La crisis gubernamental en Marruecos hunde a la izquierda poscomunista

Paco Soto

Pie de foto: El secretario general del PPS, Mohamed Nabil Benabdallah.

La crisis política e ideológica que atraviesa la izquierda no es un fenómeno exclusivamente europeo. También en Marruecos, la izquierda local no consigue levantar cabeza. La Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP), que hace tan solo 15 años era un partido influyente y con capacidad de gobierno, es en la actualidad una fuerza de segundo nivel. El otro gran componente de la izquierda clásica marroquí, el Partido del Progreso y el Socialismo (PPS), heredero del Partido Comunista de Marruecos (PCM), atraviesa una larga etapa de grandes dificultades internas y escasa influencia electoral. Por su parte, la extrema izquierda, compuesta por varios grupos radicales, sigue su propio camino, el de la irrelevancia política y social. En este momento, es el histórico PPS el que acusa los mayores problemas en el campo de la izquierda marroquí. Esta fuerza poscomunista ha gobernado con otros grupos en los dos últimos dos gobiernos liderados por el islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo. Formar parte de los ejecutivos de Abdelilah Benkirane y Saad Eddine El Othmani ha sido para el PPS la mejor manera de evitar su desaparición del tablero político local.

Cambio de rumbo

Pero a finales del pasado mes de octubre el partido heredero del comunismo marroquí tuvo que hacer frente a un cambio de rumbo significativo. El Rey Mohamed VI ordenó el cese de cuatro ministros y altos cargos por el retraso en el plan de desarrollo socioeconómico para Alhucemas y su región, una zona del Rif que hace más de un año se convirtió en el epicentro de una revuelta popular que ha perdido intensidad callejera con el paso del tiempo, pero no ha desaparecido. Dos de los ministros destituidos por el monarca fueron el secretario general del PPS y responsable del departamento de Hábitat y Gestión del Territorio, Mohamed Nabil Benabdallah, y el dirigente poscomunista y encargado de dirigir el Ministerio de Sanidad, Houcine el Ouardi. Las dos destituciones han dañado al PPS, pero la más dura de encajar ha sido el cese del líder poscomunista. Ambas medidas han hundido al partido en una profunda crisis. Tanto es así que algunos dirigentes del PPS y analistas consideran que el futuro del PPS está comprometido. Benabdallah anunció su intención de dimitir el lunes de esta semana en una reunión de la oficina política (órgano dirigente restringido), pero la mayoría de la militancia del partido se opuso a la decisión. La crisis interna ha estado a punto de provocar una rebelión en el partido. Fuentes del PPS interrogadas por un medio digital marroquí explicaron que “las reuniones del partido han vivido, desde la destitución de Benabdallah y Houcine El Ouardi, grandes momentos de tensión entre los diferentes miembros”.

Pie de foto: El poscomunista Mohamed Nabil Benabdallah saluda al islamista Abdelilah Benkirane.

Sanción real

En este contexto de extrema tensión, según dichas fuentes de información, el secretario general del partido fue sancionado por el monarca por su responsabilidad en el retraso del proyecto de impulso socioeconómico para Alhucemas y su región, pero también “por otros motivos y su amistad con Abdelilah Benkirane”. El secretario general del PJD y exprimer ministro ganó las últimas elecciones generales, pero al no conseguir mayoría suficiente se vio en la obligación de pactar con partidos de diversas tendencias un nuevo gabinete. No lo logró y Mohamed VI lo destituyó y designó como sustituto a Saad Eddine El Othmani, número dos del PJD y adversario declarado de Benkirane en las filas islamistas. Benkirane nunca tuvo buena relación con el Rey, y cabe deducir que sus amigos no son bien vistos por el jefe del Estado.

“Gloria y decadencia” del PPS

Un medio local pone el acento en que el partido heredero de los comunistas marroquíes ha vivido una etapa de “gloria y decadencia”. Gloria cuando los comunistas, además de los socialistas y la extrema izquierda marxista leninista, eran una oposición contundente al régimen de Hasan II y contaban con sólidos apoyos populares. La ultraizquierda, tras hacer algunos pequeños retoques ideológicos, se dividió en pequeñas sectas políticas que siguen soñando con la revolución y la república socialista. La USFP, como ya se dijo en esta crónica, es un partido que juega en segunda división; y el PPS, una fuerza irrelevante que podría desaparecer si se queda fuera de las instituciones. En el actual Ejecutivo solo le queda un secretario de Estado, Charafat Afilal. Otro dirigente importante del PPS, Amin Sbihi, que fue ministro de Cultura, hace parte de los políticos apartados del poder por Mohamed VI. Los tiempos de Ali Yata, líder histórico que hacía vibrar los corazones de muchos trabajadores, pasó a la historia. Yata era admirado por millones de marroquíes. Perteneció a una generación de grandes políticos como el socialista Abderrahim Bouabid, el nacionalista Allal El Fassi y el izquierdista Bensaid Ait Idder. Yata, al que el pueblo llamaba “Ssi Ali”, murió en agosto de 1997. En esta época empezó la decadencia del comunismo local y las siglas que le sucedieron.

Pie de foto: El Rey Hasan II fue un objetivo a derrocar por parte de la izquierda socialista, comunista y marxista leninista.

Un dilema complicado

La dirección del PPS tiene que solucionar ahora un dilema complicado: o se retira completamente del Gobierno de El Othmani o se queda. La comisión central del partido resolverá el asunto el próximo 7 de enero. De momento, Benabdallah y los principales dirigentes poscomunistas se han tragado el orgullo y expresado su “respeto a las decisiones del Rey”. El PPS, ni en sus mejores tiempos, nunca consiguió ser el partido hegemónico de la izquierda local. En Marruecos, la ideología comunista no se adapta bien a la realidad de una sociedad musulmana mayoritariamente conservadora y tradicional. Por esto el PPS, siguiendo las directrices de Yata, que transformó el PCM en Partido de la Liberación y el Socialismo (PLS), aceptó plenamente la monarquía y la religión islámica. Los comunistas marroquíes vivieron épocas duras, de clandestinidad y represión, y dirigentes como Yata, el intelectual laico y de origen judío Simon Lévy, Abdelaziz Belal y Abdellah Layachi trabajaron a favor de la legalización del partido. Lo consiguieron en 1974, y en noviembre de 1975 apoyaron la Marcha Verde impulsada por Hasan II para recuperar como parte del territorio nacional –anexionar según Argelia y el Frente Polisario- la antigua colonia española del Sáhara Occidental.

Escisión marxista leninista

El militante revolucionario Abraham Serfaty abandonó el PCM en 1970 y creo el grupo marxista leninista y pro chino Ilal Amam (Adelante), partidario de la autodeterminación del Sáhara Occidental. En 1997, después de la muerte de Yata en un accidente de tráfico, el heredero del Partido Comunista se integró en el Gobierno de izquierda de la época dirigido por el socialista y antiguo exiliado Abderrahmane Youssoufi. Era el reinado de Hasan II. El PPS formó la Koutla con otras tres fuerzas. Durante 13 años dirigió el PPS un político intelectualmente sólido, Ismail Alaoui, pero éste no consiguió sacar a su partido de la imparable decadencia. Le sucedió al frente de la secretaría general el burócrata Benabdallah, el 31 de mayo de 2010. El PPS se convirtió en la séptima fuerza parlamentaria. Finalmente, el PPS se integró en los dos últimos gobiernos dirigidos por el islamismo, lo que sorprendió a seguidores y adversarios. 

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