Denuncias del Papa en México

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: El Papa Francisco

“Hoy vengo como misionero de misericordia y paz”. Con estas palabras inició el Papa Francisco su recorrido por México, el pasado 13 de febrero. Es la primera vez que el Papa visita el Estado de México desde que asumió la jefatura del Estado del Vaticano, en marzo de 2013; una visita maratoniana de cinco días durante los que pasó por cuatro estados mexicanos y en la que tuvo palabras para casi todos. Su presencia en el país americano, uno de los más castigados por la violencia del narcotráfico, se produce en una fecha cargada de simbolismo, al inicio del periodo de Cuaresma, que para los cristianos implica una etapa de reflexión, oración, y conversión para la preparación del espíritu previo a la Semana Santa.

Pero antes de su llegada a México, el Papa hizo escala en Cuba, en donde se reunió con el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Kiril. Por segunda vez en cinco meses, el Papa Francisco pisó el suelo cubano, esta vez para presenciar un acontecimiento histórico dado que por primera vez en casi un siglo, los líderes de la dos iglesias, católica y ortodoxa, respectivamente, se han reunido tras el cisma del año 1054 que marcó la separación de los cristianos de ambas fes. La persecución de los cristianos por el Daesh es lo que ha impulsado a los dos líderes religiosos a dejar de lado las diferencias y hacer frente común en pro de la salvaguarda de la fe cristiana.

La elección de Cuba como punto de encuentro ha sido petición expresa del patriarca Kiril que prefirió un destino diferente a Europa, por ser éste “el continente donde sucedieron los acontecimientos que causaron la trágica división de los cristianos entre Oriente y Occidente, y porque Europa está relacionada con la memoria de muchos lamentables sucesos”. Una vez reunidos, la primera reacción del Papa reflejó un encuentro muy esperado. “Finalmente”, dijo el Papa Francisco, y al abrazar al patriarca Kiril expresó: “Somos hermanos y tenemos que llevarnos bien”.

De la reunión de dos horas entre ambos, se gestó una declaración conjunta de 30 puntos que se firmó en la misma sala de espera del aeropuerto internacional de Cuba, José Martí, ante la presencia del presidente, Raúl Castró. “En Siria, Irak y otros países de Oriente Medio observamos con dolor el éxodo masivo de cristianos de la tierra donde nuestra fe comenzó a extenderse, y donde ellos vivían a partir de los tiempos apostólicos, junto con otras comunidades religiosas”, reza uno de los punto de la declaración que, además, insta “a la comunidad internacional a tomar medidas inmediatas para evitar un mayor desplazamiento de los cristianos de Oriente Medio […] y a unirse para poner fin a la violencia y al terrorismo y al mismo tiempo, a través del diálogo, a contribuir a la pronta obtención de la paz civil”.

Por tanto, la defensa de la fe cristiana estuvo en la base del encuentro y esto ha quedado bien reflejado en la declaración, en la que se hace una crítica oculta a la Unión Europea a la que urge preservar “la fidelidad de sus raíces cristianas”; una clara alusión a la laicidad de la que han presumido en los últimos años gran parte de los estados europeos para dar cabida a diversas religiones, entre ellas, la musulmana.

Una vez terminada la reunión, el Papa elogió al presidente cubano y le agradeció su “disponibilidad activa” para acoger el encuentro. “Si sigue así, Cuba será la capital de la unidad”, manifestó el Papa, que también actúo de mediador en el proceso de paz entre Cuba y Estados Unidos.

México, entre la euforia y la decepción

Una vez en México, el Papa inició una gira por el país en donde visitó los estados de México, Chapas, Chihuahua y Michoacán. Ahí se reunió con familias, miembros de la comunidad indígena, obispos, trabajadores, e, incluso, con algunos presos. No así con los familiares de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 en el Estado de Guerrero, por lo que fue duramente criticado por algunos medios locales que calificaron de decepcionante su gira por el país centroamericano.

Más allá de la polémica, los protagonistas indiscutibles de la visita fueron los propios jóvenes mexicanos, en su conjunto, a los que el Papa se refirió en numerosos ocasiones y con los que se reunió. “Una de las mayores riquezas de estas tierras tiene rostro joven; son sus jóvenes”, expresó en su encuentro con los mismos en Morelia. “Y entiendo que muchas veces se vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos continuamente expuestos a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran el terror”, dijo en una posible alusión a los 43 estudiantes.

Asimismo, reiteradamente hizo mención a “una de las llagas que está sufriendo México”, la violencia del narcotráfico, cuya responsabilidad acechó al propio Estado. “La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve en un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia, e, incluso, el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”, indicó el Papa en su primer discurso en el Palacio Nacional ante la presencia del presidente, Enrique Peña Nieto, y la Primera Dama, Angélica Rivera. La falta de oportunidades de estudio y de trabajo hunde a los jóvenes en la pobreza y la exclusión social, lo que, consiguientemente, empuja a estos en los brazos de las distintas formas de violencia social. Fue, en resumen, el mensaje de sus intervenciones. Por tanto, instó a los dirigentes a trabajar para ofrecer a sus ciudadanos las oportunidades de ser “dignos actores en todos los aspectos de la vida diaria”.

No obstante, la lucha contra el narcotráfico no solamente debe ser responsabilidad del Gobierno, sino también de la Iglesia, a la que animó a trabajar conjuntamente con las demás instituciones de la sociedad, para que haga de la evangelización su arma para acercar a los jóvenes a la fe cristiana como método a apartarlos de la seducción de la “potencia vacía del mundo”.

Si algo ha destacado de sus discursos es su fuerte crítica a la sociedad moderna, “narcisista y obsesionada por el lujo y el confort”, basada en una cultura que “intenta suprimir todas las riquezas, características y diversidades culturales en pos de un mundo homogéneo”, y que está empujando hacia el aislamiento y a la destrucción de la familia. En cambio, defendió el reconocimiento de las distintas facciones culturales ante la comunidad indígena, en Chiapas, y apostó fuertemente por la familia. 

Igualmente, criticó el sistema penitenciario ante un grupo de presos del Centro de Readaptación social en la Ciudad Juárez. “Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas”, dijo el Papa que acusó al sistema de provocar con ello una “cultura del descarte”. Por el contrario, llamó a combatir los problemas estructurales y culturales de la inseguridad, mediante la inserción social de todas sus capas sociales, “generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos”, como maneras verdaderas de reinserción.

En su última actividad antes de su regreso a Roma, el Papa expresó palabras de apoyo a los migrantes que, ante los “vacíos legales”, arriesgan cada día sus vidas para cruzar la frontera a Estados Unidos; un viaje en el que los más perjudicados son “siempre los pobres”.

La anécdota del viaje pasó en Morelia, en donde, tras el encuentro con los jóvenes, el Papa se acercó a los presentes. La multitud que se agolpaba para saludar al Papa, provocó que éste cayera sobre un chico en silla de ruedas, lo que generó el enfado de Santo Pontífice. “¿Qué te pasó? ¡No seas egoísta!”, aseveró el Papa Francisco a uno de los presentes.

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