Estados Unidos valora positivamente el modelo argelino de lucha antiterrorista

Paco Soto

Pie de foto: Sede de la Fundación Carnegie en Washington.

El modelo de lucha contra el terrorismo salafista que ha llevado a cabo el Estado argelino y sus medidas en favor de lo desradicalización de los terroristas es valorado positivamente en Estados Unidos. Washington mantiene excelentes relaciones diplomáticas con Argel, pero también con Rabat y otras capitales de África del Norte, y comparte puntos de vista y estrategia en materia de lucha contra el salafismo combatiente, que en los años noventa del siglo pasado causó decenas de miles de muertos en Argelia. La política de desradicalización que lleva a cabo el Estado argelino para debilitar y dividir los grupos yihadistas y reinsertar a los que empuñaron las armas en nombre de Allah, cuenta con el apoyo de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, un think tank estadounidense muy influyente en el seno del poder político y en los aparatos de seguridad de la principal potencia occidental, que se dedica a la investigación, propaganda y divulgación de ideas. El think tank está dirigido por exresponsables de los servicios secretos y orgánicamente vinculado a unas cincuenta transnacionales. La Carnegie realiza investigaciones en el campo de la política internacional y promueve las políticas económicas liberales. La Fundación Carnegie publicó un análisis sobre el terrorismo de origen islamista titulado ‘Una vida después del yihadismo’. El think tank estadounidense señala que a fecha de hoy “no existe ningún modelo o programa ideal para debilitar el yihadismo”. Ahora bien, la entidad destaca que “la experiencia argelina constituye un punto de partida útil para desarrollar iniciativas de desradicalización en otros lugares”.

Aprender de Argelia

La Fundación Carnegie para la Paz Internacional cree que la comunidad internacional tiene que aprender de la experiencia argelina, porque Argel entendió inteligentemente que “la respuesta militar en sí misma” no es suficiente para acabar con el terrorismo, porque “el yihadismo es ante todo un fenómeno social”. Por consiguiente, según la influyente fundación estadounidense, el Estado tiene que afrontar el problema del terrorismo yihadista también en el terreno social. No hacerlo, según el think tank, sería un error político que favorecería los intereses del terrorismo. En este sentido, el autor del análisis de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, Dalia Ghanem-Yazbeck, apuesta por “métodos más conciliadores”, incluyendo “tregua” y “reconciliación nacional”, y “programas de desradicalización y rehabilitación” de los yihadistas que utilizaron las armas y cometieron crímenes.

“Hoy Argelia, que ha sabido combinar la dureza con la conciliación [en el combate contra el terrorismo] ofrece un ejemplo para neutralizar” los grupos salafistas radicalizados, indica el autor del informe. Opina el analista de la fundación estadounidense que “el regreso de Argelia al proceso político pluralista [en 1995] ha permitido la reintegración de todas las partes en la vida política”, acordando a los “equivocados” -es decir a los que practicaron el terrorismo- una salida pacífica en la que pudieran seguir expresándose políticamente sin utilizar la violencia.

Paz y Reconciliación

La Fundación Carnegie para la Paz Internacional valora positivamente las medidas a favor de la amnistía y reinserción de los terroristas en Argelia, porque permitió que 2.000 yihadistas abandonaran la violencia armada entre 1995 y 1996. Después, la Ley sobre Concordia Civil de 1999 y el Estatuto por la Paz y la Reconciliación Nacional aprobado en referéndum en 2005 aceleraron el proceso de pacificación del país y de desradicalización de terroristas. La Justicia decidió no perseguir a los terroristas que abandonaron las armas, con la excepción de yihadistas que participaron activamente en masacres de población civil, atentados con explosivos sangrientos y violaciones. En Argelia, un total de 7.000 terroristas renunciaron a la violencia y se reintegraron en la vida civil. “Este proceso ha permitido restaurar la fe y la confianza de los argelinos hacia sus dirigentes” y ha sido un poderoso instrumento de disuasión para los candidatos al terrorismo, constata el think tank estadounidense.

Asimismo, la fundación considera un elemento positivo las compensaciones económicas a las “víctimas de la tragedia nacional”, incluso a familias de terroristas, porque han favorecido el arrepentimiento y la reinserción de los que usaron la violencia. Concluye el informe de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional recalcando que “las iniciativas del Gobierno han privado a los yihadistas de un potencial vivero de reclutamiento y han ofrecido una alternativa al yihadismo”. La sociedad argelina ha superado parcialmente el trauma social que significó el terrorismo salafista en los años noventa del siglo XX. Este fenómeno desencadenó una guerra civil que provocó la muerte de unas 200.000 personas, según partidos opositores y grupos de derechos humanos.

Extensión de la violencia

Los terroristas como el Grupo Islámico Armado (GIA) y el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) se enfrentaron a los aparatos militares y policiales del Estado. La violencia se extendió por gran parte del país, y dentro de las Fuerzas Armadas algunos oficiales arrepentidos o avergonzados acusaron a los poderosos servicios secretos militares -el Departamento de Información y Seguridad (DRS)- de haber manipulado algunas acciones terroristas. Las autoridades lo negaron categóricamente y lo siguen negando. No hubo terrorismo de Estado en la lucha contra los grupos salafistas en Argelia en la década de los noventa, aseguran los máximos representantes del poder. La política de reconciliación nacional iniciada por Abdelaziz Bouteflika en 1999 tuvo y sigue teniendo detractores, pero ha tenido efectos positivos reales. Miles de terroristas se han reinsertado y la violencia armada ha quedado reducida a pequeños grupos yihadistas que actúan en algunas zonas del país.

Las secuelas de los ‘años de plomo’ del terrorismo siguen presentes en la sociedad argelina, y muchas familias de víctimas del terrorismo no aceptan de buen grado que los que utilizaron la violencia sean tratados hoy en día como simples ciudadanos. Pero los deseos de paz y concordia pesan más en Argelia que el rencor y las ganas de venganza. Por esto mismo, en 2005 el marco de reconciliación nacional propuesto por el jefe del Estado fue aprobado en referéndum. Además, hay división en la población entre los que defienden la participación activa de los militares en la lucha contra el terrorismo y los que piensan que la victoria es parcial y se ha conseguido a base de demasiadas concesiones a los terroristas. 

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