El Islam y los primeros vestigios de una literatura árabe cristiana

Por Alexandra Dumitrascu

La migración del profeta Mahoma de La Meca a Medina en el año 622 es lo que marca históricamente el nacimiento del Islam, y con él, un nuevo sistema religioso y cultural, así como una nueva lengua, el árabe, que poco a poco fue desplazando a las demás lenguas que contaban con una larga tradición entre las comunidades conquistadas del Oriente Medio. Paulatinamente, se inició un proceso de arabización que cambió la producción literaria e intelectual de los monasterios cristianos. Con el objetivo de dar a conocer la literatura árabe cristiana de la época, pero, sobre todo, para demostrar la producción de una literatura apologética, Casa Árabe en colaboración con la Universidad Eclesiástica San Dámaso, organizó la conferencia Biblia y Teología en árabe en los albores del Islam. El evento contó con las ponencias de Pilar González Casado, profesora numeraria de Literatura Árabe Cristiana en la Universidad Eclesiástica de San Dámaso; Aitor de la Morena, bachiller en Teología por la misma universidad;  David Thomas, profesor de cristianismo e Islam; y Nadir Dinshaw, professor de relaciones interreligiosas de la Universidad de Birmingham.

El proceso de arabización iniciado en el siglo VII que tuvo su culminación en el décimo, supuso también la islamización de un amplio conjunto de territorios asiáticos, norteafricanos y europeos. Según la profesora Pilar González Casado, la amplía difusión del árabe se debió más a una necesidad de estudiarla que a la obligatoriedad  de recitar las oraciones coránicas en esta lengua. “El Islam forzó a los pueblos convertidos a leer su libro y su exégesis en árabe”, afirmó la profesora; y  junto a que la mayor parte de la producción literaria ética y religiosa del Islam fuera compuesta en árabe, hizo que se relegaran al ámbito litúrgico las lenguas en la que se expresaba la literatura cristiana, fundamentalmente el griego, copto, siriaco y etiópico. Por consiguiente, la literatura cristiana también se arabizó.

Los centros mezquitas de Palestina, como explicó Casado, fueron los primeros en traducir en árabe la literatura cristiana clasificada en dos géneros bien diferenciados: libros eclesiásticos, dirigidos exclusivamente a la comunidad cristiana, y tratados apologéticos, que contaban con una doble proyección dado que sus destinatarios eran tanto cristianos, a los que querían proveer de argumentos frente al reto intelectual del Islam, como musulmanes, ante los que pretendían defender el credo cristiano.

Del monasterio Santa Catalina de Sinai procede el mayor y mejor fondo de textos árabes y cristianos, más de 700 códices árabes, entre ellos el manuscrito Sinai 154, el primer escrito apologético cristiano en árabe y el más antiguo de su género. Aitor de la Morena destacó la gran importancia y riqueza histórica, literaria y religiosa del manuscrito, titulado posteriormente por el profesor Sidney Griffith Sobre la naturaleza trina de Dios. De la Morena también señaló a los cristianos como destinatarios principales de la literatura de la apologética a los que quería abastecer de  sólidas razones para así fortificar la fe y evitar su conversión al Islam, aunque, no obstante, los verdaderos destinatarios fueron los musulmanes.

David Thomas aportó una panorámica de la convivencia de los cristianos con los musulmanes bajo el gobierno islámico del antiguo califato abasí, y sus enfrentamientos dialécticos plasmados en los tratados apologéticos sobre temas de naturaleza religiosa, en los que unos y otros intentaban evidenciar la verdad de sus propias creencias. “Si los musulmanes pensaron que los cristianos apenas tenían importancia por los errores que había en sus creencias, los cristianos consideraban una necedad las creencias de los musulmanes porque carecían de profundidad o sofisticación y fracasaban al reflejar las verdaderas complejidades de las realidades divina y humana”, recalcó Thomas en sus conclusiones. Por tanto, es de suponer  que esta convivencia, además de las tensiones propias y de los malentendidos específicos, se basó también en el menosprecio mutuo, en el que tanto cristianos como musulmanes sentían aversión hacía el credo del otro, y que, mediante un juego de superioridad juzgaban lógicas y razonables sus correspondientes creencias. Como apuntó Thomas, "ninguna de las partes entendió a la otra, y cada una acusó a la otra de fracasar al comprender o al negarse voluntariamente a hacerlo".

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