El conflicto de los Balcanes como patrón para afrontar la postguerra y la reconstrucción de Siria

Carlos de Urabá / webislam.com

En el mes de agosto del año 1993 diversos colectivos de la sociedad civil llegados desde diferentes lugares del planeta se unieron a la “Marcha por la paz a Sarajevo”. La expedición con el nombre de Mir Sada (la Paz Ahora) tenía la finalidad de romper el bloqueo (1992-1996) que imponía con brutalidad el ejército serbio y llevar toneladas de ayuda humanitaria a la ciudad de Sarajevo. La caravana en la que participaban más de mil activistas se embarcaron en el puerto de Ancona con destino a Split (Croacia) donde se instalaría el campamento base.

En esta marcha por la paz, la convivencia multiétnica y multicultural y la solución no violenta a los conflictos me encontraba presente como miembro de la delegación de Andalucía. Ese fue mi primer contacto con la guerra de los Balcanes, una guerra étnica, religiosa y nacionalista que dejó una huella imborrable en la historia europea del pasado siglo XX y principios del XXI. Croatas cristianos, bosnios musulmanes, serbios ortodoxos, albano-kosovares, macedonios, eslovenos, cada uno se batía en el campo de batalla en defensa de su religión, identidad cultural y soberanía patria.

Los serbios contaban con el apoyo de sus hermanos rusos, los croatas de los católicos y los bosnios musulmanes o los albanos kosovares recibieron ayuda de los países árabes y del yihadismo internacional (Muyahidines) Poco sabíamos de ese conflicto bélico ajeno por completo a nuestra realidad latinoamericana así que tuvimos que aprender sobre el terreno cuales eran sus causas y sus desastrosas consecuencias.

Desde el año 1991 la Comunidad Europea había creado una misión de observadores para monitorizar el conflicto armado en Bosnia, Croacia y Eslovenia. En febrero de 1992 de acuerdo con la resolución 793 del Consejo de Seguridad de la ONU se inició el despliegue de 22.500 efectivos militares o la fuerza de protección que debía velar por el cumplimiento de los incipientes acuerdos de paz y proteger los convoyes de ayuda humanitaria. Lamentablemente el gobierno croata prefirió boicotear la expedición ejerciendo presiones para impedir nuestra movilización por carretera. Por tal motivo nos vimos obligados a anular nuestro viaje a Sarajevo ya que ni las fuerzas serbias ni croatas se hacían responsables de nuestra seguridad.

Era una locura que unos pacifistas quisieran convertirse en escudos humanos y parar la guerra a punta de oraciones, cantos y poesías. Para intentar enmendar el fracaso nos permitieron llegar hasta Mostar, ciudad también sitiada por las tropas bosnio-croatas que luchaban contra los bosnios-musulmanes. En esta ciudad participamos en un multitudinario acto por la paz y reconciliación presidido por grupos religiosos intercofesionales (cristianos, ortodoxos, musulmanes y budistas) que tras varias horas de tregua pactada fue acallado a balazos por los francotiradores. Antes de regresar nuevamente a Split visitamos el santuario de la virgen de Medjugorje, bastión ultra católico de los Balcanes controlado por las tropas croatas herederas de los ustasci fascistas bendecidas por el Vaticano.

Los soldados croatas fuertemente armados portaban crucifijos y pendones con imágenes de la virgen, el papa Juan Pablo II y la bandera roja, blanca y azul con el blasón ajedrezado. Ellos asumían orgullosos el papel de defensores de la civilización cristiana amenazada por los “herejes” serbios y bosnios.

Por los pueblos y aldeas que visitamos observábamos las huellas de los enfrentamientos; las casas y edificios destruidos, los templos ortodoxos, católicos o mezquitas quemadas, en fin, el patrimonio artístico sin ninguna consideración reducido a cenizas. Algo que en Siria igualmente se repite en una clara demostración de odio y de venganza.

Miles de refugiados victimas de limpieza étnica huían de las zonas de combate; ya sean serbo-bosnios, croatas bosnios, bosnios musulmanes; familias enteras, niños, mujeres, hombres y ancianos cargando sus pertenencias buscaban un refugio seguro donde ponerse a salvo. Como suele suceder en todas las guerras las principales víctimas de la conflagración no eran otras que la población civil.

La guerra de los Balcanes con sus 2,7 millones de refugiados y desplazados se convirtió en la tragedia humanitaria más grande después de la Segunda Guerra Mundial. Este fue el mayor reto de la ACNUR y que sentó precedentes para sus futuras intervenciones en zonas de conflicto. El proceso de normalización social y político de los Balcanes aún se encuentra en ciernes. Bosnia y Herzegovina que antes de la guerra tenía un PIB comparable al de los países más desarrollados hoy en día es uno de los países más pobres de Europa.

La mayor parte del millón de desplazados de los Balcanes que buscaron asilo en la Unión Europea eligieron Alemania como destino preferencial.

Poco a poco fuimos metiendo el dedo en la llaga y comprendimos que con la utopía y el romanticismo poco podíamos hacer frente a una realidad tan diabólica y perversa. La ayuda humanitaria que trasportábamos en camiones y buses tuvimos que depositarla en las bodegas de la ONU y la Cruz Roja donde lo más seguro es que se la hayan transferido a los campos de refugiados croatas.

La historia comparada nos brinda argumentos para estudiar el caso de la antigua Yugoeslavia y que nos sirve para predecir lo que sucederá en un futuro no muy lejano en el actual conflicto sirio. Si bien es cierto que extrapolarlas siempre es algo arriesgado porque estamos hablando de Oriente Medio donde impera otra geopolítica y otros intereses de las potencias mundiales. Aunque en el fondo también es un enfrentamiento étnico y religioso y nacionalista. La federación Yugoeslava era un país constituido por seis repúblicas, doce etnias y tres grandes religiones, veinte lenguas y dos alfabetos. La idea de la gran Serbia centralista y unificada provocó el estallido de una sangrienta guerra que se prolongó en una primera fase desde el año 1991 hasta el 1995. Posteriormente se abriría un nuevo frente de guerra en el Kosovo entre los años 1998 y 1999.

En el caso sirio tras la descolonización francesa la casta militar y oligárquica alauita (minoritaria) intentó forjar la unidad patria con etnias, religiones e identidades muy dispares como los kurdos, sunitas, drusos o cristianos. Su ideal supremo era retornar al sueño de la gran Siria y alzarse como el faro del panarabismo.

En 1989 Milosevic pronunció el famoso discurso de Gazimestán en la conmemoración del 600 aniversario de la batalla del Kosovo donde los serbios fueron derrotados por los turcos. Frente a miles de incondicionales lanzó sus proclamas ultranacionalistas y racistas llamando al pueblo a vengar esa derrota y construir la gran Serbia a costa de sus vecinos bosnios y croatas.

Los rusos les brindaban y les brindan un respaldo incondicional a sus hermanos serbios pues ambos son pueblos eslavos que comparten las mismas raíces religiosas, lingüísticas y étnicas.

Rusia tiene un especial interés por Siria ya que desde la época de la guerra fría conserva la base naval de Tartús que le concede una salida a la flota rusa sobre el Mediterráneo oriental (mar dominado completamente por la OTAN) El desarrollo de la guerra de los Balcanes perjudicó notablemente a los serbios que fueron acusados por la comunidad internacional de crímenes de guerra, exterminio y limpieza étnica.

Sólo hay que recordar la masacre de Srebrenica ordenada por el presidente de la república Srpska Radovan Karadzik, siendo su principal ejecutor el general serbio-bosnio Ratco Mladic. “La causa de los serbios de Bosnia era justa y sagrada” “Teníamos que actuar con vigor pues los bosnios pretendían crear una república islámica”-declaró Karadzik ante el tribunal de la Haya.

Rusia impedía con su veto una intervención humanitaria y sostenía que todo esto hacia parte de una conspiración imperialista que, tras destruir la Unión Soviética, ahora se ensañaba con Yugoeslavia. Serbia sufría un durísimo embargo y los intensos bombardeos de la OTAN que pretendían destruir la infraestructura militar (en la guerra del Kosovo en 1999).

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