El devenir del Tratado Nuclear con Irán

Alba Campillo Romo

En el mes de julio de 2015 se firmaba un acuerdo sobre el controvertido programa nuclear de la República Islámica en el cual las seis potencias del grupo P5+1 pudieron comprobar el carácter exclusivamente pacífico de las actividades atómicas persas y a cambio se premiaba a Irán derogando gradualmente las sanciones internacionales contra su economía.

Este acuerdo llegó tras dos años de negociaciones y muchos años de tensiones entre las dos grandes potencias, Estados Unidos e Irán, que anteriormente seguían la misma línea y eran aliados políticos durante el reinado del Shaa Mohammed Reza Pahleví.

El objetivo principal del acuerdo se centró en que se suspendiera el enriquecimiento de uranio que es el material indispensable para producir el combustible necesario tanto para alimentar una central eléctrica con energía nuclear como para crear una bomba atómica. De esta manera Irán se comprometía a no enriquecer el uranio por encima del 3,67% durante al menos 15 años y reducirlo a niveles bajos, pasando de 10.000 kilogramos a 300 kilogramos. Además, Irán tendría que reducir el número de centrifugadoras de enriquecimiento de uranio reduciéndolas a 6.104 de las cuales sólo 5.060 podrán funcionar durante los próximos diez años, un tercio de las 19.000 actualmente instaladas.

El Plan Integral de Acción Conjunta ha creado un clima favorable hacia ambos países que han aparcado sus históricas hostilidades para emprender un proceso de acercamiento en el cual los dos Estados puedan alcanzar determinados intereses. Pero en el caso de Irán, tanto su Ayatoláh Jamenei como su presidente, el moderado Rohani, han comunicado su malestar ante el cumplimiento parcial del acuerdo. Si bien es cierto que en enero se levantaron las sanciones a Irán, los bancos y las empresas europeas se han mostrado reticentes a invertir en Irán por miedo a posibles represalias por parte de Estados Unidos. Irán está considerando esta situación como el resultado de una mala actitud por parte de los americanos que no tienen intenciones verdaderas de que la situación cambie y que por ello no están dando la suficiente difusión del tratado alcanzado en los círculos económicos pertinentes que permitirían un mayor crecimiento económico.

El papel que juega Irán en Siria y el pulso que mantiene con Arabia Saudí en un enfrentamiento ancestral entre chiies y sunníes tendrá sus consecuencias en las relaciones iraníes con los países occidentales.

En los próximos meses se podrá ver si verdaderamente este acuerdo ha servido para que Estados Unidos e Irán se terminen de acercar o, por el contrario, las relaciones sigan estancadas en el mismo punto dejando al país asiático en la marginalidad económica y política en la que ha permanecido estos últimos años.

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