Ennahda dice adiós al islamismo político en Túnez

Paco Soto

Pie de foto: Rachid Ghannouchi, líder de Ennahda/Zoubeir Souissi / Reuters.

Ennahda, el principal movimiento islamista de Túnez, decidió abandonar el islamismo político y convertirse en una formación cívica que acata sin reservas la Constitución democrática y no mezcla la política con la religión. Esto es al menos lo que anunció el líder de Ennahda, Rachid Ghannouchi, de 74 años, en el X Congreso que este movimiento celebró el pasado fin de semana en Hammamet. A partir de ahora, Ennahda se llamará ‘Musulmanes Demócratas. El 90% de los 1.200 congresistas apoyaron el cambio ideológico y político y Ghannouchi fue elegido presidente del nuevo partido. Todavía es pronto para saber si este cambio obedece a un verdadero giro ideológico y político por parte de Ennahda, que necesita ampliar su base social y consolidar su influencia de cara a las próximas elecciones generales, o si es una simple maniobra táctica de un dirigente pragmático y posibilista como Ghannouchi. Si se confirmara la primera hipótesis, Ennahda habría despejado un nuevo camino a un sector del islam político. Algunos expertos creen que, salvando distancias y diferencias, algunas corrientes islamistas más o menos moderadas y contrarias a la violencia, en el futuro, podrían transformarse en partidos musulmanes democráticos, como en su día le ocurrió a la democracia cristiana en el mundo occidental. En cualquier caso, lo que es cierto es que Ennahda -y ahora ‘Musulmanes Demócratas’- es un movimiento singular dentro del islam político en el Magreb.

Nuevo contexto político

En una entrevista en el diario francés Le Monde, Ghannouchi manifiesta que “la actividad religiosa debe ser completamente independiente de la actividad política”. El X Congreso -y segundo cónclave desde la instauración de la democracia en Túnez- tuvo un gran seguimiento mediático y popular. Unas 10.000 personas jalearon a los dirigentes islamistas en el estadio olímpico de la localidad de Rades. Hasta el presidente del país, el laico conservador del partido Nida Tounes Beji Caïd Essebsi, hizo acto de presencia en el Congreso.  “La presencia de la primera figura del país es normal en el Congreso de un partido democrático”, declaró el dirigente de Ennahda Said Oumissi. Cabe recordar que Nida Tounes gobierna el país magrebí con Ennahda, los centristas de Afek Tounes y los liberales de la Unión Patriótica Libre (UPL). Antes, Ennahda gobernó con dos partidos laicos y de izquierda, lo que demuestra la singularidad política de Túnez respecto a otros países musulmanes. El secretario general de Ennahda, Ali Laridi, asegura que esta formación se ha adaptado “al nuevo contexto político de la nación”, y ha decidido abandonar la confesionalidad, porque sus prioridades políticas son “el modelo económico y la seguridad del país”. Hay que tener en cuenta que Túnez ha sido duramente golpeado por el terrorismo yihadista. El terrorismo y la crisis económica son las dos principales amenazas para la joven democracia tunecina. Ennahda ha condenado sin ambigüedades la actividad yihadista en Túnez y ha mostrado su apoyo a la lucha antiterrorista que llevan a cabo las fuerzas policiales y militares.

Pie de foto: Seguidores de Ennahda en un acto celebrado el octubre de 2014/ Zoubeir Souissi / Reuters.

Adaptarse a la realidad

Túnez es de lejos el país socialmente más avanzado, moderno y laico del Magreb. Aunque el conservadurismo tiene mucho peso y el islamismo político recibe un gran apoyo, hay en el país poderosas corrientes políticas, sindicales y sociales modernistas y laicas y más o menos democráticas, además de un potente movimiento feminista y una intelectualidad progresista influyente. Ninguna formación política puede ignorar esta realidad. Tampoco Ennahda, cuyo líder, Rachid Ghannouchi, es extraordinariamente inteligente y lo suficientemente pragmático como para dedicarse al travestismo ideológico en su país y adaptarse también a la nueva realidad en la región después de la denominada ‘Primavera Árabe’ y en pleno conflicto sirio, iraquí y libio. La realidad es tozuda. Según un sondeo del instituto tunecino Sigma, del Observatorio Árabe de Religiones y de Libertades y de la Fundación Konrad-Adenauer, 73% de los tunecinos son favorables a “la separación entre la religión y la política”. Desde 2011, cuando cayó el dictador Zine el Abidine Ben Ali, han cambiado muchas cosas en Túnez. El país tiene una nueva Constitución y la transición democrática se ha consolidado. Por eso, Ghannouchi tuvo que decir a los medios que “nos dirigimos de manera seria hacia un partido nacional y civil que se inspire de los valores del islam y la modernidad”. Aunque Ennahda es un partido importante, perdió las elecciones legislativas a finales de 2014 frente al conservadurismo laico y ha sufrido varias crisis internas.

Acabar con el islam político contestatario

En la misma línea defendida por Rachid Ghannouchi, el exministro de Asuntos Exteriores y dirigente islamista Rafik Abdessalem afirma que “ya no necesitamos del islam político contestatario. Estamos ahora en la etapa de la construcción y Ennahda tiene que responder a las preocupaciones políticas, económicas y sociales de los tunecinos”.  Ghannouchi tiene una obsesión: demostrar a Occidente que Ennahda no es un movimiento como el de los Hermanos Musulmanes en Egipto. Resulta sorprendente, sin embargo, que Ennahda, de momento, no haya roto oficialmente, en el ámbito ideológico, con los Hermanos Musulmanes. Es por esto mismo que el historiador tunecino Khalid Abid duda de la sinceridad de Ennahda, y cree que el giro ideológico que ha tomado es “superficial” y obedece a una campaña de marketing, a un simple lavado de cara. En declaraciones a un medio español, Abid sentencia: “No se solucionará el problema de raíz hasta que no proclamen oficialmente su ruptura con los Hermanos Musulmanes”. En Túnez, algunos políticos y analistas se preguntan si Ennahda pretende democratizar el islam o islamizar la democracia, que es el objetivo que se plantean diversos movimientos islamistas en otros países musulmanes. Por su parte, la diputada Bochra Belhaj Hamida, que abandonó Nida Tounes tras su alianza gubernamental con Ennahda, pone en duda la voluntad de cambio ideológico de Ghannouchi.

Muchas dudas

Hay muchas dudas respecto a los cambios adoptados por Ennahda en su último congreso. El periodista francés Laurent Ribadeau Dumas se pregunta si el congreso de Ennahda marca “el fin del islam político” en Túnez. Todavía es pronto para saberlo, y habrá que ver la evolución del partido sucesor de Ennahda, que en 1989 nació gracias a Ghannouchi y Abdel Fattah Mourou de las filas del Movimiento de Tendencia Islámica (MTI). Son muchos los tunecinos que no se creen el cambio doctrinario de Ennahda y piensan que el movimiento liderado por Ghannouchi se ha cambiado la careta, porque lo necesita por motivos políticos y sociales. Ennahda tiene 69 diputados sobre un total de 217 en el Parlamento tunecino y desea volver a ser la fuerza hegemónica en el país. Tiene en cuenta los dramáticos acontecimientos de Egipto, donde el presidente Mohamed Mursi fue derrocado por los militares y los Hermanos Musulmanes, ilegalizados, y mira con lupa la evolución de los gobernantes islamistas en Turquía y Marruecos.

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