Líbano, el frágil sistema de convivencia sectaria en medio del caos

Alexandra Dumitrascu

Foto: El presidente de Líbano, Michel Aoun (izq.), junto al primer ministro, Saad Hariri.

La llegada al poder en Líbano es producto de ambiciones que empujan a los aspirantes a tomar una actitud no conformista en la que todo vale para alcanzarlo. Es el caso del presidente, Michel Aoun. El pasado 31 de octubre, el Parlamento libanés desbloqueó el vacío institucional que se iba prolongando desde hace dos años y cinco meses al elegir al maronita Michel Aoun (81 años) como su 23º jefe de Estado por un periodo de seis años. El recorrido hasta el cargo de presidente del líder del partido cristiano más grande de Líbano, Movimiento Patriótico Libre, ha sido enredado, algo forzoso, y antinatural. Su perfil como cristiano maronita y ex comandante de las Fuerzas Armadas lo hacía el candidato ideal para el cargo, aunque su figura no sea de gran agrado para gran parte del espectro político.

El que fue ex primer ministro de un gobierno durante la guerra civil, alcanzó la presidencia gracias al apoyo del influyente grupo chií Hezbolá, con el cual firmó un memorándum de entendimiento en 2006 mediante cual se comprometía a mantener buenas relaciones con Siria a cambio del desarme de Hezbolá. Así, el pacto supuso la permuta de bando para Aoun, desde la coalición anti-Siria 14 de Marzo, liderada por la agrupación suní Mustaqbal (Fututo) del primer ministro Saad Hariri, al bloque pro-sirio 8 de Marzo encabezado por Hezbolá. Mediante tal acuerdo, el ahora presidente sacrificó su asidua lucha contra la ocupación e influencia de Siria en el país en vista a alcanzar a liderar el oficio político más poderoso a cargo de un cristiano en Oriente Medio.

Rivalidad y complejidad institucional

El inamovible antagonismo político de las dos grandes coaliciones legislativas fue lo que ha impedido que durante 29 meses Líbano quedara en un vacío institucional tras el mandato del maronita Michel Sleiman quien gobernó hasta mayo de 2014; enfrentamiento que paralizó asimismo a las demás instituciones estatales, salvo a los cuerpos de seguridad que tuvieron que hacer frente a la penetración en las fronteras con Siria de islamistas radicales. De forma indirecta, el conflicto sirio, y la llegada a Líbano de 1,5 millones de refugiados también ha ralentizado el proceso, así como la influencia de Irán y Arabia Saudí quienes se han hecho con un hueco tras el vacío dejado por la retirada de Siria en 2005, y que en el marco de su disputa por la hegemonía regional han abogado por candidatos distintos concordes a sus propios intereses.

A pesar de ser conocido por ser enemigo acérrimo de las injerencias extranjeras, la credibilidad de Aoun tambalea por el alineamiento con Hezbolá, la formación política pro siria y pro iraní que goza también de un brazo armado, y que a nivel internacional es considerado una agrupación terrorista. Por eso, el portavoz en el Parlamento, el chií Nabih Berri, en la 46º sesión que permitió la elección de Aoun, emitió su voto en blanco, al desconfiar del mismo por su antigua enemistad con Siria contra quien liberó la “Guerra de Liberación” a finales de los años 80, y por su discurso que aboga por una reforma de la Constitución que devuelva a los cristianos los privilegios y la representación de las que gozaban anterior al Acuerdo de Taif de 1989 que pusieron fin al enfrentamiento civil en el país.

El desbloqueo del voto del líder suní Saad Hariri, hijo del ex primer ministro Rafiq Hariri, asesinado en 2005, fue clave en el proceso de elección, supuestamente estimulado por la promesa de ocupar el cargo de primer ministro del Gobierno de Aoun; aunque su apoyo fue condicionado en gran parte por la discreta intervención de Arabia Saudí que ha hecho lobby para evitar que la crisis política lleve a desestabilizar el país, una eventualidad nada favorable para Irán tampoco. Por eso, a pesar de la fuerte oposición saudí contra la elección de Aoun -considerado candidato de Irán-, esta se ha decantado finalmente por el mismo, frente a Suleiman Franjieh, del Movimiento Marada, otro aspirante, abiertamente a favor del presidente sirio Bashar Al Assad.

El peso de Arabia Saudí fue tal que tan sólo un día antes de la votación en el Parlamento, el Ministro saudí de Estado para Asuntos del Golfo Pérsico, Thamer Al Sabhan se plantó en Líbano para dialogar con las distintas partes implicadas en el proceso para tratar de persuadirles de las ventajas de alcanzar un acuerdo lo antes posible. El nombramiento de Hariri como primer ministro le permite a la Monarquía saudí mantener su influencia en Líbano, a pesar del fuerte contrapeso de la coalición 8 de Marzo.

La elección de Aoun fue sucedida por las sucesivas delegaciones iraníes, sirios, y saudíes que se agolparon en el país para felicitar al nuevo presidente. El rey Salman bin Abdulaziz incluso se ha apresurado en hacer formal la invitación del nuevo jefe de Estado libanés a Arabia Saudí, que tal como ha trascendido se va a hacer efectiva próximamente, dado que la condición era de que antes se formalice el nuevo gabinete, hecho que ya ha sido posible este domingo. El proceso de constitución del ejecutivo encontraba barreras por las disputas habituales sectarias por las carteras disponibles, sin embargo, a última hora del domingo el primer ministro Hariri anunció la configuración del nuevo gabinete en el que se han incluido 30 ministerios conformados por todas las agrupaciones políticas, con la excepción del Partido de las Falanges Libanesas que rechazó la cartera asignada.

¿Pro-sirio o anti-sirio?

Si bien la elección de Aoun resultó lo más conveniente, el discurso ofrecido con ocasión de su elección ha esclarecido la postura por la que aboga, dejando claro que la alianza con Hezbolá es un matrimonio de conveniencia, y que sus principios siguen intocables. En este sentido el nuevo presidente ha defendido una política exterior independiente, y ha enfatizado los principios de soberanía y de neutralidad del país, concorde al Pacto Nacional de 1943. En la misma línea ha apostado por los intereses del país, a los cuales ha prometido defender frente a las injerencias de los actores internacionales que “sólo buscan sus propios intereses y no los de Líbano”. En este sentido ha hecho un llamamiento a la sociedad para que den “prioridad a la unidad nacional” como antídoto y pilar principal para la estabilidad y seguridad del país.

También se ha comprometido con seguir con la política de disociación de Líbano de los conflictos externos, en línea con la “Declaración de Baabda” aprobada en 2012 que estableció “mantener a Líbano fuera de los conflictos regionales e internacionales” para contrarrestar “las repercusiones negativas de las tensiones y las crisis regionales”. Esta postura representa un claro guiño a Hezbolá que está luchando junto a las fuerzas pro gubernamentales, y es una actitud que no ha agradado al presidente Bashar al Assad que en una entrevista con un medio sirio ha vuelto a criticarla, y ha asegurado que Líbano no puede dar la espalda a la realidad que le rodea.

Con este discurso Aoun acerca nuevamente posturas con su primer ministro, quien ha asegurado, en la misma línea, que en la cabeza de sus prioridades está el compromiso con preservar la seguridad del país frente al caos externo, y de las consecuencias negativas de la crisis de Siria.

El discurso de Aoun no ha conmovido en apariencia a su actual socio, Hezbolá, cuyo líder, Hasán Nasralá, ha aclarado en un entrevista que la relación de la agrupación con el presidente sigue siendo “excelente”, en contra de los rumores de que el grupo chií estaría tratando de romper los lazos con el Movimiento Patriótico Libre.

Hay que esperar para ver si la ambigüedad con la que está maniobrando Aoun va a seguir, y sobre todo, si esto va a afectar su relación futura con su socio antinatural. Mientras tanto, las ambiciones personales de los líderes políticos y el pragmatismo conceden al sistema una frágil, pero conveniente, estabilidad en medio del caos regional.

Convivencia institucionalizada

La elección de un cristiano como presidente no es fortuita, sino que es producto del Pacto Nacional alcanzado hace más de siete décadas, que proveyó de representación política a las más de 18 sectas y grupos religiosos reconocidos hoy en el país árabe. El pacto estableció como fórmula representativa la asignación en los cargos de presidente, primer ministro, y portavoz del Parlamento a un maronita, un suní, y chií, respectivamente, avalado por la Constitución datada de 1926 que obliga a que el poder se distribuya en una paridad porcentual de 50-50 entre cristianos y musulmanes. Este sistema ha conseguido hasta la actualidad la convivencia sectaria, más allá de las disputas políticas, a pesar de que en la actualidad la población musulmana representa a  más del 50% de la sociedad, mientras que los cristianos superan por poco el 40%, entre los cuales 21% pertenecen a la secta maronita.

A pesar de las disputas políticas, Líbano sigue en la actualidad el paradigma regional de buena convivencia sectaria en medio de una región en donde son cada vez más habituales las persecuciones de los cristianos, y el enfrentamiento entre chiíes y suníes como constante sectaria.

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