Kazajstán aspira a ser un hub de la paz con la CICA

Antonio Alonso. Profesor Universidad CEU San Pablo

El próximo 15 de junio, los líderes de los países de la CICA se reunirán en Duchanbé (Tayikistán) para celebrar la quinta cumbre de la CICA (Conference on Interaction and Confidence-Building Measures in Asia). Esta reunión debe entenderse como una oportunidad para dar un nuevo impulso a esta asociación, que no es vital en las actuales condiciones geopolíticas globales de una disminución de la confianza entre los estados, de agravamiento de las contradicciones de larga data y de crecimiento de los sentimientos militaristas.

Hace más de 25 años, el primer presidente de Kazajstán, Nursultán Nazarbayev, propuso en la 47ª sesión de la Asamblea General de la ONU (1992), la creación en Asia de una estructura de seguridad similar a asociaciones similares en otras regiones del mundo. La idea fue apoyada inicialmente por unos 20 estados y hoy la CICA. Casi dos docenas de países se unieron a esta nueva organización y en la actualidad ya son 27 los participantes, entre ellos las economías más grandes del mundo y los países más poblados del mundo (China e India), los países avanzados de la región de Asia-Pacífico (Corea del Sur y Vietnam), estados geoestratégicamente importantes del Medio Oriente (Israel, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Irak y Jordania), y otros actores de gran reputación en la comunidad internacional.

En el futuro, la CICA tiene todas las posibilidades de convertirse en una versión asiática de la OSCE. Y considerando que incluye las economías más grandes y los países más poblados del mundo, el peso de esta estructura, con la voluntad política necesaria de los participantes, puede superar incluso la autoridad de otras asociaciones internacionales respetadas.

Por eso mismo, esta organización es la más extensa entre todas las euroasiáticas y la más prometedora en términos del potencial económico y geopolítico de sus participantes. No obstante, el despliegue completo de su potencial se ve obstaculizada por las continuas contradicciones que se dan entre sus propios miembros. De hecho, esta es la principal razón por la que la CICA sigue siendo un área de discusión cada vez mayor, pero con una eficacia de muy corto alcance, siendo así que Asia es una zona del mundo potencialmente conflictiva.

Nos referimos aquí al gran número de disputas territoriales no resueltas, guerras inconclusas que evolucionan constantemente hacia una confrontación armada, problemas de uso del agua no resueltos, conflictos étnicos, terrorismo,… Y esta no es una lista completa de amenazas de seguridad en Asia. Tomadas incluso por separado, cada una de ellas podría servir como un argumento indiscutible de por qué la región necesita una plataforma para discutir temas de seguridad. Sobre todo, si se tiene en cuenta que la seguridad regional es indivisible y que estos desafíos y amenazas no pueden ser afrontados por cada Estado sino que deben ser gestionados entre todos.

Hasta la fecha, se han celebrado cuatro cumbres de jefes de Estado y seis reuniones ministeriales en el seno de esta CICA, además de firmarse a su amparo docenas de documentos importantes, que ahora regulan las relaciones de los países participantes en diversos campos.

¿Estamos ante una iniciativa eficaz? ¿Por qué estas reuniones y declaraciones? Su efecto real es poco conocido y apenas perceptible para la gente común. Pero debemos entender que la estructura de las relaciones en asociaciones tan grandes, con tantos participantes, donde se sustancian muchos problemas y contradicciones bilaterales, es un proceso muy largo y difícil. Cada una de esas reuniones y cada documento firmado por todos, tiene su importancia pues constituye una aportación imprescindible, un pequeño ladrillo en la pared de una sola estructura de seguridad de toda Asia.

Esto es lo que se ha podido ver en el ejemplo de la OSCE, nacida primero como Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE) para preparar la Conferencia de Helsinki, donde se firmó un texto capital para el Derecho Internacional (el Acta de Helsinki, de 1975). Desde 1973 se viene construyendo esa arquitectura de seguridad europea y continúa hasta nuestros días. Y, hay que admitir que el mecanismo de la OSCE ha fluctuado hasta ahora, pero no por ello deja de ser menos importante y necesario.

En el caso de la CICA, todo el trabajo está prácticamente por hacer y al comienzo del camino de la unificación, sus miembros deben encontrar un lenguaje común, a pesar de la diversidad de patrones de civilización y formas de estructura política y social. Si este diálogo continúa de manera constante, la Conferencia tendrá todas las posibilidades de convertirse en la base de otra estructura internacional ya establecida: la Organización para la Seguridad y el Desarrollo de Asia. Podría ser una herramienta eficaz para prevenir conflictos en el continente y contribuir a la seguridad en general y, por ende, al desarrollo y la prosperidad de la región.

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