La oposición venezolana obtiene mayoría cualificada, ¿y ahora qué?

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: Miembros de la oposición venezolana celebran los resultados que les dieron la victoria.

A pesar de que hasta hace poco no cabía mucha esperanza, ya el cambio en el plano político, especialmente, empieza a hacerse patente en América Latina. Primero con Argentina, donde hace poco menos de un mes el candidato opositor Mauricio Macri ha puesto fin a 12 años de gobierno kirchnerista, y ahora con Venezuela. Tras la aplastante victoria de la oposición venezolana en las elecciones legislativas del pasado domingo, se podría hablar de un principio del fin de los gobiernos populistas de América Latina. El 65% de los venezolanos han dado la espalda al chavismo, y han optado por otorgar una oportunidad a la Mesa de Unidad Democrática (MUD). A pesar de los incidentes registrados y de la retirada de los credenciales varios observadores internacionales,  la oposición se ha hecho con 112 escaños en la Asamblea Nacional de un total de 167. La suma relevancia de estos resultados reside en el hecho de que por primera vez desde 1999 - año en el que Hugo Chávez asumió la presidencia del país por primera vez - la oposición obtiene la mayoría en el Parlamento. Es decir, durante cerca de 17 años la Asamblea Nacional estuvo monopolizada por el Partido Socialista de Unidad de Venezuela (PSUV) de Chávez.

Poder total

Valoradas igualmente como un plebiscito a la gestión de Nicolás Maduro, los resultados de las elecciones del domingo reflejan el descontento de la población por una pésima gestión económica del Gobierno, que ha sumido al país en una crisis difícil de enmendar. La mayoría cualificada de la que va a gozar la oposición a partir del 5 de enero, cuando asumirá las funciones, le va a permitir poner en marcha las reformas necesarias para corregir el rumbo del país. En este sentido, los nuevos legisladores podrán promover una reforma de la Constitución, revisar los tratados internacionales, designar o destituir las cúpulas del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo Nacional Electoral (CNE) -dos instituciones fuertemente cuestionadas por estar al servicio del oficialismo -, modificar leyes orgánicas, derogar otras habilitantes, crear comisiones de investigación, o legislar en materias de seguridad nacional y economía, entre otras cuestiones. En definitiva, los miembros de la MUD van a gozar de poderes cuasi absolutos.

Debilidad del Gobierno de Maduro

No obstante, aunque a ojos de las democracias occidentales este panorama sea contemplado con júbilo e ilusión, la situación de las pseudodemocracias latinoamericanas distorsiona la normalidad y cualquier escenario tiene cabida.

La sorprendente mansedumbre con la que el presidente Maduro aceptó los resultados en la madrugada del domingo llamó la atención después de varios meses de propaganda del miedo en la que haya predominado todo tipo de amenazas en caso en que el partido oficialista no ganara las elecciones. Con el cuasi omnipresente retrato de Simón Bolívar de fondo, el presidente alabó el sistema electoral al que tachó de “absolutamente perfecto”, y lamentó la depreciación de la “lealtad” con la que el PSUV ha contado hasta la actualidad. “Con nuestra moral intacta, hemos venido a reconocer estos resultados adversos, a aceptarlos y a decirle a nuestra Venezuela que ha triunfado la Constitución y la democracia”. En estos términos se ha expresado Maduro durante casi 13 minutos de discurso delante de un círculo restringido de seguidores, en los que no han faltado los vocablos habituales de “burguesía parasitaría” o “capitalismo salvaje”, los enemigos, a su parecer, de la Revolución, que somete al país a una guerra económica brutal que ha causado “estos resultados adversos”. Aunque, a la hora de pronunciar dichas palabras la oposición únicamente gozaba de 99 escaños.

Ahora el escenario es distinto, al igual que el discurso de Maduro, y demás líderes que le rodean, que se ha tornado más agresivo. Desde el Cuartel de la Montaña, sitio en donde está emplazada la tumba de Hugo Chávez, el presidente Maduro ha anunciado este martes que no va a aceptar ninguna ley de amnistía para los presos políticos a los que ha calificado de “asesinos de un pueblo”, haciendo referencia a la intención de la MUD de aprobar dicha ley como una de las primeras acciones del nuevo Parlamento. Asimismo, Maduro ha asegurado que no ha ganado una oposición democrática, sino una contrarrevolución.

"Nosotros sabremos qué hacer en caso de que aparezca una arremetida en contra del pueblo de Venezuela. Nos vamos a mantener con el pueblo en la calle y si empieza a aparecer por parte de estos señores diputados elegidos una agresión en contra de nuestro presidente, también saldremos a la calle a defenderlo", ha arremetido por su parte Jorge Rodríguez, alcalde de Caracas y jefe de campaña de la alianza oficialista Gran Polo Patriótico.

Desafíos políticos

A pesar de que la MUD haya ganado estas elecciones legislativas como un ente homogéneo, no hay que obviar que está constituida por una alianza de cerca de 16 organizaciones políticas diferentes y cada una de ellas persigue objetivos e intereses diferentes. La división dentro de la Unidad es un hecho, e incluso Henrique Capriles uno de los líderes que la incorpora, y la voz más sonante dentro de la misma, ha reflejado las diferencias en su seno y ha llamado en diferentes ocasiones a la unión para tornar en realidad el cambio al que aspira la población.

Además, tal como han vaticinado analistas políticos del país, es probable que la actual Asamblea, en funciones hasta el 15 de diciembre, promulgue una serie de leyes en este periodo que vayan en contra de los objetivos de la oposición. Por tanto, tal como aseguran, los actuales legisladores podrían poner en marcha una ley que otorgue a Maduro poderes extraordinarios que le permita seguir aprobando leyes en los próximos 6 o 12 meses. De hecho, de acuerdo con éstos mismos, el presidente ya goza de este tipo de poder hasta el próximo 31 de diciembre. En este sentido, tal como aseguran diferentes medios regionales, el entorno de Maduro ya ha comenzado sus primeros movimientos ante la pérdida de poder que se avecina. Así, el grupo oficialista del Gran Polo Patriótico ha aprobado un comité mediante el cual se prevé la elección de 15 magistrados del Tribunal Supremo, una estrategia que buscaría blindarlos ante un posible cambio para el próximo año. Y es que el TSJ ha sido un fiel aliado judicial y constitucional del chavismo, ya que desde hace 12 años no dicta una sentencia contraria a los intereses oficiales. Una posible pega en este sentido lo supondría el poder de veto que tiene la Sala Constitucional del TSJ ante futuras leyes de la oposición, incluida la de amnistía.

No obstante, a pesar de la aparente heterogeneidad de la MUD, el oficialismo tampoco goza de una unidad inquebrantable, y según ha confirmado Capriles, dentro del mismo hay distintos grupos de poder que “pareciera que está en torneo a ver quién se queda, quién es más duro frente al país”. Por tanto, esta lucha interna dentro de la PSUV podría favorecer a la MUD si estos gozaran de la madurez política y democrática suficiente para dejar de lado las diferencias y adoptar las medidas necesarias para reactivar la economía del país. Además, el rumbo que va a tomar el país dependerá en parte de la capacidad de reconciliación del país, fuertemente polarizado. En este sentido, Capriles ha asegurado que el camino a seguir debe de ser pacífico y constitucional. “Quiero reiterar tres palabras frente a la victoria: humildad, madurez y mucha serenidad. […] No queremos la Asamblea de la revancha, sino de la justicia”, ha asegurado el líder de Primero Justicia en la rueda de prensa nada más conocerse los primeros resultados.

Por último, se puede afirmar que la credibilidad de Maduro y su entorno también están en juego. A pesar de su discurso tolerante postelectoral, todo hace dudar de sus futuras intenciones, además de las de su número dos y actual presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, cuyas ansias por el poder son bien conocidas. Por tanto, en los peores de los escenarios, no es descartable que dentro del oficialismo haya un golpe interno que persiga apartar a Maduro de la presidencia a la vista de su patente debilidad política.

Desafíos económicos  

Uno de los mayores desafíos para la oposición es de orden económico. Con una fuerte dependencia del petróleo, Venezuela se enfrenta a una crisis inflacionaria preocupante. El Fondo Monetario Internacional (FMI), vaticina par 2016 una inflación de 204%, la más elevada del mundo. Además, la crisis de desabastecimiento que Maduro culpa a la guerra económica empresarial, mantiene a su población aguardando en filas de largas horas a veces sin saber lo que van a comprar.

De acuerdo, asimismo con el FMI, el PIB de Venezuela está en caída libre, y por primera vez se sitúa por debajo del de Perú. Así, Venezuela ha pasado de quinta a la séptima economía de América Latina, con un PIB  de 131.860 millones de dólares, un tercio de lo que tenía en 2012.

La recuperación económica necesita de medidas urgentes que no pueden ser aplazadas. Para ello el consenso dentro de la oposición, por una parte, y el respeto por parte del oficialismo, por otra, son requisitos clave para que el cambio en este país latinoamericano sea un hecho. 

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