China, inversor mundial y su partido comunista

Luis Alcaide/CapitalMadrid.com

Pie de foto: Los pro­blemas de China no están fuera sino dentro de sus fron­teras

La opi­nión más ex­ten­dida en España sobre la China co­mu­nis­ta-­ca­pi­ta­lista está muy bien re­fle­jada en un ar­tículo de Guillermo de la Dehesa ti­tu­lado “China, po­tencia in­ver­sora y co­mer­cial”. El poder eco­nó­mico de la República Popular se ex­tiende a todo lo ancho del pla­neta. África y América Latina pa­saron del do­minio eu­ropeo y es­ta­dou­ni­dense al de los nuevos in­ver­sores y co­mer­ciantes asiá­ti­cos. El re­chazo de Trump a sus­cribir el Trans Pacific Partnership cede la zona de in­fluencia de la Cuenca del Pacífico a esa China con la que los EEUU tienen un dé­ficit co­mer­cial su­pe­rior a los 200.000 mi­llones de dó­lares anua­les.

El Imperio Medio avanza imparable. Aquí tenemos nuestro caso. En 2016 España tuvo un déficit comercial con China de 18.820 millones de euros superior al déficit comercial total de España de 18.754 millones de euros.

Los problemas de China no están fuera sino dentro de sus fronteras. El partido comunista chino está escandalizado porque el nivel de sus reservas exteriores, un símbolo inequívoco de su poder, había bajado de la impresionante cota de 3 billones (trillions anglosajones) de dólares a mediados de este año.

El partido teme que “la seguridad nacional esté comprometida” un santo temor que el gobierno y los estadistas chinos han querido apaciguar advirtiendo que en los primeros 6 meses de 2017 el nivel de reservas se está recuperando. Cálculos que expertos independientes cuestionan porque lo que se ha hecho es revaluar el total de reservas en dólares mediante la apreciación de otras divisas, principalmente el Euro.

El descenso del nivel de reservas no responde a un déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente sino a una fuerte salida de capitales, sencillamente porque las multinacionales y los multimillonarios chinos protagonizan una carrera desenfrenada de inversiones en el exterior. Acaso se trata como afirma James Kynge de que el capitalista chino “tenga más dinero que sentido o por el contrario de que no tiene idea de a quién o en quién confiar”. La mano invisible del partido comunista es más imprevisible que los riesgos propios del mercado. El partido teme que las especulaciones comprometan el desarrollo interno.

El temor se ha traducido en escarmiento. Primero fue el secuestro en Hong Kong y durante el año nuevo chino de Xiao Jianhua presidente del Tomorrow Group. Escarmientos de mayor dimensión con el cuestionamiento del patriotismo de los directivos de Andang, Fosum, HNA y el Grupo Wanda.

En junio era detenido el principal directivo de la aseguradora Andang que, curiosamente está casado con la nieta de Deng Xiaping, el dirigente que sepultó el comunismo de Mao, aquel de gato negro… Semanas más tarde la inmobiliaria Wanda y la multinacional HNA (compañías aéreas y conglomerado financiero) eran objeto de críticas en los medios nacionales. Así mismo Fosum arrastraban las sospechas de sus aventuras especulativas por ofrecer tipos de interés del 25%-35%.

El partido comunista desconfía de sus capitalistas; desconfianza que se agudiza en vísperas del próximo congreso del partido. La renovación de Xi Jinping a la presidencia de la República parece confirmada. Las dudas están en la jefatura del gobierno ¿Repetirá Li Kegiang o el puesto será para Wang Qisham?

Wang se perfila como el favorito de Xi y la mano de hierro en los temas de corrupción. Wang no es solo un censor sino el personaje mejor conectado con la economía internacional. El artífice de que China ingresara en la Organización Internacional de Comercio, un político intelectual que con motivo del estallido de la burbuja en EEUU diría a Hank Paulson, exsecretario del Tesoro y Consejero Delegado de Goldman Sachs: “Hasta ahora os hemos tomado como nuestros maestros pero, tal y como está vuestro modelo, no seguiremos aprendiendo de ustedes”.

En el horizonte chino incertidumbre sobre un capitalismo de estado a la China que sería una referencia para los países en desarrollo o por el contrario una economía ortodoxa que además de corregir, como le advierte el FMI, su enorme déficit presupuestario pretenderá mantener su liderazgo a escala mundial como inversor y comerciante.

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