La lengua árabe envenena de nuevo el clima político en Marruecos

EFE/Fátima Zohra Bouaziz

Pie de foto: Liceo de Rabat.

El conflicto lingüístico entre el árabe y el francés vuelve a envenenar la vida política en Marruecos y va a protagonizar los debates de la sesión parlamentaria de primavera que comienza. Un proyecto de ley para cambiar los textos de materias científicas al francés en la escuela pública es ahora la manzana de la discordia dentro de la propia coalición gubernamental, y el ruido político tapa la pregunta de fondo: ¿Y si el árabe ya no sirve como vehículo de ciencia y tecnología?.

El abandono universitario y las lenguas

La reforma lingüística viene dictada por los resultados cada vez más pobres de los estudiantes marroquíes que cursan una carrera científica. Solo uno de cada diez estudiantes consiguen acabar su carrera universitaria científica, mientras que el resto opta por otra carrera en árabe o deja la facultad en el primer año por no poder adaptarse, según alertó recientemente el ministro de Educación, Said Amzazi.

La razón principal tiene que ver con el propio sistema de educación pública: los alumnos estudian matemática y física en árabe durante todo el ciclo escolar, pero una vez en la universidad, esas disciplinas pasan al francés sin ninguna transición o puente. Los estudiantes sufren así un problema de comprensión que les hace perder inmediatamente oportunidades. A ello se añade la brecha que se abre cada vez más entre los alumnos del sistema público, mayoritariamente de clases desfavorecidas, y los de la escuela privada, donde se enseñan las ciencias en francés, inglés o español, y a la que van generalmente clases adineradas capaces de sufragar sus altos gastos.

Y esta brecha repercute en el mundo profesional: el francés es la lengua de la administración, de los negocios y de la economía por excelencia en el país: según datos del Ministerio de Educación, el 70% de los anuncios de trabajo exigen de forma explícita el perfecto dominio del francés. "El francés es ante todo una oportunidad social, que no hay que reservar a una casta", subrayó en una reciente editorial Aicha Akalay, directora del semanario Telquel, señalando que estos estudiantes del sistema público son las primeras víctimas del desempleo en el país.

Una batalla ideológica

Para remediar el problema, el pasado agosto el Consejo de Ministros (presidido por el mismo rey Mohamed VI), aprobó un proyecto de ley para pasar a enseñar las asignaturas científicas y técnicas en "lenguas extranjeras", lo que en Marruecos equivale al francés. Pero la decisión generó de inmediato una oleada de indignación entre los tradicionales "defensores de las esencias" y una enorme división incluso dentro de la propia coalición gubernamental de la que paradójicamente había salido el proyecto.

Los paladines del árabe son el islamista Partido Justicia y Desarrollo, que encabeza el gobierno, y junto a él sindicatos e intelectuales agrupados en la ‘Coalición Nacional por la Defensa de la Lengua Árabe’, que consideraron la medida una forma de consagrar "el poder del lobby francés" y una amenaza contra la identidad nacional y religiosa del país.

La indignación se tradujo en manifestaciones, sentadas de protesta y una carta firmada por más de 150 personalidades políticas y académicas del país contra el proyecto de ley. Frente a ellos, los defensores del proyecto de ley reivindican una "justicia lingüística" para todos los marroquíes, con las mismas oportunidades para los hijos de la escuela pública como privada. La actual batalla recuerda a la que hace seis años tuvo lugar entre el árabe clásico y el árabe dialectal, tras un proyecto fallido de introducir este último en la escuela primaria; también entonces la identidad, la religión y el colonialismo fueron argumentos en la batalla.

Un problema árabe y no solo marroquí

El debate lingüístico lo comparte Marruecos con otros países árabes entre un sistema escolar en árabe clásico y una universidad que pasa sin transición al francés o al inglés. Mauritania y Túnez tienen zanjado el debate con un ‘afrancesamiento’ total de las asignaturas científicas en todas las fases educativas. Aparte de Siria, que tiene un sistema educativo completamente arabizado incluso en carreras como medicina e ingeniería, el resto de países árabes siguen el modelo francés o inglés en su enseñanza superior, lo que plantea interrogantes sobre la capacidad del árabe para ser idioma de la ciencia y la tecnología en el siglo XXI.

El árabe, hablado por 290 millones de personas y considerado la lengua litúrgica de 1.500 millones de musulmanes en el mundo, ha contribuido históricamente al desarrollo de la ciencia con grandes matemáticos, médicos y geógrafos de la talla de Al Juarismi, Avicena o Averroes. Los expertos coinciden en destacar la riqueza del árabe como lengua pero señalan que en la actualidad su uso como idioma de ciencia está limitado por factores económicos, políticos y prácticos.

La mayor parte de las producciones científicas y tecnológicas se escriben en inglés y los países árabes son conscientes de esta realidad: para alcanzar a este mundo hay que estudiarlo en ese idioma, y el árabe clásico es cada vez más una lengua para la literatura y la religión.

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