Doce sedes y una causa

Por Chema Rubio
Poco más de siete mil kilómetros separan Johannesburgo de Río de Janeiro. El último partido del último mundial en Sudáfrica y el primero del nuevo en Brasil. Cuatro años, una fase de clasificación y un país que se ha preparado para acoger otra gran cita, de más envergadura que la visita del Papa Francisco en 2013. El mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos son los momentos que van a conseguir que un país de más de 200 millones de habitantes sea el motor de Sudamérica. Doce sedes repartidas por todo Brasil superando a las nueve de Sudáfrica. Este fue uno de los puntos más problemáticos cuando se presentó la candidatura brasileña a la organización de un mundial. Fue el Gobierno brasileño el que forzó la situación de construir estadios porque el mundial era la gran oportunidad de desarrollo del país. Es más, el Gobierno de Lula da Silva argumentó que con tantas sedes se podría jugar por todo el país y así los brasileños tendrían acceso a un evento de tal magnitud como es un mundial en el país donde el fútbol es su religión. Para los brasileños no es sólo construir estadios.
 
Transporte público
Los aeropuertos, las carreteras, el transporte público debe mejorar por el mundial de 2014 y por los Juegos Olímpicos de 2016 que acogerá la ciudad de Río de Janeiro en el estadio de Maracaná. En Belo Horizonte la movilidad urbana es el principal problema de una ciudad donde el ritmo de venta de coches aumenta exponencialmente mientras que la ciudad no está preparada para ello. En Brasilia, capital de Brasil, el estadio Mané Garrincha ha sido uno de los más caros del mundial. La especulación inmobiliaria ha sido el principal problema de una mole de cemento que se duda pueda albergar un evento importante en el futuro. Construido en áreas públicas, ha supuesto un problema para el Gobierno brasileño. Curitiba es una de las ciudades más avanzadas. La sede de España tiene el principal problema en la favela Vila Torres, donde la muerte de un menor de 16 años alcanzado por una bala de la policía tiene en pie de guerra a los vecinos.  En Cuiabá los abusos sexuales y la explotación infantil son los dos principales factores de una ciudad que acoge en Arena Pantanal. Desde que se supo que Brasil sería sede del mundial estos casos se multiplicaron. La prostitución de menores en gran medida se hace fuerte en Fortaleza.  Aunque esté prohibido, muchos turistas siguen acudiendo allí en busca de este tipo de servicios. Manaos representa la copa del mundo más verde que existe. El estadio se enclavó en medio del Amazonas y ha servido para potenciar la red de comunicaciones entre los brasileños. Uno de los grandes legados de Natal es su estadio. En esta ciudad los niños trabajan más de 13 horas diarias y no se cree que esta práctica pueda llegar a su fin.
 
Desalojo de favelas
En Porto Alegre los desalojos de favelas han creado una auténtica brecha social. El estadio de Recibe ha aumentado su capacidad para futuros eventos y muchas familias han desalojadas para las obras del estadio. En Río de Janeiro, Maracaná marca el paso de una ciudad que se levanta ante las alfombras con las que intentan tapar su realidad. Las familias indias que vivían alrededor del estadio han sido llevadas a otros sitios para evitar problemas en la ciudad emblema del mundial. El Arena Fonte Nova de Salvador está rodeado de la tasa de violencia más alta de todo el país. Los mendigos que viven cerca del estadio han denunciado numerosos abusos. Brasil toma las riendas de su futuro con este mundial. Si el Gobierno no ha sido capaz de apaciguar a sus ciudadanos, es posible que sea el fútbol el que una a un pueblo que se juega mucho. 
 

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