planes en ferrocarriles, vías, aeropuertos, electricidad, minería, turismo, hidrocarburos y saneamiento.

Según Santos, el inversor exterior ya no tiene que aliarse con alguna firma nacional. Dentro del plan que ha emprendido el Gobierno se incluyen la privatización de empresas como CESP y Electrobras.

El intento de seducir a España es lógico. Para España, Brasil es su tercer destino mundial en inversión y el primero en Latam. Y para Brasil, España es su segundo mayor inversor tras EEUU, con un stock español de 41.000 millones. Entre las firmas presentes en Brasil destacan Repsol, Iberdrola, Acciona, Ferrovial, Santander, Telefónica, Mapfre, Sacyr, ACS, Naturgy, FCC, Aena y Abertis.

Y pese a los problemas, su interés por Brasil no decrece. En mayo, Aena obtuvo en subasta la operación de 6 aeropuertos. Y Air Europa (Globalia) ha sido autorizada a operar vuelos internos en Brasil, donde será la primera aerolínea con 100 % de capital extranjero. Air Europa aspira a operar el mayor corredor aéreo (Río-Sao Paulo) y Globalia ha expresado su voluntad de invertir en otras áreas del turismo brasileño como el segmento hotelero y abrir hoteles en los destinos donde está activa. Por su parte, Iberdrola espera invertir en el país en los próximos cinco años unos 6.500 millones de euros.

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