La cuestión de la igualdad en la lucha por la paz

AUTORA: Lucila Piedra Harris

Pie de foto: De izquiera a derecha, Nicole Ndongala, Oumou Sall Seck, Maria Teresa Fernandez de la Vega, Hibaaq Osman y Caddy Azduba 

Con motivo del  XV aniversario de la resolución 1325 de las Naciones Unidas sobre mujer, paz y seguridad, el foro “Mujeres africanas que construyen la paz” -organizado por la Fundación Mujeres por África en colaboración con el Real Instituto Elcano- ha debatido el alcance de esta resolución que, a pesar de que pone en valor los derechos de la mujer, ha sido muy cuestionada a lo largo del acto.

Las grandes protagonistas de la mesa redonda fueron sin duda las mujeres africanas que participaron en ella: la alcaldesa de la localidad maliense de Goundam, Oumou Sall Seck, quien ha colaborado en negociaciones de paz entre Mali y los rebeldes; Hibaaq Osman, presidenta de Karama, una organización muy activa en los países árabes, especialmente en Libia y Siria; Caddy Azduba, de la Republica Democrática del Congo, galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2014 y la congoleña Nicole Ndongala, mediadora intercultural y coordinadora de promoción de la mujer de la asociación Karibu. Todas provienen de países en conflicto, circunstancia bajo la cuales las mujeres son utilizadas como arma de guerra, violadas, maltratadas, asesinadas y desprestigiadas. Además, en sus países la mayoría de las mujeres no tienen acceso a la educación. El acto fue inaugurado por de María Teresa Fernández de la Vega, presidenta de la Fundación Mujeres por África y ex vicepresidenta del Gobierno.

A lo largo de la jornada, se puso sobre la mesa la realidad a la que se enfrentan todas las mujeres del mundo, de la violencia que se ejerce contra ellas para silenciarlas, de cómo son las primeras víctimas de los conflictos y de la desigualdad que sufren en todos los ámbitos. Se incidió en la importancia de que las mujeres sean partícipes de las negociaciones de paz pues solo un 9% de los participantes en éstas son del sexo femenino. Además, se subrayó que todavía hay voces que ponen en duda la cualificación de las mujeres en este ámbito.

Emilio Lamo Espinosa, presidente del Real Instituto Elcano, quiso tener una perspectiva algo más optimista sobre la realidad a la que se enfrentan las mujeres. Uno de los aspectos positivos que resaltó fue que se ha avanzado en la desigualdad. No obstante afirmó que “ningún país ha logrado frenar la brecha de género”, asimismo manifestó que las mujeres siguen sin estar representadas en temas relacionados con la paz, y que el compromiso de Naciones Unidas de llegar al 20% de representación femenina aún está muy lejos.

Las mujeres africanas contaron sus historias tanto personales como ajenas y las realidades a las que se enfrentan en sus países pero no quisieron centrarse solo en los problemas sino también en como solventarlos, en la necesidad de tener medidas concretas para poder pasar a la acción.

Oumou Sall Seck, vive en Mali y contó que, a pesar de que en su país se había firmado este junio un acuerdo de paz en el que los rebeldes acordaron dejar las armas, aún queda mucho por hacer pues el terrorismo sigue estando muy presente. Afirmó que en Mali el 51% de sus habitantes son mujeres y que la mayoría de ellas son analfabetas pero solo gracias a la educación pueden llegar a participar en los órganos que solucionan los conflictos: porque tener en cuenta a la mujer hay que tener a las mujeres allí donde se toman las decisiones; “las mujeres tienen que estar más formadas, tienen que seguir en la escuela, porque somos víctimas de nuestra falta de conocimiento”, argumentó Sall Seck.

La congoleña Caddy Adzuba, que ha estado a punto de ser asesinada en dos ocasiones, está protegida a día de hoy por las Naciones Unidas al estar amenazada de muerte desde que denunció la violencia sexual de las mujeres en su país. Subrayó que las mujeres allí ni siquiera tienen el derecho a morir, por el hecho de ser mujeres siendo su tortura la violación. Según manifestó Adzuba “morir de un disparo es lo mejor que te puede pasar en manos de los rebeldes”.  Muchas víctimas acaban muriendo pero no sin antes ser maltratadas de la peor forma posible. Adzuba dijo vimos que no era un problema de sexo sino que nos querían exterminar, era un feminicidio”.

Por su parte, la mediadora Nicole Ndongala aseguró que “los rebeldes quieren destruir nuestros cuerpos porque saben el peligro que tiene una mujer formada, si educas a la mujer estas educando a una nación”.

Otra de las mujeres presentes, Hibaaq Osman, quien desde 2005 vive en El Cairo, se centró en el conflicto de Siria y en el palestino-israelí. En su opinión, las mujeres  están en el punto de mira de los fundamentalísimos pues “si matas a las mujeres, la sociedad se arrodilla”. Sobre la resolución 1325, Hibaaq sostuvo que “es un papel que no significa absolutamente nada” demostrando con varios ejemplos que las mujeres no han estado protegidas por esta resolución como el caso de niñas somalíes violadas, las mujeres que fueron víctimas de bombardeos en Palestina e incluso una violación de una niña por parte de pacificadores de la ONU.

Aclaró que Naciones Unidas no puede hacer nada por sí misma sino que necesita a los Estados miembros para que se cumpla con la resolución. Además, afirmó que las mujeres que formen parte de la toma de decisiones tienen que ser mujeres que representen a las mujeres y no a los hombres. Hibaaq argumentó, “no solo es cuestión de hacer leyes que amparen los derechos de la mujer, hay que educar a la sociedad”.

Con motivo del  XV aniversario de la resolución 1325 de las Naciones Unidas sobre mujer, paz y seguridad, el foro “Mujeres africanas que construyen la paz” -organizado por la Fundación Mujeres por África en colaboración con el Real Instituto Elcano- ha debatido el alcance de esta resolución que, a pesar de que pone en valor los derechos de la mujer, ha sido muy cuestionada a lo largo del acto.

Las grandes protagonistas de la mesa redonda fueron sin duda las mujeres africanas que participaron en ella: la alcaldesa de la localidad maliense de Goundam, Oumou Sall Seck, quien ha colaborado en negociaciones de paz entre Mali y los rebeldes; Hibaaq Osman, presidenta de Karama, una organización muy activa en los países árabes, especialmente en Libia y Siria; Caddy Azduba, de la Republica Democrática del Congo, galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2014 y la congoleña Nicole Ndongala, mediadora intercultural y coordinadora de promoción de la mujer de la asociación Karibu. Todas provienen de países en conflicto, circunstancia bajo la cuales las mujeres son utilizadas como arma de guerra, violadas, maltratadas, asesinadas y desprestigiadas. Además, en sus países la mayoría de las mujeres no tienen acceso a la educación. El acto fue inaugurado por de María Teresa Fernández de la Vega, presidenta de la Fundación Mujeres por África y ex vicepresidenta del Gobierno.

A lo largo de la jornada, se puso sobre la mesa la realidad a la que se enfrentan todas las mujeres del mundo, de la violencia que se ejerce contra ellas para silenciarlas, de cómo son las primeras víctimas de los conflictos y de la desigualdad que sufren en todos los ámbitos. Se incidió en la importancia de que las mujeres sean partícipes de las negociaciones de paz pues solo un 9% de los participantes en éstas son del sexo femenino. Además, se subrayó que todavía hay voces que ponen en duda la cualificación de las mujeres en este ámbito.

Emilio Lamo Espinosa, presidente del Real Instituto Elcano, quiso tener una perspectiva algo más optimista sobre la realidad a la que se enfrentan las mujeres. Uno de los aspectos positivos que resaltó fue que se ha avanzado en la desigualdad. No obstante afirmó que “ningún país ha logrado frenar la brecha de género”, asimismo manifestó que las mujeres siguen sin estar representadas en temas relacionados con la paz, y que el compromiso de Naciones Unidas de llegar al 20% de representación femenina aún está muy lejos.

Las mujeres africanas contaron sus historias tanto personales como ajenas y las realidades a las que se enfrentan en sus países pero no quisieron centrarse solo en los problemas sino también en como solventarlos, en la necesidad de tener medidas concretas para poder pasar a la acción.

Oumou Sall Seck, vive en Mali y contó que, a pesar de que en su país se había firmado este junio un acuerdo de paz en el que los rebeldes acordaron dejar las armas, aún queda mucho por hacer pues el terrorismo sigue estando muy presente. Afirmó que en Mali el 51% de sus habitantes son mujeres y que la mayoría de ellas son analfabetas pero solo gracias a la educación pueden llegar a participar en los órganos que solucionan los conflictos: porque tener en cuenta a la mujer hay que tener a las mujeres allí donde se toman las decisiones; “las mujeres tienen que estar más formadas, tienen que seguir en la escuela, porque somos víctimas de nuestra falta de conocimiento”, argumentó Sall Seck.

La congoleña Caddy Adzuba, que ha estado a punto de ser asesinada en dos ocasiones, está protegida a día de hoy por las Naciones Unidas al estar amenazada de muerte desde que denunció la violencia sexual de las mujeres en su país. Subrayó que las mujeres allí ni siquiera tienen el derecho a morir, por el hecho de ser mujeres siendo su tortura la violación. Según manifestó Adzuba “morir de un disparo es lo mejor que te puede pasar en manos de los rebeldes”.  Muchas víctimas acaban muriendo pero no sin antes ser maltratadas de la peor forma posible. Adzuba dijo vimos que no era un problema de sexo sino que nos querían exterminar, era un feminicidio”.

Por su parte, la mediadora Nicole Ndongala aseguró que “los rebeldes quieren destruir nuestros cuerpos porque saben el peligro que tiene una mujer formada, si educas a la mujer estas educando a una nación”.

Otra de las mujeres presentes, Hibaaq Osman, quien desde 2005 vive en El Cairo, se centró en el conflicto de Siria y en el palestino-israelí. En su opinión, las mujeres  están en el punto de mira de los fundamentalísimos pues “si matas a las mujeres, la sociedad se arrodilla”. Sobre la resolución 1325, Hibaaq sostuvo que “es un papel que no significa absolutamente nada” demostrando con varios ejemplos que las mujeres no han estado protegidas por esta resolución como el caso de niñas somalíes violadas, las mujeres que fueron víctimas de bombardeos en Palestina e incluso una violación de una niña por parte de pacificadores de la ONU.

Aclaró que Naciones Unidas no puede hacer nada por sí misma sino que necesita a los Estados miembros para que se cumpla con la resolución. Además, afirmó que las mujeres que formen parte de la toma de decisiones tienen que ser mujeres que representen a las mujeres y no a los hombres. Hibaaq argumentó, “no solo es cuestión de hacer leyes que amparen los derechos de la mujer, hay que educar a la sociedad”.

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